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La derrota de la multiculturalidad

Andrés Expósito

La multiculturalidad es un estadio social de enriquecimiento propio y colectivo, y sin embargo, es también el lugar al que tantas veces nos negamos a ir o que tanto rechazamos.

Residimos en un presente en que la diversidad religiosa, política, social, cultural, es mayor en relación a otras épocas, y es también un momento donde las comunicaciones o los accesos mediante la tecnología nos procura un acercamiento en mayor medida a las mismas, y sin embargo, cada vez más, y sobre todo en Europa, la multiculturalidad está siendo derrotada por el fanatismo nacionalista. Ahogados en sus respectivas ideas narcisistas, y con excusas baratas, incluso forjadas por ellos mismos, son múltiples las organizaciones que se asoman a la violencia mientras dignifican su conducta con proclamas sobre que, tanto los refugiados como los inmigrantes o los extranjeros que llegan a sus respectivos países, solo traen asesinatos, muertes, robos, escasez de alimentos. Ese discurso propagandístico que cada vez más alcanza y convence a cientos de ciudadanos, en un presente agitado por tanta turbulencia social, solo es un panfleto barato que deshumaniza a quienes aceptan y quedan seducidos, mientras que desahucia todo enriquecimiento posible a los demás ciudadanos.

La actualidad no solo muestra parámetros y líneas inquietantes sobre la multiculturalidad, sino que la alarma sobre el desahucio de la misma es un rumor que vuela de un lado a otro. No son únicamente ciertas organizaciones o grupos o asociaciones quienes promulgan y ejercen ese fanatismo, existen por otro lado, partidos políticos que defienden y abogan en sus respectivos panfletos electorales la expulsión de todo aquel que no sea originario del país. Se demoniza y ajusticia a todo el colectivo del ciudadano que, en una u otra manera, haya infringido las normas. Se sentencia el castigo para todos.

La publicidad y el rumor machacan sin cesar la misma idea sin tener en cuenta inocencia alguna. Cuando se barre se barre todo, proponen sin ninguna clase de humanidad. No hay nada de aquella consigna tantas veces sacada a la luz en dichas situaciones: todos no son iguales.

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