Hablemos de emociones

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Las emociones son la energía que nos mueve y cuando la dejamos fluir libremente nos aportan el combustible que necesitamos para transformarnos y crecer.

Como seres humanos necesitamos sentir todas las emociones. No existen emociones buenas ni malas, positivas o negativas. Bien es verdad que algunas son más desagradables que otras, pero no son negativas, pues cada una posee una función y nos aporta una información valiosísima. A continuación, te explico un poco sobre las emociones más básicas.

La alegría es la emoción socialmente más agradable, su función es compartir con el otro. Facilita que seamos más empáticos y altruistas. Aparece cuando tenemos éxito, conseguimos algún objetivo o coincide lo que deseamos con lo que poseemos. Es la más aceptada y respetada, hasta en ocasiones impuestas.

La ira es una respuesta a la frustración o a situaciones que son valoradas como injustas. La ira moviliza la energía hacia la autodefensa. Probablemente es la más asociada al género masculino y, en ocasiones menos aceptada en el femenino.

La tristeza es una respuesta a la pérdida. Pérdida de un ser querido, de la pareja, del trabajo, de una capacidad que poseíamos… La tristeza es necesaria para poder elaborar esa pérdida y restablecerse en la vida. Esta emoción suele ser más “aceptada” en el género femenino, encubriendo en muchas ocasiones al enfado que no se está permitiendo exteriorizar.

El asco es una respuesta de repugnancia a situaciones o estímulos desagradables que son potencialmente peligrosos o molestos como los alimentos en descomposición, los olores corporales o la contaminación ambiental.

Por último, tenemos el miedo que surge como reacción para escapar del peligro. Nos advierte de que se aproxima un daño físico o psicológico. Podemos reaccionar de tres maneras enfrentándolo, huyendo o paralizándonos. Es de las más intensas y desagradables. El miedo al abandono es la emoción más primaria que tenemos.

Estas son las emociones básicas, sin embargo, existen muchísimas más y de mayor complejidad. Es importante saber cómo gestionarlas, nunca evitarlas ni negarlas pues tomaran su cauce por otros medios. Todas son necesarias y nos ayudan a adaptarnos. Sin embargo, cuando hay alguna emoción que aparece frecuentemente y/o la se experimenta con una intensidad muy elevada que dificulta alguna área de la vida es recomendable acudir a un profesional.

 Pero ¿por qué nos cuesta a veces conectar con lo que estamos sintiendo?

Desde que somos pequeñitos vamos interiorizando una serie de mandatos sociales como “los hombres no lloran”, “las personas fuertes no les afectan estas cosas”, “la gente normal no se preocupa por esas cosas”, “no llores que te pones feo”, “cuando sonríes estás más guapa”, “no te enfades por eso, es una bobería”. Todos estos mensajes nos transmiten la idea de no tener permiso a sentir y a expresar emociones “desagradables”.

Por ello, te propongo que te permitas sentir esas emociones desagradables. Existe una razón para que te sientas así, cuando descubres el motivo puedes actuar sobre él o simplemente tienes que aceptarlo y dejarle su espacio. Agradece a la emoción haber orientado tu mirada en esa dirección, por más dolorosa o inquietante que pudiera haber parecido al comienzo.

 Para terminar, concluyo con una frase que me gusta mucho de Reuven Bar-On que dice “la esencia de la inteligencia emocional es tener tus emociones trabajando para ti y no en tu contra».

 *Mónica Mederos Cortés es psicóloga especialista en Inteligencia Emocional Aplicada y en Psicología Infanto-Juvenil

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