San Borondón y mi doble de sueños
Les contaré un sueño reciente, fresco como un croissant recién salido del horno, un sueño en el que mi doble de sueños habla de la isla con un grupo de senderistas que le confiesan que la isla les parece hermosa, pero “algo desapacible”. Mi doble les dice algo así: Vuestras puertas de la percepción están cerradas, La Palma, mi Avalón o San Borondón de mindfulness es un espacio único e intransferible, una especie de religión personal en la que yo elijo mis propios dioses, ángeles y demonios, una mezcla única de calma y vértigo que te mantiene despierto al borde del abismo, me gusta pararme en un sitio alto, como un cernícalo y luego atacar con toda mi alma la abrumadora belleza de la tierra. Me gusta fantasear con aldeas, villas y ciudades construidas a escala humana, habitadas por gente que todavía se llama por su nombre, un mundo alado y profundo hecho para la contemplación. Ese es el malestar y la desazón que sentimos cuando ignoramos que su naturaleza íntima es revelarnos una belleza no siempre fácil ni complaciente o cuando vivimos de espaldas al amor que sentimos por ella. La isla tiene el tamaño y la forma perfectas para eso, no permitan ustedes que la prisa y el agobio castren su gen contemplativo y su amor por la tierra. “En ese momento una senderista dijo: ¿Y todo eso lo dices sin consumir ninguna substancia? Sin substancias, respondió mi doble de sueños, pero por lo que veo tal vez ustedes sí las necesiten. ¿y los problemas? Dijeron sibilinamente. De eso si quieren hablaremos cuando me despierte, que lo cortés no quita lo valiente. Entonces desperté, los senderistas se habían desvanecido en las nieblas del sueño y la isla seguía ahí, tan cercana y tan lejana como siempre. Y los problemas, como el dinosaurio de Monterroso.
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