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El simbolismo oculto del Carnaval

6 de marzo de 2025 10:57 h

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Carnaval, días de alegría, juergas y desfases, cierto es, pero ¿creéis que sólo significa eso para los individuos que participan en y de esa fiesta?

Porque del Carnaval, no sólo disfrutan los que desfilan en las hermosas carrozas, o cantan en las charangas. Durante los días de Carnaval, toda la sociedad se ve impregnada de su espíritu, aunque rechacen su significado o se pasen el día criticando las molestias que les suponen los desfiles, los cantos de las charangas o el talco de Los Indianos que cubre las calles de Santa Cruz de La Palma o de Los Llanos de Aridane.

El Carnaval, a mí parecer tiene una importante función que afecta de modo saludable a nuestra salud mental, si la queremos aprovechar, claro.

Las máscaras nos permiten un anonimato que facilita que nos sintamos más libres. Nos permiten jugar, volviendo a disfrutar de la inocencia de la niñez. Nos liberan de ataduras pseudo-morales, pseudo-éticas, pseudo- políticamente correctas. Esa liberación momentánea puede hacernos tomar conciencia de los límites en pensamiento y en conducta que nos autoimponemos y que acaba restándonos asertividad.

El sentirse libres y actuar en completa libertad, no quiere por qué ir a la par con molestar a otros o equivaler a hacer el mal. Para mí, ser libre, significa coordinar lo que siento, con lo que pienso, con las decisiones que tomo y con lo que hago. Sólo esa perfecta combinación es la que me permite estar sana mental y físicamente.

De ahí que afirme rotundamente que la utilización de una máscara, usada con fines lícitos, puede ser utilizada para superar estados de timidez, mientras se llega al momento de no necesitarla para funcionar por la vida. El Carnaval en estos casos supone una ocasión ideal.

Otra ventaja de la festividad de Carnaval es la posibilidad de utilizar disfraces, ya que socialmente resulta aceptado e incluso apropiado. Los disfraces nos permiten explorar otras identidades o roles. Bajo un disfraz el individuo puede dejar fluir algunas características de su personalidad, que en su vida cotidiana reprime. Si me disfrazo de pirata, puedo dejar escapar el instinto que puedo tener de vez en cuando de apropiarme de lo ajeno. Si me disfrazo de gánster o de policía, puedo simular que algunas veces, me gustaría hacer “desaparecer” de mi mundo a alguna persona de mi entorno. Con un disfraz y una máscara sublimo instintos no confesables, de manera aceptable tanto en el plano social como personal.

A nivel individual, lo hago consciente, lo racionalizo, lo transformo y lo acepto, lo que me permite soportarlo sin angustia ni dolor.

Así que ¡VIVA EL CARNAVAL! Y todo lo que nos aporta a nuestra salud mental.

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