El café
Arbusto de hojas lustrosas
con frutos rojos, brillantes,
semillas estimulantes
y flores blanco-cremosas.
Sus propiedades gloriosas
por el mundo se extendieron,
los papas lo bendijeron
como un sabroso elixir,
que, lejos de prohibir,
su consumo defendieron.
Jócamo, 12.I.2024
NOTA.- Nativo de las tierras altas del “Cuerno de África” (Abisinia y Etiopía), donde su descubrimiento y uso como estimulante se pierde en la historia.
Al parecer fue un cabrero de la zona el que observó por primera vez que sus cabras se mostraban más eufóricas tras ramonear las plantas.
En el siglo XVI llega a Europa de la mano de los comerciantes venecianos, lastrado por la creencia de ser una bebida musulmana utilizada en prácticas satánicas, poco recomendable para los cristianos.
La controversia religiosa llegó al Vaticano y al papa Clemente VIII, entre finales del s. XVI y comienzos del XVII, le tocó dirimir la cuestión, no sin antes probar una taza del oscuro brebaje. Se cuenta que su impresión no pudo ser más satisfactoria, atribuyéndosele la frase: “sería un error que esta bebida de Satanás fuera sólo apta para el consumo de los infieles” y acto seguido, lejos de prohibirla, aprobó su uso para el consumo cristiano.
De este modo, el café, junto con el agua y el té, es una de las tres bebidas más consumidas por la humanidad. Su cultivo se ha extendido por los países tropicales de Asia y América, destacando Brasil como el primer productor mundial. En Canarias, su cultivo es testimonial, más como curiosidad histórica que como actividad empresarial.
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