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Que los niños no miren pa’ Qatar

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El capricho del espacio y tiempo ha querido que la inauguración del Mundial de Qatar coincida con el Día Internacional de los Derechos del Niño. Qatar se mide hoy en el primer partido ante la selección del país que geográficamente representa el centro del planeta, Ecuador, mientras la FIFA ha claudicado a que el país emiratí se convierta durante un mes en el centro de las miradas del planeta. 

Antes de haber sido seleccionado el país de Oriente Medio para ser sede del Mundial, ya sabíamos que la tradición futbolística no era un criterio de selección. Y es que si por tradiciones fuera, Qatar, tiene pocas. Es un país de artificio de 2,4 millones de habitantes, de los cuales sólo son oriundos 600 000. Un país que su ordenación territorial se aleja de los criterios de sostenibilidad de los recursos y del modelo de ciudad compacta. Las temperaturas hacen casi incompatible la vida y la práctica del deporte, lo que debiera analizarse antes de seguir potenciando el crecimiento de estas ciudades de rascacielos imposibles y máxima expoliación de los recursos. 

Sin embargo, lo que sí esperábamos de una Federación asociada de uno de los deportes más practicados y mediáticos del mundo, es que tuviera entre sus acciones y que fuera parte de su bandera el respeto ante los Derechos Humanos, y prescindiera de celebrar sus eventos de gran interés, en lugares que siguen pisoteando la igualdad indiscutible en cualquier país con un mínimo de desarrollo, y coartando la libertad del amor en todas sus acepciones y en cualquier dirección. La FIFA ha preferido, por alguna sinrazón, el capital a seguir creando sociedad de valores. Este tipo de acciones hacen pensar que el fútbol femenino es un fenómeno imparable auspiciado por mujeres valientes y reconocido por la sociedad, porque está desesperanzada en la búsqueda de lo pulcro y lo real, frente a lo corrupto del espectáculo. Aunque no debe sorprendernos si repasamos lo que ha significado en la geopolítica el fútbol  y los Mundiales. 

Anoche mientras cenaba, hablaba con mi hija mayor sobre el inicio del Mundial y su sede, y le enseñaba imágenes de la ciudad, y cómo iban vestidas las mujeres, además de explicarle la falta de libertades. Su cara era ojiplática, y no daba crédito. Sólo verbalizó: ¿Qué país es ese? Cómo si le estuviera hablando de otro planeta. Y es que no es para menos. Ella, que es jugadora de fútbol, percibe que el Mundial de fútbol se “no celebra” en un país en que las mujeres no pueden jugar al fútbol [fin de la cita]. 

Dice el Principio X de la Declaración Universal de los Derechos del Niño de 20 de Noviembre de 1959: “El niño debe ser protegido contra las prácticas que puedan fomentar la discriminación racial, religiosa o de cualquier otra índole. Debe ser educado en un espíritu de comprensión, tolerancia, amistad entre los pueblos, paz y fraternidad universal, y con plena conciencia de que debe consagrar sus energías y aptitudes al servicio de sus semejantes”. Por tanto, al final debemos celebrar que el verdadero mundial tiene lugar cada vez que una persona sigue haciendo base, y se sacrifica por hacer un grupo de niños tolerantes que practican la parte más noble del deporte, mientras le enseñan valores, a la vez que empujan y escenifican en la sencillez de la igualdad. 

Tengo un amigo, que no es ‘sexador’ de pollos, como lo era el del gran Luis Aragonés, pero que lee muy bien el fútbol, aparte de leer muy bien muchas cosas, y predice finales de Mundiales, y me ha dicho que la Final es Inglaterra- Argentina. Me vino a la cabeza, automáticamente, la mano De Dios de Maradona. Y es que hace falta algo más que la mano De Dios para que esta Sociedad construya los verdaderos parámetros del desarrollo, de la convivencia pacífica y de la persecución de un mundo más justo, más Igual y más libre. Y es que hoy cumple ya 63 años la Declaración Universal de los Derechos del Niño, tiempo suficiente para haber avanzado más, aunque parece que jugamos en la Humanidad a esa canción de nuestra tradición folclórica de “Dos pasos pa’ lante, dos pasos pa’ atrás…”.

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