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“Quiero que me ayuden a hacer el caminito hasta casa antes de que me muera”

Juan Manuel Alonso tiene que subir una pronunciada pendiente para llegar a la carretera. Foto. LUZ RODRÍGUEZ.

Esther R. Medina

Villa de Mazo —

Repite una y otra vez que está cansado, que son muchos años “batallando” y que lo único que quiere es un acceso en condiciones a su vivienda. Juan Manuel Alonso Martín, de 65 años, vecino de Malpaíses de Abajo, en Villa de Mazo, lleva diez años en silla de ruedas por una atrofia muscular y tiene una minusvalía de 91% que lo condena a vivir prácticamente aislado en su humilde casita, que rezuma humedad por los cuatro costados, porque cuando llueve, el agua se filtra a chorros por las paredes. “Lo que quiero es que me ayuden a hacer un caminito antes de que me muera para poder entrar a mi casa y arreglarla, porque nadie me escucha; llevo muchos años batallando por esto y veo que nadie escucha; estoy cansando de subir ‘trapaleando’ por esa cuesta y de mojarme, estoy cansado, a ver si alguien me echa una mano”, ha relatado a LA PALMA AHORA en tono de desesperación y temiendo ya la llegada de la estación invernal.

Juan Manuel, que fue emigrante en Venezuela, vive con Gregccy Gabriela Luis Trocel y Octavio Hemllerberg Pérez Manzanilla, un matrimonio joven, con lazos familiares, que tiene tres niños pequeños. Esta pareja es la que se ocupa de su cuidado y de sacarlo por la empinada rodera de cemento hasta la carretera. “No hay acceso para una ambulancia, y la última vez que se enfermó tuvieron que venir tres sanitarios para subirlo, y la vivienda está en condiciones críticas porque no podemos traer materiales para arreglarla; esto es una emergencia social”, asegura Octavio.

En el año 2007 Juan Manuel, que en la actualidad padece una acusada sordera y está perdiendo la vista de forma progresiva, empezó a gestionar, primero en el Ayuntamiento de Villa de Mazo y después en el Cabildo, un acceso digno para su vivienda, por el que pudiera entrar y salir con comodidad en su silla de ruedas, pero, hasta ahora, “no se ha logrado nada”. Ocho de los diez propietarios de las fincas colindantes de Juan Manuel han dado su autorización para que se abra la pista, pero dos se oponen y la obra no se ha podido ejecutar porque ni siquiera permiten el paso de la maquinaria para acondicionar una entrada en el propio terreno de este discapacitado. “No vemos una respuesta positiva para dar solución a este problema y pedimos la colaboración de las instituciones”, indica Octavio, quien, al igual que su mujer, Gabriela, sabe bien lo que es empujar la silla de ruedas de Juan Manuel por una pronunciada pendiente. “Nos cuesta mucho sacarlo de aquí”.

A Juan Manuel el cuerpo no le responde, pero su mente está lúcida. “La casa se me moja y no puedo traer el material para arreglarla, ni cemento ni nada”, insiste apenado. Este hombre pasa los días entretenido en forrar botellas “con cadenitas de hilo que después coso con hilaza para que no se rompan; yo aprendo de mi cabeza, nadie me enseña”, dice. “Forro botellas para que la mente no esté pensando, necesito olvidar un poco porque con los nervios estoy hasta aquí”, y pone la mano a la altura de la cabeza. “Que me ayuden a hacer el caminito antes de que me muera, que me escuchen”, es el deseo de Juan Manuel.

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