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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

Los pasajeros del vuelo IB-261 han llegado a La Palma 48 años después

La Palma Ahora / La Palma Ahora

El viaje que emprendieron con destino a La Palma el 16 de septiembre de 1966 desde el aeropuerto de Los Rodeos, en Tenerife, en un avión DC-3 de Spantax que sufrió un accidente en las costas de El Sauzal, lo han podido finalizar felizmente este sábado, 18 de enero, 48 años después, a bordo de una aeronave de Binter. Una parte de los 24 pasajeros que viajaban en aquel vuelo, que no pudo llegar al aeródromo de Buenavista (Breña Alta) por un fallo en un motor, han visitado hoy la Isla invitados por la compañía Binter Canarias, cuyo jefe de escala en La Palma, José Rodríguez Escudero, les ha acompañado en una excursión que ha discurrido por Santa Cruz de La Palma y Breña Alta. El grupo de 25 personas está integrado parte de los pasajeros del vuelo, familiares de los viajeros y del comandante y pescadores que participaron en el rescate.

El periodista y escritor Juan Carlos Díaz Lorenzo, en un artículo publicado en su blog, recuerda que “en la mañana del 16 de septiembre de 1966 despegó del aeropuerto de Los Rodeos, en viaje a La Palma, un avión DC-3 de la compañía Spantax que hacía el vuelo regular de la compañía Iberia IB-261, con 24 pasajeros a bordo y tres tripulantes: el comandante Eugenio Maldonado, el copiloto Fernando Piedrafita y la azafata María del Carmen Vázquez”.

El avión, detalla, “despegó por la pista 30 en condiciones meteorológicas normales, por lo que todo parecía que se trataba de un vuelo de rutina. Entre los pasajeros, había alguno que viajaba por primera vez. Ninguno de ellos podía imaginar la sorpresa que les esperaba. Apenas dos minutos después del despegue y cuando volaba en régimen de ascenso y entre nubes a una altitud de 2.800 pies, la tripulación se percató de unas extrañas vibraciones, advirtiendo que la hélice del motor izquierdo se había 'embalado', por lo que el comandante procedió a 'ponerla en bandera', que era el único procedimiento que podía hacer, pese a lo cual no dio resultado”.

Perdió 1.000 pies de altura en pocos segundos

Al producirse la avería, explica Díaz Lorenzo, “el avión perdió más de 1.000 pies de altitud en muy poco tiempo, por lo que se encontraba por debajo de la elevación del aeropuerto de Los Rodeos, que es de 2.073 pies, lo que hizo desistir a la tripulación del intento de retorno al punto de partida, considerando, además, que el avión seguía perdiendo altura. Las opciones posibles eran muy pocas, ya que en los alrededores sólo había mar y la muralla imponente de acantilados de la costa de Tacoronte y El Sauzal, por lo que el comandante Maldonado entendió que la única posibilidad que le quedaba era intentar el amaraje, informando por radio de lo que sucedía a la torre de control de Los Rodeos, así como a la azafata María del Carmen Vázquez, a la que previno para que preparara al pasaje ante el desenlace inmediato: ”Todos con los cinturones de seguridad abrochados y con la cabeza abajo“. ”Con una gran serenidad y habilidad, el comandante Maldonado consiguió descender con suavidad y amarar el avión en la bahía de Los Ángeles, a la izquierda de la playa de La Garañona, frente a los acantilados de El Sauzal, a unos 300 metros de la costa y protegida de los vientos dominantes por la Punta de los Parrales, donde en ese momento se encontraban faenando media docena de barcos pesqueros, los cuales, desde que advirtieron la maniobra del avión, entendieron que algo grave sucedía y pusieron proa hacia el lugar donde éste se había posado para prestarle ayuda“, recuerda el periodista palmero.

El avión, prosigue Díaz Lorenzo, “permaneció a flote unos 10 minutos. Durante este tiempo, el pasaje, que obedeció sin discusión alguna las instrucciones de la tripulación, abandonó la cabina del DC-3 y pasó a los botes de los pescadores, ayudados por éstos, para luego ser conducidos a tierra, donde esperaba una muchedumbre asombrada por el acontecimiento que estaba presenciando. En los primeros momentos, algunos pasajeros que sabían nadar se echaron al agua antes de la llegada de los botes, mientras que el resto del pasaje, con los chalecos salvavidas puestos, permaneció a bordo hasta que se le indicó el abandono del avión, siendo recogidos sin problemas”. Cuando terminó la evacuación, relata, “uno de los pasajeros, Fernando Izquierdo Afonso, juez de paz del municipio de La Victoria, en medio de una fuerte crisis nerviosa, se negó a abandonar el avión, quedando fuertemente asido a una de las abrazaderas de la puerta de salida. Los esfuerzos del comandante Maldonado por salvarle resultaron inútiles, por lo que tuvo que desistir, medio asfixiado, cuando el avión comenzaba a hundirse con el infortunado pasajero a bordo. En estas dramáticas circunstancias falleció la única víctima del suceso, desapareciendo bajo las aguas en una profundidad de unos 30 metros”.

Entre los pasajeros del avión, según Díaz Lorenzo, “figuraba Orihuela, maestro nacional de Las Manchas, que ayudó a todos cuantos pudo, y también venía una hija de Juan de la Barreda, jefe de la Policía Municipal de Santa Cruz de La Palma, que iba a contraer matrimonio”.

Algunos de los protagonistas de esta trágica experiencia se encuentran este sábado en La Palma. En la Casa Salazar de Santa Cruz de La Palma, inmueble que visitaron, uno de los pasajeros recordaba a Fernando Izquierdo Afonso, el único que falleció en el accidente. La expedición se desplazó al Real Santuario de Las Nieves y concluyó el recorrido en el antiguo aeropuerto de Buenavista, en Breña Alta, donde tenía que haber aterrizado el vuelo de Spantax.

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