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Los niños de los cayucos que acaban en prisión: ''Decían que yo era el patrón''

Imagen de archivo de las manos de Ablaye, que entró en prisión acusado de ser patrón de una patera

Natalia G. Vargas

8 de diciembre de 2023 22:23 h

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Moha era uno de los más pequeños de su patera. Con 15 años y subido en esa barca pensó que cumpliría el sueño de ayudar a su familia. La zodiac salió de Tan-Tan (Marruecos) con 51 personas a bordo y desembarcó de madrugada en Fuerteventura en abril de 2023. Pagó por el viaje 1.500 euros. La felicidad de haber sobrevivido a la ruta canaria se esfumó de golpe. Dos ocupantes de la lancha aseguraron que Moha había sido el capitán que conducía la neumática. “Estuve tres meses en la cárcel de Tahíche, en Lanzarote, hasta que mi abogada consiguió mi partida de nacimiento”, recuerda.

Aunque Moha llegó a Canarias con 15 años, saber que podría ir a un centro de menores le empujó a decir que tenía cuatro años más. Su misión era trabajar para ayudar a su familia. “Me dijeron que iba a ir a un centro de menores, pero yo lo que quería era salir y trabajar”, insiste. Las palabras de dos de sus 51 compañeros de travesía bastaron para llevarlo a la cárcel. “En la patera había gente subsahariana de Mali, de Nigeria y de Senegal, pero fueron dos magrebíes los que dijeron que había sido yo el patrón”, cuenta. 

Después de tres meses en una prisión para adultos, Moha logró ser trasladado al centro de menores Valle Tabares, en Tenerife. “Estuvo en un internamiento cerrado cuando el equipo técnico recomendó libertad vigilada”, cuenta su abogada, Sara Rodríguez. La Audiencia Provincial de Las Palmas reconoció su minoría de edad, pero la Fiscalía de Extranjería lo recurrió. 

“Fuimos al Tribunal Superior de Justicia de Canarias (TSJC) con un certificado de nacimiento y con un informe de determinación de la edad que decía que la horquilla mínima eran 16 años. El TSJC dijo que tenía que ser juzgado como mayor porque a su llegada dijo que era mayor y el Juzgado de Menores se declaró incompetente”, señala la abogada. El caso está ahora en el Tribunal Supremo. 

Mientras tanto, Moha vive con un familiar en Tenerife. Hace ocho meses desde que llegó. Domina ya el español y aspira a formarse como cocinero o electricista. Moha nació en 2007 en el pueblo senegalés de Joal. Allí estudió el Corán hasta los 14 años, cuando comenzó a dedicarse al mercadeo. La idea de salir a Canarias resonaba en su cabeza desde niño, así que salió a Marruecos. “Allí trabajé mucho por muy poco dinero. También hay mucho racismo y si no te escondes te expulsan al desierto de Argelia”, afirma. A él lo expulsaron hasta en cuatro ocasiones. Sin comida, agua, ni teléfono caminó durante días solo por el desierto. Después intentaba reunir dinero para entrar de nuevo en Marruecos escondido en una guagua. 

Los interrogatorios 

Al llegar a tierra firme, más allá de la asistencia de Cruz Roja, los recién llegados son interrogados por la Policía Nacional y por Frontex (Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas). El Defensor del Pueblo ya ha puesto en cuestión estos interrogatorios que se dan sin presencia de abogados. Las entrevistas “se realizan mientras la persona acaba de llegar por vía marítima, en condiciones de peligro y vulnerabilidad”, insiste el Defensor del Pueblo. 

El objetivo es obtener información relacionada con delitos graves como el tráfico de migrantes, la trata de seres humanos, el terrorismo o el fraude documental. Por eso, el Defensor exige que estos interrogatorios no se hagan a personas recién desembarcadas que no han sido informadas de sus derechos en su idioma. 

A los migrantes que entran en prisión por haber conducido supuestamente la patera se les acusa de favorecer la inmigración irregular. “Son acusaciones muy pobres donde no hay ni presunción de inocencia”, explica la abogada especializada en Extranjería Sara Rodríguez. En ocasiones, asegura, incluso se realizan volcados de teléfono sin autorización judicial. 

“El problema empieza con la operación (de Frontex y la Policía Nacional) en sí. Los policías van uniformados, pero los agentes de Frontex solo van con un chaleco azul como si ofrecieran asistencia y van haciendo preguntas de manera casual”, señala la letrada. Rodríguez también apunta a la doble filiación de los menores. “Las ONG los filian como menores y luego la Policía los registra como mayores. Nadie se fija en esas contradicciones”, añade. 

El caso de Ablaye

Ablaye estuvo en la cárcel un año y nueve meses siendo menor. Llegó a Tenerife desde Mauritania en 2021 con el objetivo de reunirse con su hermano, que había alcanzado Canarias durante la crisis de los cayucos de 2006. “Yo le dije a una traductora que tenía 16 años, y ella me dijo que si quería reunirme con mi hermano tenía que decir que era mayor”, añade. Después de un primer interrogatorio en el muelle, algunos de sus compañeros de viaje lo señalaron como capitán de la embarcación. 

Pasó casi dos años en la cárcel Tenerife II. Allí cumplió la mayoría de edad. “Yo tenía una partida de nacimiento, pero estaba en Gambia. Yo le dije a mi primera abogada que tenía un documento para demostrar que tenía 16 años, pero no me hizo caso”, recuerda. Sara Rodríguez fue la letrada que pidió su partida de nacimiento y lo sacó de la cárcel. “Ahora estoy pendiente de otro juicio sobre eso y tengo que esperar mi pasaporte, que está en Gambia. Si llega, me pueden juzgar como menor”. 

“Las autoridades prometen a los colaboradores beneficios administrativos que pueden cumplirse o no. No interesa la verdad, ni acabar con las mafias. Quieren meter a personas en prisión”, relata la abogada especialista en Extranjería. Pocas horas después de la llegada, los “espontáneos” son interrogados y grabados. Estas grabaciones se reproducen en el juicio oral. “Se hacen sin intérpretes, no se oye nada… y son la única prueba de cargo contra la persona acusada”, añade. 

“Son condenas muy altas. Se hunde la vida a una persona sin pruebas ni garantías y cuando los han destrozado psicológicamente, los expulsan”, asegura la letrada. Moha recuerda cada día que pasó en la prisión de Lanzarote. “La cárcel es muy difícil y más si eres un niño africano. No podía hablar con mi familia y como no tienen papeles no me podían tampoco visitar. En lo único que pensaba era en mi familia”.

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