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Los siete pasos
En tiempos donde la posverdad domina titulares resulta urgente comprender cómo una mentira puede ser transformada en una verdad. No se trata de una alquimia mágica, sino de un proceso cuidadosamente estructurado que ha sido utilizado a lo largo y ancho de la historia. De hecho, dicen las personas que saben que para convertir una mentira aberrante en una verdad absoluta solo hace falta dar siete pasos. Incluso, en algunas ocasiones, menos. A continuación, veremos cuál es el manual procedimental para obrar este milagro.
1. La repetición constante: Es la herramienta más poderosa del engaño. Una mentira repetida mil veces no se convierte realmente en verdad, pero sí en algo familiar. Y lo familiar, por simple inercia cognitiva, se percibe como creíble. Lo que aparece muchas veces parece cierto, aunque no lo sea.
2. Apelar a las emociones: La razón puede ser cuestionada, pero las emociones no se discuten, se sienten. Si una mentira se conecta con el miedo, la esperanza o el odio, será mucho más fácil que cale hondo. Nadie analiza fríamente cuando está asustado o eufórico. Por eso, los discursos manipuladores no apelan a datos, sino a pasiones.
3. Respaldarla con una fuente fiable: Una mentira dicha por alguien con autoridad tiene mucho más peso que una dicha por una persona desconocida. Cuando figuras académicas o instituciones prestan su voz a una falsedad, esta gana legitimidad. Y aunque la fuente esté equivocada o manipulada, su reputación funciona como un blindaje.
4. Mezclarla con verdades parciales: Las mentiras más efectivas no son las más extravagantes, sino las que se camuflan entre verdades. Una media verdad es más peligrosa que una mentira completa. Añadir datos ciertos a una narrativa falsa le da una pátina de coherencia que desactiva el pensamiento crítico.
5. Crear una narrativa o enemigo común: Toda mentira necesita una historia. Una narrativa que simplifique el mundo y señale culpables. Es más fácil creer en una falsedad si forma parte de una identidad compartida, de una lucha, de una causa.
6. Silenciar o desacreditar la verdad: Para que una mentira prospere, la verdad debe ser neutralizada. Esto se logra desacreditando a quienes la sostienen, de forma que se les tilda de ignorantes, radicales o enemigos. A veces, basta con sembrar la duda. Otras, se recurre a la censura, el ruido informativo o la saturación de versiones alternativas.
7. Normalizarla en el lenguaje y en la práctica: Una mentira se vuelve “real” cuando se instala en el lenguaje cotidiano, en los hábitos y en las instituciones. Cambiar las palabras es cambiar el pensamiento. Redefinir conceptos, reinterpretar la historia o institucionalizar la falsedad crea un nuevo marco donde la verdad original ya no tiene lugar.
En definitiva, hay que saber que vivimos en un mundo donde la verdad compite en desventaja con los relatos que más emocionan, que más viralizan, que mejor encajan en lo que queremos creer. Pero rendirse ante esta lógica es peligrosamente cómodo. Comprender cómo se fabrica una mentira que parece verdad nos convierte en seres más lúcidos con criterio. Es decir, que piensan. Asumiendo que es algo peligroso en estos tiempos.
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