Espacio de opinión de Canarias Ahora
Vientos de guerra, otra vez
Cuesta mucho fijar la atención para saber donde está el peligro en nuestros tiempos, y de nuestros tiempos. De una sensación, falsa y edulcorada, de pax romana a la europea de ahora, hemos sido trasladados por un túnel del tiempo de los horrores, a una sensación de permanente peligro de batallas en todas las esquinas. Rusia y Ucrania, Gaza e Israel… Si entramos en África, toda suerte de conflictos, y en Asia lo mismo.
La humanidad pelea, guerrea y mata desde que existe. La única especie que se destruye a sí misma, se dice. No lo sé. Como me escribe mi amigo Sancho desde Florida, nada es lo que parece y menos cuando se trata de los intereses de las empresas de armamento, internacionales pero sobre todo estadounidenses. Tampoco lo sé: la reflexión me lleva a épocas juveniles donde el desarme universal era más que una utopía, era una aspiración posible. Qué es ahora en medio de países muy democráticos y modernos dispuestos a implantar de nuevo el servicio militar.
Kith, escribo mal su nombre, se había librado por los pelos de ir a Vietnam, por eso vivía en Santiago de Compostela dando clases de inglés y de vida. Con él, y un holandés errante y muy mayor que se conocía la catedral como nadie, quedábamos a tomar vinos en las viejas tascas de la Algalia. Todo más barato y enxebre, con mejores tapas, maderas recónditas y tertulias inútiles, que lo que se podía beber y hablar en los vinos clásicos de la época, en las calles del Franco y la Raiña. El amigo americano era pacifista por renegado, el holandés errante todavía recordaba la guerra mundial. Y el pequeño infante que les acompañaba, escuchaba y archivaba como un aprendiz que era y que soy.
Pero todo esto tiene un miedo atroz a lo que pueda ocurrir y que se llama Venezuela. Sea lo que sea Maduro y su régimen, que lo es, totalitario y dictatorial, da pánico escuchar el asentimiento silencioso de muchos y muchas sobre una posible invasión por parte de Trump y sus huestes. No sería la primera vez, nadie se acuerda de Panamá, por ejemplo, y de otros países, y de las dictaduras propiciadas por los gringos y de los golpes de estado auspiciados y alimentados. Nadie se acuerda porque nadie lee o quiere leer sobre ello.
Deseo que no ocurra, deseamos Eva Gutiérrez de Salices y yo. Así me escribe también con disgusto desde Avilés. Me cuenta de una exposición sobre la fotógrafa barcelonesa Colita en el centro cultura Niemeyer y no consigo entender qué me cuenta, qué me quiere contar o si me quiere invitar. Le digo que Avilés es una ciudad apabullante y de relajación, pero no me cree. Qué será del amigo americano y del holandés errante: estarán entre las piedras de la catedral huyendo de turistas invasores.
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