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Panfleto contra el odio

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Cuándo se equivocó el destino. Cuándo la palabra diálogo desapareció de la vida y de la acción. Cuándo se fastidió el asunto, qué asunto, si es que no estuvo fastidiado siempre. 

Hay personas que somos incapaces de ser antinada porque somos pro: libertad, igualdad, fraternidad y tolerancia. Y diálogo y comprensión, y colocarse en lugar de, empatía que cursimente se dice ahora tanto. El ejercicio del odio está tipificado como delito, ¿y el de pensamiento? Como siempre, la única y verdadera iglesia se anticipa y nos hizo confesar las cosas más escondidas de nuestra conciencia. Quizás por eso seamos ahora, en esta sociedad ibérica, tan remilgados y gritones. Y surge la impertinente pregunta, ¿quién nos salvará? Como si se tratara de eso. La purificación viene de uno mismo, o no viene. En una tarde soleada de diciembre, intentas hablar y te sueltan el séptimo de caballería de las esencias del odio. Lo vuelves a intentar, y te insultan. Mejor buscar un taxi, como cantaba hace tantos años Hilario Camacho, el único bardo capaz de sonar alegre y triste a la vez. En pos de él se fue Elvira a una playa francesa arrastrando las erres. Qué disgusto. Desde el taxi, Chandler y los gimlets, de nuevo, prefiero El largo adiós a Conversación en la Catedral. Prefiero a Lennox que a Zavalita. Ya no soy capaz de leer las procacidades de viejos santones resentidos y antes gurús de la izquierda, metidos ahora a escanciadores del odio por las esquinas de los medios que se precian, casi todos. Por eso los deseos de paz, amor y felicidad para el nuevo año suenan a nada, suenan a miércoles como si fueran una novela Philip Dick muy mal escrita. Me quedaré siempre con Manuel Vicent, el último de los últimos, ojalá sea eterno y su alegría escéptica y su optimismo rampante den para medio siglo más.

No encuentro mejores deseos para esa trampa del tiempo que se dice nuevo año, año nuevo, qué más da. Pablito, Almudena, Sebastián y suerte entre las flores, me regalan un mazapán y un reló de marca indefinible para que sepa lo que valen los segundos en estos tiempos milenarios. Con una sonrisa les doy las gracias. Es lo más bello que se me ocurre para un día como hoy siempre cargado de nostalgias y bellas estampas. Muchos besos, pentonets y bicos.

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