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El sorteo de navidad
Lo público y lo privado, como si las diferencias no fueran abismales. ¿Cuánto dinero están ganando los propietarios de las universidades privadas a costa de la desamortización de las públicas? No se sabe. Otro tanto en sanidad, educación secundaria y dependencia. Porque la finalidad no es ideologizar sino enriquecer a unos pocos, los de siempre. Primero, desmantelar lo público, en Madrid, el caso de la Complutense es de libro. Después, no ofrecer plazas ni alternativas y llevar a los estudiantes a pagar grandes facturas para obtener títulos de discutible respaldo científico. Qué inventen ellos. Cuando cualquier cosa es susceptible de ser negocio, algo huele a podrido en la Meseta y más allá.
Y el lunes, los bombos y las bolas, y los cantos de los niños y las niñas que, como todo el mundo sabe, llevan confusa la historia y clara la pena. La historia es la esperanza de ganar algo de dinero extra. La lotería de navidad siempre ha tenido algo de sorteo para pobres desesperados. Quizás por eso muchas acuden a “Doña Manolita” donde ya no está ella ni su familia, sino un banco muy importante que compró el negocio hace años. Viejas supersticiones, como dice Palmira, y también Penélope, ambas de Alpedrete. Y Mauricio, de Villarejo de Salvanés, les pasa los décimos a los mancos del pueblo, hay doce, para venderlos con un suplemento adicional, cosa que está prohibida. “La Guardia Civil también me compra”. “Allá ellos”, le digo asombrado.
Y Sepulvedano García de la Encomienda, regala papeletas de una rifa de cremas solares y otros ungüentos, asociada a la terminación del segundo premio: nunca le ha tocado a nadie, nunca nadie reclama. A Sepulvedano le sirve para pagarse unos días en Lanzarote en compañía de su suegra y de su cuñado, tiene mérito el conjunto, la rifa y la familia política.
Angustias trabaja en un museo nacional y de las JONS, mirando cuadros para observar su deterioro si este se produce. También regenta una rifa privada con el cupón de la ONCE. Estos días me dice que no vende mucho porque casi todo el mundo está con el sorteo extraordinario. Tiene una prima que va disfrazada de obispo a ver el sorteo en directo en el Teatro Real, nunca un teatro pagado con el dinero público tuvo mejor destino. Casi justifica su existencia con los bombos: el ministro de cultura debería decir algo pero no dice, es diplomático de carrera: ya le estallarán los números cuando los de la audiencia de cuentas tengan tiempo.
El desmantelamiento sigue incluso durante el sorteo, más durante este porque las universidades públicas están despistadas y les roban con más facilidad.
Bendita universidad pública que nos dio cobijo, Santiago de Compostela y Barcelona. Aulas muy respetadas y vetustas entonces las de Santiago, tres años en el palacio de Fonseca con el ectoplasma de Gelmírez. Ya no quedan experiencias así. Menos mal.
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