TOMA DE TIERRA
Viva la vida

'Viva la vida' (1954). Bodegón de Frida Kahlo.

Gara Santana

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Fue el último cuadro que pintó Frida Kahlo en su lecho de muerte, que fue durante toda su vida, su lecho también de vida. Viva la vida, era parte de la ironía con la que la artista se tomó siempre su trágico destino, atravesada por hierros en un accidente de guagua cuando era joven, el resto de su existencia fueron dolores horribles del cuerpo y del alma. Viva la vida, pintado tan solo ocho días antes de su muerte en 1954 es un bodegón compuesto por sandías cortadas con colores vivos y en una de las rodajas, Frida escribió de su puño y letra la frase “Viva la vida”, acompañada de su firma y la palabra “Coyoacán”, lugar donde se encuentra hoy expuesto el cuadro, en su Casa Azul.

Las internacionales de la selección española de balonmano llevaron pegatinas de sandías en sus zapatillas como protesta frente al genocidio.

Las sandías han vuelto a la actualidad desgraciadamente para reivindicar resistencia, la del pueblo palestino, con cuya bandera esta fruta comparte los colores, pero además es un grito desesperado de amor a la vida. Estos días, tras declararse la terrorífica paz de Trump, o como la ha denominado la periodista de eldiario.es Olga Rodríguez, la fase 2 del genocidio israelí, hemos visto a niños palestinos pertrechados con su pequeña maletita, de dos en dos, de la mano rumbo a la escuela, porque en Palestina la vida se cuela por cualquier resquicio, como hace la luz en los bodegones. Entre ruinas, dolor y pérdidas, celebran que hay días que no se escuchan drones, “que el cielo es azul”, dicen los niños con sus también ojos azules en los vídeos que llegan a través de los medios de comunicación internacionales.

Quizá decir Viva la vida en los tiempos que corren es como cuando le decimos a alguien que amamos que todo irá bien aunque no tengamos ni idea de cómo va a ir todo. Es abrir campo dándole una patada al balón en el minuto 90 cuando vas perdiendo, es andar aunque no haya camino y es además lo más valiente y generoso que podemos hacer.

Cuando los integrantes de la banda británica Coldplay visitaron la Casa Azul y vieron el bodegón de las sandías irreductibles, le dedicaron su cuarto álbum de estudio. No vieron tristeza, no había muerte. Para el videoclip de esta canción se metieron todos los integrantes en el cuadro de Delacroix de La libertad guiando al pueblo y crearon un himno que llena estadios de luces. Las redes se llenan de colores de sandías y de banderas de Palestina, en memoria de los asesinados, como grito de ánimo a los que caminan y reconstruyen el futuro. Con todo, lo mínimo que podemos desear desde el herido occidente es que ¡Viva la vida!.

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