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Las ciudades españolas apuestan por convertirse en “inteligentes” pero son poco participativas para el ciudadano

El ministro de Industria, Energía y Turismo, José Manuel Soria, durante la presentación en Las Palmas de Gran Canaria de un estudio de la consultora Deloitte sobre las Ciudades Inteligentes. EFE/Quique Curbelo

EFE

Las Palmas de Gran Canaria —

Las ciudades españolas que han apostado por convertirse en “inteligentes” han hecho grandes avances en digitalizar la administración y en implantar servicios que mejoran su transparencia, pero la mayoría sigue bastante rezagada en otro aspecto: abrirse a que el ciudadano participe.

La consultora Deloitte ha presentado este lunes en Las Palmas de Gran Canaria el informe que le encargó el Gobierno sobre el estado en España de las llamadas ciudades inteligentes, en un acto al que ha asistido el ministro de Industria, José Manuel Soria.

El informe ha analizado las experiencias de 70 ciudades de más de 100.000 habitantes y las llevadas a cabo en el mismo ámbito por otros 130 municipios de entre 20.000 y 100.000 vecinos.

Sus conclusiones revelan que, hasta ahora, los grandes ayuntamientos se han centrado en el “Gobierno inteligente”, un ámbito en el que el 55 % de las grandes ciudades han hecho ya todo tipo de progresos: digitalización de la administración (59 %), transparencia (58 %), participación (53 %), información geográfica de la ciudad (48 %) y planificación estratégica (46 %).

Más al detalle, esos avances han llevado a que el 69 % de esas ciudades tengan página web corporativa, el 66 % cuente con un portal de transparencia y una sede electrónica, el 65 % permita hacer trámites telemáticamente, el 50 % esté presente en las redes sociales y el 50 % se haya dotado de una cartografía electrónica.

En el extremo contrario se encuentran los servicios denominados “Ciudadanos inteligentes”, aquellos que pretenden que las tecnologías sirvan para ayudar a que los vecinos colaboren en la gestión pública y para que nadie quede fuera de las ventajas que ofrece la digitalización del municipio. Solo una de cada cinco “ciudades inteligentes” (el 19 %) trabaja por ahora en ello.

Si el foco se pone en las ciudades más pequeñas (de 20.000 a 100.000 ciudadanos), se repite el mismo esquema, pero mucho más acentuado: el 52 % de los municipios medianos ha progresado en transparencia y digitalización de la administración, pero solo un 1 % ha implantado servicios que ayuden al vecino a participar.

En medio de esos dos extremos, se encuentran otros cuatro ámbitos, con niveles de desarrollo de entre el 20% y el 33% en las grandes ciudades que aspiran a llamarse “inteligentes”.

El 33 % ha dado pasos en este ámbito en el Medio Ambiente (zonas verdes, gestión de residuos, energía o agua), el 32 en Economía (turismo, consumo, comercio y empleo), el 27 % en Movilidad (transporte público, gestión del tráfico y conectividad) y el 23% en Condiciones de Vida (salud, educación, cultura, ocio, servicios sociales, seguridad y urbanismo).

El ministro de Industria, José Manuel Soria, ha destacado la apuesta del Gobierno por impulsar este tipo de servicios, que responde, ha explicado, no solo a la intención de facilitar que “nadie se quede atrás en internet”, sino también al propósito de impulsar el desarrollo de una industria digital en el país.

Soria ha recordado que la gran mayoría de los servicios que componen la oferta de una “ciudad inteligente” ni siquiera existía cuando el fundador de Apple, Steve Jobs, presentó en 2007 el primer “teléfono inteligente” y afirmó, rotundo, que lo iba a cambiar todo.

“Los cambios que hemos conocido desde entonces son pocos en comparación con los que están por llegar”, ha añadido el ministro, que ha recordado que España es líder en Europa en despliegue de líneas de fibra óptica hasta el hogar y tiene una de las tasas más altas de implantación del 4G móvil, gracias al llamado “dividendo digital”.

Soria ha aprovechado su conferencia para llamar a las empresas y a las administraciones públicas a trabajar en dos ámbitos: procurar que ningún ciudadano se quede al margen y mejorar en seguridad, para que el usuario de los servicios digitales sienta en ellos la misma confianza que demuestra en el “mundo real”.

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