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El arte es un lugar donde habitar

El arte es un lugar donde habitar

Eva González

Las Palmas de Gran Canaria —

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Acercarse al Espacio Cultural El Tanque en Santa Cruz de Tenerife estos días y hasta el próximo 25 de agosto será casi como estar en casa. Y digo casi, porque en este caso-casa, el visitante deberá respetar unas reglas de juego antes de invadir el espacio que será la vivienda habitual de la artista. Quien se acerque podrá preguntarse, ¿qué hace esta mujer aquí y qué significa esto? No es una pregunta fácil de responder. Podrían surgirle otras muchas o incluso llegar a sentirse apto para subir al carro de la metáfora que se plantea y viajar. Sentir la pequeñez del ser humano frente a lo que le rodea le puede llevar a atravesar límites y paredes, a perseguir y buscar su lugar y por el camino, llegar de forma autónoma a sus propias preguntas, auténticos cimientos para una casa, independientemente del lugar o el tiempo. En principio, nunca un espacio así fue construido para ser habitado.

Montar la instalación conllevó una mudanza real; de una isla a otra, de una vivienda convencional a un antiguo depósito de queroseno. Una curiosa trasladación de espacio que no implica abandonar el anterior. La resonancia de los sonidos, una vez dentro de El Tanque, y la oscuridad que allí reina, recuerda a un templo. Un mueble antiguo de madera y mármol preside el recibidor. A los pies del mismo y hacia un lado sobre el suelo hay tres casitas de papel, sobre el mármol frío de la consola descansan otras dos piezas del mismo tipo y distinto tamaño. Piezas de una obra anterior Salir a flote, 2016. Villa Ada, Roma.

El decorado de esta primera instancia nos adentra e invita a los distintos mundos que se dan en el mismo espacio. No espere atravesar puertas convencionales con manillas a las que agarrarse, se le aconseja confiar en la apertura, suya y la que ofrece el espacio. No se obstine en saber por dónde quiere empezar. Empiece y recorra a su antojo. La ligereza de las casas decorativas hechas de pliegos, en la misma línea que las paredes que dividen las distintas estancias; tiras larguísimas de papel crudo colgantes hasta el suelo, podría llevarle a pensar en lo efímero y frágil o también en lo perecedero. Sus pasos podrían de la misma manera acercarle a la densidad y el aplomo de los muebles y baúles heredados, lo perdurable o perpetuo. Dependerá de usted y de la apertura con la que transite el espacio, que el número de planos se multiplique, o sólo vea lo que iluminan los focos.

Hay instancias donde contrastan los objetos antiguos con los modernos, hay un espacio abierto (casa sin puertas) dentro de un espacio cerrado (Tanque). Hay. Pero hay que encontrarlo. El hallazgo no está dentro de los baúles ni en los armarios. Puede estar seguro de que está a la vista.

“¿Es natural la sobreexposición a la que nos enfrentamos a diario?”, se pregunta la artista

Fijándonos en los materiales, los objetos y el mismo lugar habitado, un espacio de grandes dimensiones, observamos una serie de contrapuntos que, como en la técnica de composición musical del mismo nombre, relaciona dos o más voces existentes e independientes con la finalidad de obtener cierto equilibrio armónico. Y es que, aunque a este proyecto le preceden Salir a flote (2016), Habitar una palabra, 2016, Instituto Cervantes-Maq´ad del Sultán Qaitbey, El Cairo y Tallar la decepción, 2017, Sala San Antonio Abad CAAM, Las Palmas de Gran Canaria, la artista continúa investigando en la idea de la fragilidad de la casa pero incorporando ahora, en este último proyecto que desarrolla en El Tanque, el concepto del ojo que todo lo ve. “Yo vengo de la escultura -comenta Aldaz-, y los proyectos realizados hasta ahora tienen que ver mucho con el espacio, pero eso no quiere decir que siempre represente las tres dimensiones. A veces uso la escritura, la imagen u otro medio que me ayude a expresar, aun así sigo tratando cuestiones espaciales”.

Aldaz, sin intención de transmitir mensaje concreto mediante su obra si alude a la posible suscitación de preguntas en el público espectador. De puertas para dentro muestra su postura, “la sobrexposición a la que estamos acostumbrados desde hace aproximadamente unos 15 años ha sido generalizada y no es natural”. Así lo considera quien asegura que la invasión del espacio íntimo produce incomodidad y una situación de vulnerabilidad a la que no prestamos demasiada atención. El gran inconveniente es la manipulación, nos convertimos en objetos de mercado“. Mientras se acercan los visitantes que pueden estar si lo desean a la distancia de una mano, lo van comprobando. Durante la visita, podrían encontrarla en la casa realizando cualquier tipo de gestión cotidiana o las mismas tareas domésticas, como es el caso de hoy, o no hallarla dentro porque haya tenido que salir, bien a realizar compras o cualquier actividad de las que todos realizamos a diario. Al fin y al cabo, esta es su vida, su obra, hacer y provocar preguntas y sensaciones y a la que tú estás invitado. Esther Aldaz vive y proyecta de la misma manera. ”Según avanzaba en el proyecto -explica-, iban surgiendo otras preguntas y eso es lo que hace que una obra esté viva. Si me surge una idea y esa idea la mantengo desde el principio hasta el final no estoy trabajando en el proyecto -añade-, estaría diseñando y ejecutando algo, pero perdería la viveza de la obra“. El día de la inauguración la gente no recibió instrucciones, desconocían que habría dentro y qué ocurriría. Al no haber nadie en la puerta, ellos invadieron la casa directamente. ”Me miraban alucinando. Yo ni saludé y seguí desarrollando mi performance, sintiéndome cada vez más violenta. Supongo que ellos también. La cosa es dejar surgir los accidentes que acaban dándole todo el sentido“.

El espacio en el que estamos no es casual. Fue el elegido por Esther Aldaz quien lo define como “una especie de catedral de la ingeniería industrial, un espacio muy rico porque se solapan distintas temporalidades. Yo tenía muy claro que me apetecía hacer algo aquí. El reto era afrontar el peligro de que la obra quedara diluida en el espacio”. Y así yendo y viniendo de la metáfora a la realidad, saliendo y entrando sin puertas o paredes que nos limiten, es la mejor forma de pasear por esta casa. Recuerdos podrían llegar a su mente, reflexiones, hechos pasados y presentes… Es fácil perdernos y desaparecer en medio de un sistema industrial, recordemos cuando en las fábricas empezamos a ser números dejando de ser personas o en este sistema capitalista, abocados a la velocidad de la productividad. La idea de poder quedar diluidos nos resulta familiar, no lo podemos negar.

“La instalación, más que con la idea de ‘vivienda’, tiene que ver con la idea de ‘casa como lugar en el mundo’, asegura Esther Aldaz

Un sesgo dramático se percibe en la obra. A veces nos sentimos perdidos en esta inmensa red de acciones y trabajos donde cada vez queda más lejos lo artesanal y aumenta de forma veloz la productividad exigida. Quien se adentre en la casa podrá toparse por ejemplo con alguna planta. ¿Cuánto va durar esta planta aquí?, es la primera cuestión que podría surgir… Muchos elementos hablan de la consonancia o disonancia, según se mire, nos hacen entrar y salir de una época a otra de un espacio a otro, de la misma manera que en la instalación, sin puertas ni pasajes. Todo en un mismo momento y espacio, adentrándonos a la vez en el concepto de heterotopía, columna vertebral de este proyecto.

Michael Foucault denominó a la heterotopía como el espacio del mundo contemporáneo por excelencia. Frente al conjunto jerárquicamente organizado que caracterizaba al mundo medieval, hoy en día “el espacio en el que vivimos (…) es un espacio heterogéneo. En otras palabras, no vivimos en un espacio vacío, dentro del cual localizamos individuos y cosas. (…) vivimos dentro de una red de relaciones que delinean lugares que son irreductibles unos a otros y absolutamente imposibles de superponer”.

“Creo que el arte produce grietas -asegura Aldaz-, y ahí es donde yo quiero habitar. Eso es lo interesante. Es desde donde único se puede mirar y ver sin estar inmerso en la ceguera. Cuando tú estás creando, estás mirando en una dirección en concreto. Si pretendes mirarlo todo a la vez estás listo. Hay que concentrarse en algo. Yo me instalo en esas grietas y ahí puede producirse una separación o una junta. Es un momento delicado. Y desde esos lugares límites y fronterizos es desde donde se producen cosas interesantes, las que provocan cambios y mezclas de una cosa con la otra. En el borde, en el límite”.

La Refinería de Petróleo de Santa Cruz de Tenerife propiedad de CEPSA, a la que pertenece este Tanque, hoy reconvertido en Espacio Cultural y situada en el municipio de Santa Cruz de Tenerife, comenzó a operar en 1930 para sustentar la base de abastecimiento energético de Canarias. Fue la industria más grande y más importante del Archipiélago Canario, además es la refinería más antigua de España. Su situación estratégica le permitió abastecer de derivados petrolíferos a diversos mercados (canario, peninsular, africano y americano).

Volviendo a lo concreto y fijándonos de nuevo en los elementos del interior de la casa -comenta Aldaz-, los elementos que destacaría son el recibidor, el dormitorio y el televisor. Empezando por el principio y habiendo señalado anteriormente lo que nos encontramos en el recibidor,-aclara Aldaz-, “un mueble antiguo por el que ya se prefigura que mis cosas no son sólo mis cosas, son las mías, las de mi madre, las de mi abuela…Mis cosas son mis cosas y las de toda mi familia. Aquí hay mucho en juego. Entras y ves el espejo del año de la polka. El mueble del año de la polka y mis casitas de papel, subidas y alrededor. Eso me parece bastante simbólico”.

“La casa conformada en un antiguo depósito de queroseno podría estar a punto de explotar. He aquí una de las lecturas posibles”, adelanta Esther Aldaz

Sobre la televisión, que como de costumbre ocupa un lugar relevante del salón, al contrario de lo que ocurre en nuestros días, Aldaz toma en su mano el uso y contenido del aparato y lo adapta para remitirnos directamente a la idea de habitar y deshabitar, de estar y no estar o de estar en dos sitios a la vez. Lo que vemos en la imagen es lo que está ocurriendo a tiempo real en su casa habitual de Las Palmas de Gran Canaria, ahora vacía como resultado de esta mudanza artística, a la que volverá después de los dos meses que dura la exposición.

Del dormitorio dice que ha logrado crear un espacio cómodo y confortable donde puede descansar, aspecto al que le da suma importancia.

Según prestamos más o menos atención a los objetos van apareciendo cuestiones tangenciales, obligándote a salir y entrar de una idea a otra, evitando la asfixia que puede surgir en un lugar cerrado y oscuro como El Tanque. Contrario a lo que podría pensarse, todo es amplitud. Dos revistas Ajoblanco sobre una silla, o una publicación sobre la mesa del salón hablan por sí solas. En esta última la portada reza, “Los bancos van a poner a los pobres a beber en abrevaderos”. Leopoldo María Panero.

El carácter nómada al que nos evoca la mudanza, la sobrexposición a la que nos hemos acostumbrado a través de las redes, el daño a la ecología representado por una planta en un lugar donde sólo hay luz artificial y otras cuestiones que descubrirá el que visite la exposición hablan nada más y nada menos que de nuestro presente.

Esther Aldaz, observadora de nuestra realidad, asegura que sólo puede construirse utilizando el pasado. “Aunque hay ciudades que destruiría enteras no creo que se trate tanto de destruir como de reciclar, reutilizar y adaptar”.

En esta instalación vuelve a reflejar su búsqueda de ese lugar que nos falta. Al ser humano siempre le falta algo o al menos suele vivir con esa sensación. De ahí la religión y otras tantas maneras místicas que intentan satisfacer o provocar la unión con el Universo. “Para mi ese lugar nos falta a muchos niveles, no sólo físico. Virginia Woolf y las feministas ya hablaban de ello. Una habitación propia es un ensayo que trata sobre la construcción de tu propio lugar. Yo sólo puedo sentir como míos los lugares que yo construyo”.

Esta instalación conforma un autorretrato de Esther Aldaz, una metáfora en la que, -asegura la artista-, hasta un niño de 5 años podría ver una casa dentro de un tanque de gasolina y pensar, esto podría arder o explotar. Es la primera asociación, la más básica. Mucha gente vive en su burbuja sin darse cuenta que esta sociedad está a punto de explotar. El modo de vida capitalista ya ha dejado evidencia de ello. Por otro lado, -se pregunta la artista-, ¿Por qué alguien se iría a vivir a un tanque? Pues mira hay miles de personas que no tienen dónde meterse. “No soy sólo yo y mi historia, creo que partiendo de lo particular hay mucha gente que puede verse reflejada en todo este asunto. Hay gente que se tira al mar para buscar una casa. Pero mi planteamiento es mucho más primario. Hablo de la Casa como un lugar propio, que es de lo que la mayoría de la gente carece. Pensamos que por tener una casa y un techo sobre nuestras cabezas ya tenemos un lugar en el mundo y puede ser que no. Uno puede ser extranjero en su propia casa”.

“Uno de los retos que presenta habitar El Tanque, una especie de catedral de la arquitectura industrial, es no quedar diluida en el espacio”, explica sobre su nuevo proyecto

En los últimos días se ha hecho público que el proyecto de Esther Aldaz De qué hablamos cuando hablamos de futuro ha sido seleccionado para formar parte de la 13º Bienal de La Habana, que tendrá lugar desde el doce de abril al doce de mayo de 2019 en la capital cubana. Esta Bienal está reconocida como uno de los eventos más prestigiosos de Latinoamérica, el Caribe, y el mundo.

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