Canarias quiere a la foca monje de vuelta

Hembra adulta de foca monje. | M. A. Cedenilla

Fernando Del Rosal

Las Palmas de Gran Canaria —

Tras una reunión en Fuerteventura llevada a cabo para acordar un plan de acción para la recuperación de la foca monje en el Atlántico oriental por especialistas de Mauritania, Marruecos, Portugal y España, “se ha llegado al acuerdo de aceptar la translocación como medida de conservación”, explica el biólogo Miguel Ángel Cedenilla, el primer paso para traer de vuelta a esta especie a las aguas canarias, de donde fue esquilmada definitivamente a lo largo del siglo pasado.

Cedenilla es biólogo y técnico de la Fundación CBD-Habitat, que lleva el proyecto de conservación de la foca monje de la colonia de Cabo Blanco, Mauritania, ahora mismo la mayor esperanza para la especie. “Somos un grupo pequeño, por lo que nos clasificamos en técnicos y un director de proyecto”, aclara este científico cuya misión profesional es salvar ni más ni menos que a una especie de su extinción.

“No hay nada consolidado, lo que está bien es que haya habido acuerdo con el grupo de implantación de la foca monje en el Atlántico. Hay muy buena voluntad por parte del Cabildo de Fuerteventura”, que ya han visitado, “tienen bastante voluntad de tirar para adelante”, continúa Cedenilla. “No existe ahora mismo ningún proyecto ni programa de reintroducción de la especie”, explica, pero sí ha habido una reunión del grupo de Trabajo del Plan de Acción de la Foca monje en el Atlántico oriental, en Fuerteventura, con representantes de los cuatro países implicados, Mauritania, Marruecos, Portugal y España, donde sí se ha hablado de ensayos de translocación de ejemplares para fundar nuevas colonias en las Zonas de Especial Conservación para la Foca Monje (Zefcm) del Plan, como medida de conservación de la especie. “Esto es un paso muy importante, que el grupo de trabajo esté de acuerdo en esto. Pero ahora queda por hacer todo el proyecto o programa de una posible reintroducción de la especie”. Cedenilla no quiere “mojarse”, pero augura la posibilidad de que en cinco años estemos hablando de los primeros individuos jóvenes habitando aguas canarias. Para ello es necesario un estudio de viabilidad en las posibles áreas que se elijan, tanto en el aspecto ecológico como social, pues “la sociedad debe participar y estar de acuerdo en ello, todos los sectores, incluidos los pescadores”. Y una vez obtenido los resultados, entonces sí, plantear un proyecto en firme. Para esto queda algún tiempo, pero está más cerca de lo que podamos pensar“, cree el técnico del proyecto de conservación de la Monachus monachus en las costas mauritanas. ”Hemos visto que va mejorando“, indica el científico respecto a ”un buen ritmo anual de crecimiento“ en la reserva. Este crecimiento alcanza una tasa considerable de aumento de focas: 120 animales en el año 2000 a 250 en la actualidad, más teniendo en cuenta que cada madre tiene máximo una cría por año como dificultad añadido a la alta mortandad de las crías. Muchas mueren en las cuevas donde se refugian cuando hay temporales y se chocan contra las paredes. Otras en recorridos exploratorios que las conducen a las redes de pesca donde quedan atrapadas.

La foca monje es la única especie de fósido (familia de los mamíferos que incluye a las focas, las morsas o los leones marinos) que hay en aguas españolas, en la Península y en Canarias. Su presencia se hacía notar, antes de su paulatina desaparición, por toda la costa mediterránea y el Mar Negro e incluso bajaba por el Atlántico oriental hasta Cabo Verde, incluyendo a los archipiélagos de Madeira, Cabo Verde y Canarias. “Las poblaciones fueron enormes, de miles de ejemplares”, corrobora el biólogo.

La mano del hombre es la causa directa de su drástica y peligrosa mengua en todos estos lugares, “se ha esquilmado intencionadamente”, comenta Cedenilla, “empezaron los colonizadores de las islas Canarias y Madeira desde el siglo XV para explotarlas comercialmente con la venta de su piel y de su grasa, y han ido a por ella hasta que se han cargado prácticamente todas las colonias hasta que en el siglo XVII ya dejó de ser rentable su captura, porque había muy poquitas y casi no las encontraban”. La pesca intensiva del Mediterráneo acabó con la mayoría de estos mamíferos en el 'Mare Nostrum'. Terminaron por refugiarse en los entramados de cuevas submarinas que allí abundan para poder subsistir hasta la fecha. Este refugio no lo hay en Canarias o Madeira, donde las focas habitaban un territorio “a cielo abierto formando grandes colonias”.

A partir de los siglos XIX y XX el problema pasó de la caza a discreción a la pesca. “Empezó el desarrollo de la pesca industrial y las focas se enmallaban en las redes, a parte de los pescadores que las mataban porque las veían como competidoras”, mas con el gran desarrollo hotelero que vino con el auge del sector turístico en los años 60, 70 y 80 terminó por culminar la faena: “El desarrollo de las construcciones en el litoral y la transformación artificial de la costa ha ido disminuyendo sus posibilidades de encontrar sitios tranquilos”, apunta el científico. Este apuntalamiento las erradicó de las costas españolas del Mediterráneo y Canarias.

La especie está en una situación que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) cataloga de grave peligro de extinción. Actualmente conforman colonias en Cabo Blanco, Mauritania, la más importante del mundo con cerca de 250 animales, Madeira, Portugal, con una población de entre 25 y 30 focas, y el resto se sitúa entre Grecia y Turquía, en el Mediterráneo oriental. Los lugares que acogieron tradicionalmente a la foca monje se convirtieron en hostiles con el paso del tiempo y aún al final también se las podía ver en la costa marroquí, e incluso hubo un reciente avistamiento en la costa de Libia.

El exterminio de la foca monje, si cabe esta palabra, se produjo con anterioridad a la aparición de las regulaciones que protegen a las especies y sus ecosistemas, “se ha llegado tarde”, dice Cenedilla, de modo que “ahora estamos muy volcados en los lugares donde queda” y “se está trabajando contrarreloj y en las peores situaciones, como dejar a un enfermo a punto de morir y decir: Ahora lo vamos a salvar”, expresa Cedenilla su deseo.

Las características de la foca, como mamífero marino, la dotan de una ambivalencia por la que habita y se desenvuelve tanto en tierra como en el mar. En las aguas encuentra su alimento, el pescado, y en tierra agradece las playas y las cuevas, donde conciben a las crías y encuentran refugio para su protección y desarrollo. “Es un requisito indispensable”, subraya Cedenilla. Sin embargo, la foca monje tiene la particularidad de que “es una de las pocas especies de pignípedos en aguas tropicales, siempre asociamos a los pignípedos con aguas frías, al norte o en cualquiera de los dos polos”. Esta y su hermana, la foca monje de Hawai, son las únicas que se arriman áreas calientes del globo.

La Isla de Lobos fue, recuerda Cedenilla, “un lugar que encontraron los colonizadores repleto de focas, había miles”, concretamente en la Playa de la Concha, “era de los sitios más destacados” con presencia de este animal. Y tal vez pueda recuperarlo.

En 1995 se iniciaron las actuaciones dirigidas a la reintroducción de la foca monje en Canarias, a través del proyecto Life, aprobado por la Comisión Europea en 1994 en colaboración con el Ministerio de Medio Ambiente a través de convenios con la Universidad de Las Palmas, la Universidad de Barcelona y la Asociación para el Estudio y Conservación de la Foca Monje (Isifer). Se estima que el regreso de la foca monje al Archipiélago canario y en concreto a Fuerteventura recuperaría un corredor natural genético con otras poblaciones de Mauritania y Madeira.

El proyecto en Mauritania

“Está en boca de todos mover grupos desde la colonia concentrada en Cabo Blanco, porque las epidemias, las mareas negras o las mareas rojas podrían llevar al traste a esa gran colonia”, explica Cedenilla, “la más nutrida y mejor estructurada socialmente de las que hay ahora mismo”. En 1997 hubo una marea roja de algas tóxicas que acabó con dos tercios de la población, que pasó de más de 300 animales estimados a apenas 100 individuos. Fue entonces cuando se frustró el proyecto Life para traerlas de vuelta a Canarias, “la población era tan mínima que era inviable extraer individuos de ella”, explica Cedenilla. Ha habido que esperar a la recuperación de la población que se está fraguando con éxito gracias a la creación de una reserva sin molestias para las focas, que se vigila diariamente en un área de seis kilómetros de largo donde se sitúan las cuevas de cría principales en la costa mauritana. La población casi se ha recuperado y alcanza las 250 focas.

El actor decisivo que auspicia la translocación de las focas es el problema de la poca supervivencia juvenil de la colonia mauritana. “Hay muy pocas focas que sobreviven al primer año de vida, y estamos sospechando que está interrelacionado con las artes de pesca. Cuando salen de la reserva van en plan exploratorio, no se alimentan bien y no saben defenderse de la redes y caen en ellas”. El científico explica que trabajan con la población más joven en cuanto terminan el período de lactancia, para capturar algunos ejemplares y trasladarlos a otros lugares a modo de ensayo para “intentar fijar individuos a una zona determinada”. Los científicos estiman que las translocaciones empezarán por extenderse en la misma costa mauritana, más al sur de Cabo Blanco, y al norte en la costa de Marruecos. “Estos experimentos nos van a dar pie para dar el salto a Canarias con una población pequeña e ir reforzando cada año o cada dos, porque no podemos llevar de golpe a muchos, serían apenas cinco o seis animales: Dos o tres machos y tres hembras”. Es así como la foca monje podrá seguir creciendo y a la vez diversificar poblaciones para evitar el colapso en caso de un accidente como el de la marea roja.

Los especialistas ven viable la reintroducción en términos científicos, pero son conscientes de que es igualmente necesario el compromiso de las administraciones locales y los habitantes que van a acoger a las focas. Mediante un plan de viabilidad que incluya el compromiso de las autoridades sobre el aseguramiento de las buenas condiciones para los animales y de la ausencia de peligros en la zona. Por ello Cedenilla pone el acento en la necesidad de “la aceptación social” y de que “todos los sectores sociales se comprometan a conservar y a defender esa colonia”; de lo contrario no duda en afirmar que “el proyecto fracasaría”.

Una relación bien avenida

La presencia de focas en Canarias “económicamente podría ser un valor añadido como atractivo turístico que seguramente genere más dinero que su falta. Es un atractivo para los visitantes y puede contribuir al motor económico que representa el turismo”, comenta Cedenilla.

En cuanto a la Monachus monachus, su regreso al Archipiélago le proporcionaría un medio ideal, concretamente el que pueden proporcionar dos Reservas de la Biosfera como Lanzarote y Fuerteventura. “El grado de protección que se ha dado en el pasado y la concordia que hay en el sentido de querer un desarrollo sostenible y conservar el medio natural como un valor”. El desencuentro entre Canarias y la foca monje puede terminar con un reencuentro feliz, y como dice Cedenilla, “les tenemos que dar un espacio y dejarlas tranquilas”. Luego puede pasar de todo y que la especie se adapte a nosotros y coja confianza, “si somos tolerante con ella, ella lo va a ser con nosotros”, apunta el científico; “no me extrañaría que acabara alguna foca durmiendo al lado de los turistas” si nos ganáramos esa confianza, a cambio de darles “tranquilidad” y respeto.

De hecho y en el marco de esta interrelación, el equipo de la Fundación CBD-Habitat da fe de una respuesta positiva concretamente de los pescadores de Fuerteventura, quienes han transmitido al equipo científico su defensa y apoyo de la creación de reservas marinas para poner coto a la desmesura que conlleva el uso de ciertas artes de pesca, que además están prohibidas como el uso de redes de pesca. “Ellos mismos se han dado cuenta de que si esquilman el medio marino no va a haber recursos ni para ellos ni para las focas, y las focas son un gran bio-indicador de la calidad ambiental de medio marino”, concreta Cedenilla.

Y es que el hecho de que la foca monje pueda sobrevivir es el mejor indicativo de la buena salud del entorno, prueba de una naturaleza fuerte y rica, en este caso también prolífica en variedad y calidad del pescado. La cuestión que plantean pues desde la ciencia y ya desde los propios pescadores es la explotación sostenible que coadyuve a la recuperación de todo el medio marino.

El funcionamiento de un ecosistema es fruto de la interrelación que existe entre todas las especies e individuos y de las condiciones ambientales y físico químicas que hay en ella. El ecosistema marino de las Islas sufrió un desajuste con la desaparición de la foca monje, pero la naturaleza misma produce los ajustes necesarios para el equilibrio. Es lo mismo que ocurriría en el caso del regreso de la Monachus monachus, “cuando aparecen individuos nuevos todo se altera un poco, hasta que se vuelve a reorganizar”, dice Cedenilla, y es aquí donde los ecosistemas encaran su prueba de fuego y muestran su capacidad de respuesta, lo que se denomina la resiliencia, el poder para recuperar e incluso aumentar la biodiversidad que puede acoger.

El proceso, de este modo, debe llevar continuos pasos adelante, pero han de ser firmes y aportar todas las garantías. Reconciliar entornos y seres vivos, más cuando en la ecuación se conjuga al ser humano, es trabajo de artesano. Los logros del equipo de la Fundación CBD-Habitat sólo se pueden medir en una perspectiva de cerca de 18 años, un enorme esfuerzo científico, físico y económico y los envites de la naturaleza, pocas veces previsibles y menos de ellas controlables. Poner en valor el trabajo y la lucha por la supervivencia de un ser vivo es complicado mediante palabras, aunque tal vez puedan aproximar los inapreciables méritos del proyecto, como el hecho de haber logrado ya un nacimiento en tierra, atesorar un control exhaustivo de la población que permite al equipo conocer todos los individuos de la reserva y disponer de un catálogo de investigación, o el hecho de que ahora pueden hacer el seguimiento de una foca desde que nace hasta que es adulto e incluso su muerte.

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