Dos células comunistas en Editorial Prensa Canaria

Portadas de los diarios La Provincia y Diario de las Palmas. (CA).

Rafael González Morera

Las Palmas de Gran Canaria —

El crecimiento por entonces de militantes periodistas en el PCC/PCE había sido tan grande que en Editorial Prensa Canaria tuvimos que dividir los cuadros en dos células: entre el Diario de Las Palmas La Provincia llegamos a sumar catorce miembros. En mi trabajo, aparte de los camaradas de mi célula, nadie sabía que era miembro del partido, ni siquiera Antonio Lemus, mi jefe en la sección. Como era periodista deportivo, en la Brigada Político Social tampoco tenían conocimiento del asunto/trasunto político, en realidad tenían poco conocimiento de todo lo que pasaba delante de sus narices, y por supuesto no les entraba en la cabeza, ni al jefe de la BPS, Heliodoro Rodríguez, ni a ninguno de sus torturadores esbirros.

Con este peligroso sujeto tuve varias anécdotas, y una de ellas sucedió en las puertas del Estadio Insular antes de un encuentro de la Unión Deportiva un sábado por la noche. Utilizaba para el trabajo uno de los coches de La Provincia, y en muchas ocasiones aprovechaba para cargar el portabultos de propaganda del partido para tras terminar la crónica, hacer una buzonada o reparto de octavillas, etc. Heliodoro Rodríguez me conocía y en muchas ocasiones me preguntaba por el equipo, qué tal, cómo veía el partido… Una noche estábamos hablando al lado del Volkswagen de La Provincia, con el portabultos cargado hasta los topes, y en eso que llega Pepe Rivero que conocía el contenido que había en el coche, y se queda lívido, blanco, amarillo. Luego, dentro en el Estadio Insular, me diría: “pero, ¿tú estás loco, y si le da por revisar el portabultos?” “Pepe, Heliodoro lo más que puede pensar es que en el portabultos tengo balones de fútbol”, le respondí.

La otra anécdota con Heliodoro fue cuando detuvieron a mi hermano Óscar en octubre de 1975. Había puesto una pancarta con una compañera de la Facultad de Medicina de La Laguna en la calle Tomás Morales, a la altura del Instituto Pérez Galdós, con el lema “Amnistía para los presos políticos”, y un guindilla los detuvo. Tras pasar por el cuartelillo, lo trasladaron con su compañera a los calabozos de la Policía Armada en el Gobierno Civil, y rápidamente el partido organizó una manifestación saliendo de la Plaza de las Ranas hasta la Plaza de la Feria, encabezando el numeroso grupo Antonio González Viéitez, Juan Cambreleng Roca y Sebastián Alzola Tristán.

Al llegar frente al Gobierno Civil, la actual Delegación del Gobierno, había no menos de veinte policías armados, los temidos grises, que para amedrentar a los manifestantes cargaron sus fusiles y se oyeron nítidamente los cerrojos al introducir una bala en la recámara. Toni González Viéitez negoció una entrevista con el gobernador civil y a mí tras muchos estiras y encoges me autorizaron entrar a ver a mi hermano Óscar en los calabozos. Me pasaron primero a una salita en donde estaba Heliodoro que a bote pronto me espetó: “Tú hermano ha confesado que pertenece al Partido Comunista”. “Eso es mentira Heliodoro, porque no pertenece a ese partido ni a ningún otro”. “No me vengas con cuentos, y tú también perteneces al pececito rojo, además ya sé quién es el jefe del Partido Comunista, Juan Cambreleng”. “Quién, ¿yo comunista?, venga hombre, en la vida estaría con esos rojos, ni loco, oye ¿no habrás torturado a mi hermano?”.

La furia de Heliodoro Rodríguez, jefe de la político social

Se levantó hecho una furia: “¡Coño, nosotros no torturamos a nadie, te voy a dar una patada en los cojones!” “Heliodoro, ya me estás torturando psicológicamente, me estás metiendo miedo con tus gritos y amenazas”. Lo de Cambreleng jefe del PCE lo contaba después a varios camaradas que se desternillaban de risa, porque Juanito era monárquico “juanista” (partidario de Don Juan, padre de Juan Carlos Borbón), y un demócrata antifranquista que tenía muchos amigos en el PCE, entre los que me encontraba. Después de una conversación larga y tensa, Heliodoro me dejó pasar a ver a mi hermano, que estaba tranquilo en una celda. Le habían dado un bocadillo y un refresco, y algunos bofetones. Al día siguiente lo pasaron a la cárcel de Barranco Seco, en donde estuvo 27 días acusado de rebelión militar, iba a ser juzgado por el Tribunal de Orden Público, el tenebroso TOP, y en su libertad fueron decisivas las gestiones del juez José Mateo Díaz, del director de La Provincia, Guillermo García Alcalde y del abogado Joaquín Espinosa Boissier, tres grandes amigos.

A partir de entonces Heliodoro me dejó de saludar, y ya en la llamada transición y destinado en Arucas ¡manda huevos con el felipismo!, nos vimos una vez, va y me dice: “Oye, no te guardo rencor, ni tampoco a Pepe Alemán”. Se lo dije a Pepe que se quedó sorprendido con la salida de tono de Heliodoro, que tras pasar por Arucas fue destinado a La Palma. En La Palma vivió muy bien en sus últimos años como inspector de la Brigada de Información creada por el felipismo, después de haber torturado a muchos republicanos y demócratas canarios. ¡Manda huevos con el PSOE y el felipismo colaborador con el franquismo! Felipe González dejó intacta a la BPS que se convirtió en Brigada de Información con José Barrionuevo, creador del GAL, como ministro del Interior, y casi todos los jueces del Tribunal de Orden Público (TOP) pasaron a la Audiencia Nacional.

En mayo de 1976 Santiago Carrillo viene con peluca a Gran Canaria y Tenerife. Había muerto Franco unos meses antes, pero todavía el PCE no estaba legalizado, y Santiago era buscado con denuedo por la Brigada Político Social que sospechaba estaba ya en España. En la isla se aloja en un apartamento de un camarada en La Garita, y se organiza una reunión restringida a la que me convoca con mucho misterio Antonio Cabral, secretario de Organización del partido. Creo que estábamos unos 25 o algo más de militantes en la sala grande de la sede de Prudencio Morales. Santiago, con José Carlos a su derecha, informa de la necesidad de aceptar la propuesta de Adolfo Suárez de renunciar a la República, a la bandera republicana y de defender la democracia de la monarquía española impuesta por Franco.

Tres o cuatro presentes no tragaron de entrada con la proposición carrillista/mauriciana. Recuerdo entre los más firmes críticos a Sebastián Alzola Tristán, Emilio Díaz Miranda, José del Toro y Agustín Vizcaíno, ambos de Comisiones Obreras, alzaron la voz pero fueron aplastados dialécticamente por Carrillo y Mauricio. La mayoría aceptó dejar “congelada” la bandera y la República por la amenaza del Ejército todavía muy franquista. Antonio Ojeda Frías, miembro del partido y de la Secretaría de Comunicación, publicó en Cambio 16 que Carrillo ya estaba en España, y que había entrado disfrazado con una peluca y había visitado Canarias. Tuvimos una fuerte discusión porque había puesto en peligro a Carrillo. Se había enterado por su condición de miembro del PCE, y debía haber respetado la clandestinidad. Estuvimos algún tiempo sin hablarnos. Efectivamente, Carrillo, una de las primeras regiones que visitó “con peluca” fue Canarias, y estuvo oculto tres días en un apartamento en La Garita propiedad de un camarada, mientras asistía a reuniones del partido en Las Palmas de Gran Canaria y Telde, y luego en Tenerife, en donde Juan Pedro Ascanio fue el encargado de “ocultarlo”.

Transformación partidista y orgánica en toda la izquierda

Por estas fechas, diría entre 1975 y 1979, se produce una profunda transformación partidista y orgánica en la izquierda canaria. Los errores de José Carlos Mauricio, la supeditación del PCE a nivel nacional a Adolfo Suárez y Manuel Fraga, con el colaboracionismo de Felipe González y la debilidad de Santiago Carrillo, origina el surgimiento de muchas voces que están disconformes con la ruta que adoptan los comunistas canarios. Antonio Cabral es uno de los que discrepan con Mauricio, por los acuerdos bajo cuerda que adopta con Lorenzo Olarte para tratar de frenar inicialmente a Pueblo Canario Unido (PCU) y posteriormente a la Unión del Pueblo Canario (UPC), que se disparan en sus posibilidades electorales. Las diferencias ideológicas surgen con una fuerza inusitada, y Gonzalo Ángulo, Ana Doreste, Carlos Suárez, Fernando Sagaseta, Agustín Ferreras, Ernesto Luján, Sergio Ibrahím, y otros izquierdistas adoptan posturas divergentes con Mauricio.

Por entonces todavía sigo firme con mi apoyo a Mauricio, hasta el punto que con la divergencia inicial que tuvo con Lorenzo Olarte, le apoyo con todas mis fuerzas, incluso escribiendo en La Provincia un artículo titulado Los pájaros de Pâjara, criticando a Olarte y Asamblea Majorera por la iniciativa de intentar un gobierno de derechas en Canarias, y en el caso de los majoreros para comenzar con sus negocios inmobiliarios y de construcción a mansalva en Fuerteventura. Guillermo García Alcalde, director general de Prensa Canaria, me llamó a su despacho para de muy buenas maneras indicarme que no me metiera con Olarte. Fue la única vez que Guillermo me reconvino y criticó “la tendencia mauricista”, como me dijo, de mí artículo. Decidí no escribir más del tema, pero de ninguna manera apoyar a Olarte y a los asamblearios en la maniobra de controlar el Parlamento de Canarias.

En las elecciones de 1977 Pueblo Canario Unido (PCU) supera al PCC/PCE dirigido por José Carlos Mauricio. El PCU con Fernando Sagaseta y Carlos Suárez recibió el apoyo de las Células Comunistas, el Partido Comunista Canario Provisional, muchos simpatizantes del MPAIAC, en definitiva, de una gran parte de la izquierda y la extrema izquierda. En la provincia de Las Palmas, feudo hasta ese momento de Mauricio, la debacle es total, y el PCU logra 16.543 votos colocándose como tercera fuerza política, tras la UCD y el PSOE, superando a Alianza Popular y al PCE, que queda en quinto puesto con 7.045 votos. Es el principio del fin de Mauricio como dirigente del PCC/PCE.

Después de aprobada la Ley para la Reforma Política de 1976 se da el pistoletazo de salida para la legalización de los partidos políticos que ya operaban en la clandestinidad, y en Canarias existía una multiplicidad de siglas que representaban a numerosos partidos con diversas ideologías, pero con un predominio de partidos situados a la izquierda de PCE. Ese fue el caso de Pueblo Canario Unidos (PCU), formado por las Células Comunistas y el Partido Comunista Canario Provisional, que en realidad fueron los que comenzaron a debilitar el PCE de Mauricio.

La unión de los dos partidos anteriormente mencionados, o para algunos historiadores dos tendencias, generó la fundación de la coalición PCU en el año 1977, liderada por Fernando Sagaseta y Carlos Suárez. El discurso del PCU era el habitual para la izquierda nacionalista de la época. Hay exhortaciones al voto a la clase obrera, a los campesinos, a los jóvenes, mujeres y pequeños propietarios, personándose estos como únicos garantes de su bienestar, así como ataques al imperialismo y descalificaciones hacia las formas de hacer política de la “oligarquía española” y de la alta burguesía canaria. El PCU surge en Las Palmas antes de las elecciones de 1977. Su programa estaba fundamentado en los principios de nacionalismo, socialismo y defensa del derecho a la autodeterminación del pueblo canario, aceptando expresamente la vía electoral y parlamentaria de acción política. Se integraban en esta organización desde comunistas hasta cristianos progresistas de base forjados en la lucha sindical y de barrios; y algunos que habían tenido relación con el movimiento Canarias Libre. La constitución del Frente es entendida a través de la confluencia de sectores de las diferentes fuerzas de la izquierda y que debían confluir en la labor que el PCC(p) desarrollaría en el terreno de las alianzas, intentado llegar mucho más allá de la mera firma de un pacto electoral y por lo tanto, buscando compromisos tácticos más estables y estratégicos. Indudablemente el PCU fue la antesala, el preludio del gran éxito de la posterior Unión del Pueblo Canario (UPC), dirigida también por Fernando Sagaseta.

Creo que en 1976 se empezó a definir el rumbo de la nueva etapa en la que se acabaría con el franquismo. Antes de comenzar la llamada transición fueron unos tiempos de gran activismo político, con una gran propaganda política, panfletos, pintadas, pasquines, movilizaciones, asambleas, manifestaciones, sentadas, y la creación y relanzamiento de muchos partidos. Era una eclosión vertiginosa, con una gran agitación estudiantil en los centros de enseñanza secundaria y en la Universidad de La Laguna.

Los principales dirigentes de Unión del Pueblo Canario (UPC) eran elementos de extracción pequeño burguesa. Destacaban, además de Sagaseta, el abogado Carlos Suárez Látigo Negro, el perito mercantil Andrés Alvarado, el farmacéutico Manolo Bello Cabrera, y los profesores de enseñanzas medias Jesús y Arturo Cantero, y también militantes de la clase obrera, fundamentalmente la célula del barrio de Arenales del PCE. Provienen muchos del movimiento Canarias Libre, que tomó impulsa en Las Palmas, mientras en Tenerife sólo destaóa el abogado lagunero Antonio Cubillo. Es en el despacho de Fernando Sagaseta donde se produce el desarrollo de Canarias Libre, en donde se produce asimismo un gran impulso entre los estibadores del Puerto de la Luz, y se plantea entonces una fusión de Canarias Libre con el PCE, pero con la condición de romper con el comunismo español, que al final rechazan la mayoría de los líderes canarios.

Años después la puntilla final para el PCC/PCE llega en las siguientes elecciones, en 1979. Mucho antes de celebrarse las mismas una serie de camaradas apostábamos por una coalición del PCC/PCE y UPC, la nueva formación de Fernando Sagaseta que había sustituido al ilegalizado PCU. No hubo forma ni manera, porque tanto Mauricio como Sagaseta defendieron con uñas y dientes sus chiringuitos, y de haberse unido pudieron haber obtenido dos diputados. Pero el PCC de José Carlos tuvo una sonada derrota en la cita electoral de 1979 con un ridículo 3,7 por ciento, superado por la UPC con un 11,8 por ciento, que consiguió meter a Fernando Sagaseta en el Congreso de los Diputados. Ese fue el principio del fin del PCC/PCE a nivel canario. Un auténtico desastre. El resultado en Canarias fue de nueve diputados para la UCD, tres para el PSOE, y uno para la UPC con Fernando Sagaseta flamante congresista en la Carrera de San Jerónimo.

Formaron parte de la Unión del Pueblo Canario (UPC) el Partido Comunista Canario Provisional, más tarde denominado Partido de la Revolución Canaria liderado por Gonzalo Ángulo, las Células Comunistas, el Partido de Unificación Comunista de Canarias (PUCC), poco después cambió el nombre a Movimiento de Izquierda Revolucionario del Archipìélago Canario (MIRAC), Asamblea Canaria, Partido Socialista de Canarias (escisión del PSP y del PSOE), Confederación Autónoma Nacionalista Canaria (CANC), Izquierda Nacionalista Canaria, y otros pequeños grupos de izquierda, que recogieron con mucha fuerza lo que había sembrado en 1977 el PCU. En estas elecciones fue la última que se presentó el PCC/PCE, porque ya a partir de 1982 comenzó el baile de siglas de los comunistas ortodoxos, Coordinadora Canaria, Izquierda Canaria Unida (ICU), Iniciativa Canaria Nacionalista (ICAN), -lo de nacionalista fue un oportunismo de Mauricio preocupado por el crecimiento de UPC-, hasta llegar a la gran traición del hasta ese momento dirigente comunista, aliándose con la ATI chicharrera para crear Coalición Canaria.

De entre los militantes del PCC/PCE que se pasaron a UPC, el más sonado y significativo fue Antonio Cabral, que rompió con Mauricio por el pacto que hizo con Lorenzo Olarte para frenar a UPC, objetivo que no consiguieron. Decepcionado y hasta cabreado con Mauricio por haber impedido en 1979 una coalición del PCC/PCE con la UPC liderada por Fernando Sagaseta, y obviamente repetida la operación para las elecciones de octubre de 1982, el de la gran victoria de Felipe González, decido dejar de militar en el partido en donde estuve veinte años, los mejores sin duda con Tony Gallardo. A tal efecto le entrego una carta de renuncia el 22 de junio de ese año a Antonio Manuel Mauricio Rodríguez, Mamé para los amigos, a la sazón secretario de Organización del PCC tras la baja de Antonio Cabral.

De estos últimos años en los que Mauricio interpretó numerosos errores, uno más fue el boicot que le hicieron el propio José Carlos y Fernando González a Pepe Alemán como director de Tierra Canaria, el nuevo órgano partidario que había sustituido al antiguo El Obrero. La anécdota del nombre surgió entre los camaradas mas irónicos y chistosos, porque entre los militantes del partido había muchos hijos con padres propietarios de tierras, como era el caso de Mauricio, Antonio González Viéitez, Isabel Suárez, y Pepe Rivero. Toni González Viéitez también acabaría distanciándose de Mauricio tras el entendimiento de ICAN con la ATI chicharrera. González Viéitez, prestigioso economista, había sido una de las figuras claves del PCC/PCE, pero rompió con Mauricio cuando vio la supeditación total a la ATI chicharrera. ICAN reemplazó a ICU que venía de Izquierda Unida, tras el asesinato político de Mauricio del PCC/PCE, y en esta su nueva etapa derechista acabó entendiéndose con Manolo Hermoso, para terminar formando con la derecha tinerfeña el núcleo duro de Coalición Canaria. El final del exdirigente comunista y converso nacionalista de derecha no ha podido ser más lamentable, con una condena por conducir sin carne, y otra por falsificar un contrato de trabajo falso para la ciudadana cubana Mayra Despaigne.

Los últimos asesinatos de la policía franquista en Tenerife

En la fase final de la dictadura llegaron los últimos asesinatos de la policía franquista en Canarias. Las víctimas fueron Antonio González Ramos, dirigente de Comisiones Obreras en Tenerife, y Javier Fernández Quesada, estudiante en la Universidad de La Laguna. A González Ramos lo mató a golpes el torturador de la Brigada Política Social Manuel Matute Fernández, en la Comisaría de Policía de Santa Cruz de Tenerife. Una muerte horrible originada por los golpes de un karateka salvaje asesino. Antonio había emigrado a Alemania en 1960, y volvió en 1972, y pronto se relacionó con la izquierda, ingresando primero en Comisiones Obreras y luego en el Partido de Unificación Comunista de Canarias (PUCC). Sus actividades políticas antifranquistas le llevaron a caer en manos del torturador Matute, su asesino que lo único que sufrió fue un traslado de destino. El felipismo comenzó a mancharse las manos de sangre utilizando a todos los miembros de la Brigada Política Social, muchos de ellos a partir de 1982 miembros del GAL de José Barrionuevo y Rafael Vera, máximos responsables del Ministerio del Interior del primer gobierno de Felipe González. Y las manos manchadas de heces con la utilización de los jueces del Tribunal de Orden Público (TOP) que ingresaron en su casi totalidad en la Audiencia Nacional.

La última víctima de la dictadura en Canarias fue el estudiante Javier Fernández Quesada, asesinado a balazos por la Guardia Civil en diciembre de 1977, un año antes de promulgarse la Constitución de la monarquía franquista/borbónica y en plena transición (muy poco democrática). Javier participaba en una jornada de protestas, cuando números de la Guardia Civil, que habían invadido el campus de la Universidad de La Laguna, dispararon contra los estudiantes causando la muerte de Fernández Quesada. La fatídica mañana del 12 de diciembre de 1977 se habían programado una multitud de manifestaciones en toda Canarias. Entre ellas, los portuarios, los empleados del tabaco, las guaguas, y a estas protestas se solían sumar los estudiantes. Román Rodríguez, por entonces estudiante de cuarto de medicina en La Laguna, actualmente líder de Nueva Canarias, fue testigo de los hechos, del asesinato de Javier. “La Guardia Civil disparaba a las personas, no al aire”. Por lo visto las balas caían del cielo. Después del ataque de los guardias civiles, numerosos impactos de bala se esparcían por toda la fachada del edificio central de la Universidad de La Laguna. Los asesinos no recibieron castigo alguno.

Y llegó la llamada transición, que no es otra cosa que una monarquía franquista/borbónica muy poco democrática que se ha alargado de abuelos, padres a hijos, hasta nuestros días, y yo con estas canas, decepcionado, defraudado, pero no derrotado. Quizá la frase que incluso actualmente te dicen la gente joven, “abuelo, deje de contar batallitas”, encierra un poco el miedo que hay todavía a la sociología del franquismo, mejor, a los fusiles y a los asesinatos de la dictadura. Creo que la izquierda en España ha estado paralizada, muerta de miedo y a perder votos de la mayoría silenciosa, y del “centro”, de ahí que haya tenido enormes dificultades para elaborar un discurso coherente sobre la historia de la guerra civil. Estimo que ha existido una amnesia voluntaria para explicar desde el punto de vista de la izquierda toda la verdad sobre la II República, sus conquistas humanas y sociales, y el genocidio y los asesinatos en masa del franquismo.

Profesores como Ramón Cotarelo y José Alvarez Junco fueron elementos quienes forjaron la leyenda y las mentiras de la llamada transición. Fraga Iribarne vendió la idea que “Spain is diferent” gracias al sol y las playas, cuando en realidad era un país atrasado por culpa de la Iglesia Católica, y por una burguesía débil que cuando tenía problemas llamaba al Ejercito para que le sacara las castañas del fuego.

Es triste que en España se puede ser demócrata sin ser antifascista, mientras que en el resto de Europa el germen democrático proviene de la lucha frente al fascismo, al nacionalsocialismo. Claro que muchos politólogos y analistas reconocen un “hándicap” que ha existido en la piel de toro, que Hitler, Mussolini y Oliveira de Salazar fueron derrotados, y Franco ganó la guerra civil y murió en su cama. Parece claro que los vicios de la transición son los de la democracia, con un sistema electoral injusto, una restauración política bipartidista, jueces y periodistas escondiendo residuos franquistas. El gran escritor y periodista Manuel Vázquez Montalbán escribió antes de su muerte que “la transición es el cruce de dos impotencias, la impotencia del bunker franquista que no querían que cambiara nada, y la impotencia de los que querían la ruptura, pero que tampoco tuvieron la fuerza suficiente como para lograrlo, y todo se quedó en una suave reforma”.

En diciembre de 1978 la debilidad de la izquierda española, interpretada mayormente por Felipe González y Santiago Carrillo, desembocó en que siete diputados elegidos en las primeras elecciones de 1977 elaboraran una constitución de consenso. Los siete fueron tres de la Unión de Centro Democrático (Gabriel, Cisneros Laborda, Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón y José Pedro Pérez Llorca), uno por el PSOE (Gregorio Peces-Barbas Martínez), uno por el PCE/PSUC (Jordi Solé Tura), uno por Alianza Popular (Manuel Fraga Iribarne) y uno por la Minoría Catalana (Miguel Roca i Junyet, representando a CDC, UDC, PSC y ERC).

Al final, como epílogo trágico para la izquierda canaria, se consumó la gran traición de José Carlos Mauricio, que después de dejar el PCC/PCE, pasó por ICU, IU, ICAN, y terminó en los brazos sugerentemente económicos de la ATI chicharrera, y de defender al Frente Polisario, se hizo amigo de Mohamed VI, de criticar duramente a Alianza Popular, comulgó y hasta fue a misa con José María Aznar y Rodrigo Rato, del cual consiguió unas suculentas subvenciones para empresarios canarios, que le recompensaron con un espléndido chalet en Santa Brígida. Todo un ejemplo de honestidad política. Me da grima volver a escribir de Mauricio, pero para finiquitar al menos de momento esta aproximación al historicismo de la izquierda canaria, digamos que Mauricio al día de hoy me parece una persona incluso algo inestable, porque los últimos desvaríos cometidos conduciendo su coche sin carnet, y la falsificación de documentos para legalizar la estancia en Canarias de una cubana pareja de un amigo suyo, creo que raya en el colmo, pongan ustedes el adjetivo calificativo que mejor les parezca, porque me da cierto reparo ser muy agresivo, lo confieso, por la proximidad política que durante años mantuve con Pepe Carlos.

Mauricio, en una reunión en la sede del PCC/PCE de la porteña calle de Prudencio Morales a la que asistió Santiago Carrillo con peluca y todo, nos vendió la moto y de paso nos metieron miedo, de la importancia de reconocer a la Monarquía y a la bandera franquista/borbónica, y nos reveló las amenazas de Adolfo Suárez y Manuel Fraga a González y Carrillo poniendo al Ejército como posible brazo ejecutor de una ampliación de la dictadura, y aunque Chano Alzola Tristán, Emilio Díaz Miranda, Polillo “el mecánico” y unos pocos más pusieron algunos peros, la dialéctica de Carrillo y Mauricio aplastaron cualquier signo de oposición.

En realidad el pánico que nos metieron fue tan grande que salí para mi casa que estaba muy cerca algo acojonado. Aquello era la intransicióncreada por las fuerzas negras del franquismo representadas por el sanedrín, el sistema económico, y el político con Suárez y Fraga de inductores, y con González bajándose los pantalones y obligando a un Carrillo venido del exilio a admitir al menos un final de su vida en una España aunque fuese pseudodemocrática. Además creo firmemente que en esta etapa de la intransición en Canarias, personajes como Mauricio, Saavedra, Olarte, Bravo de Laguna, Fernando Bergasa, Alfonso Soriano, Vicente Álvarez Pedreira, Ucelay Sabina, Fernando Fernández, y otros muchos, han sido los responsables de un Estatuto de Autonomía de Segunda División y de una Ley Electoral de Tercera Regional. O tercermundista. Lo grave es que dos personajes de la izquierda canaria, Saavedra y Mauricio, han participado activamente en este desaguisado. Y así seguimos…

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