Leyendo las calles de Las Palmas de Gran Canaria

Grupo de jóvenes visitan calles emblemáticas de Las Palmas de Gran Canaria. (Eva González).

Eva González

Las Palmas de Gran Canaria —

El verseador Yeray Rodríguez da el cierre a sus clases con los estudiantes que eligieron no quedarse con la magua y asistir a una de las últimas citas con la asignatura. Alumnos del grado de Lengua Española y Literaturas Hispánicas salen de las aulas, pasean por la calle Tomás Morales, por la Casa Museo Pérez Galdós, paran en la Plaza del Pilar Nuevo de Las Palmas de Gran Canaria, donde el profesor recita un texto a sus alumnos, con cálidos aplausos y caras de admiración, se dirigen a la Casa de Colón y terminan justo a la hora del almuerzo en la calle Doramas.

Las letras conforman mundos que podemos habitar o ignorar, desconocer o amar, ensalzar o señalar. Depende mucho de si nos pillan de paso o nos quedan lejanos. Acercarnos a las letras, mediante un paseo, una toma de contacto con el mobiliario urbano de nuestra propia ciudad es descubrir que Gran Canaria se escribe, además de con “C” de casa, con “G” de Galdós, “T” de Tomás Morales, “D” de Doramas y con más letras de las que solemos leer. El hecho de tenerlas en casa nos hace pensar que conocemos la disposición exacta de los muebles, lo que guardamos en las gavetas y para qué. Pero te llevas la sorpresa cuando descubres tantas cosas olvidadas o que, hasta antes de mirar atentamente o rebuscar un pizco, pasaron desapercibidas. Por eso este paseo, esta mirada al recuerdo por nuestros futuros escritores o estudiosos de las letras, este saber quién habitó y escribió nuestra casa donde hoy se ubica parte del mobiliario, esculturas y referencias. De la mano de Yeray Rodriguez pasearon los alumnos atentos y tomando nota. Quién sabe si serán ellos los que hagan nuevas aportaciones a esta ciudad, completen el mobiliario y enriquezcan sus letras, recordando así el final del poema La casa en construcción de Saulo Torón; Buenos obreros, suspended la obra, está mejor la casa en construcción.

Estos versos del poeta teldense, recitados y estudiados en las clases de Yeray Rodríguez nos llegan así como tocando a la puerta. Si quieres saber quién es, pasa y lee. En esta ciudad de todos, en esta casa hay arte y letras que merecen ser conocidas. Así lo vio Yeray, quien profundizó en la obra de este poeta obteniendo el premio de Investigación Viera y Clavijo en el año 2006 y que hoy da clases de Literatura Canaria en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC). Con la intención de mantener el interés y fomentar la voluntad de sus alumnos sale a las calles y pasea con ellos.

El recorrido duró de 12.00 a 14:00, ameno, celebrando el esperado final de curso y con la inquietud de los exámenes finales encima. Un encuentro con las letras de ayer, hoy y mañana, un descubrir en los rincones, abrir las ventanas y desempolvar la casa, saber de nuestros antecesores, recordar y entender que la literatura está y estará iluminando los pasos de quien la mira.

La primera parada tras salir del aula fue ante el busto de Tomás Morales, allí el profesor hizo referencia a la fecha de muerte del poeta (1921) y de la instalación de la escultura, resaltando el inmediato reconocimiento que obtuvo. Continuaron el recorrido por la calle que lleva su nombre haciendo una parada justo en la esquina con la calle Murga, fue entonces cuando citó a Alexis Ravelo como uno de los mejores escritores contemporáneos. “Alexis ubica en esta calle a Eladio Monroy, en la calle Murga está su vivienda, desde la que sale a tomar café, a la biblioteca y recorre las zonas colindantes. En la novela negra no puedes inventar los espacios porque pierdes las referencias, tienen que ser verosímiles. Quién sabe si dentro de unos años se pondrá una placa que ponga: aquí vivió el personaje Eladio Monroy que creó Alexis Ravelo. Si lo ven, -le dice a los alumnos-, acuérdense de mí y sobretodo de él”.

Durante el recorrido, los estudiantes van hablando, yo cámara en mano de alante a atrás y viceversa oigo frases sueltas: “El viernes fijo que salgo”,“ ¿Por qué no nos hablan de estos autores en Secundaria y sólo de los que son de la Península?”, “el whatssap no me funciona voy a tener que cambiar de móvil”, “ahora nos echamos un algo en Vegueta”, “chacho llévame la mochila que llevo tus libros”.

Alcanzamos la calle Benito Pérez Galdós y Yeray se para. Señala la placa, antes calle Pérez Galdós. “Se corrigió ante la duda, no estaba claro si se refería a él o a un militar de la familia llamado Ignacio Pérez Galdós. De hecho, mucha gente que no leía a Galdós pero si escuchaba al obispo en su púlpito, creyó que Galdós era un anti canario. Eso junto a la frase famosa de que se sacudió el polvo de sus zapatos cuando se fue de Gran Canaria, hizo que no recibiera el cariño y reconocimiento que merecía, siendo el más o si no, de los más grandes escritores que ha dado nuestra tierra. Reconocimiento que se ha recuperado con el tiempo. No es el único lugar de la ciudad donde se le reconoce, en el barrio de Schamann, tenemos la Plaza de Don Benito y las calles aledañas que tienen nombre de personajes de sus novelas, Mariucha, San Simona, Pablo Penáguilas, Pedro Infinito, etc”.

Seguimos el paseo, Cabildo Insular, obra de Miguel Martín Fernández de la Torre y los detalles modernistas en la arquitectura van dando rienda suelta al discurso de Yeray que no sólo se refiere a la literatura. Retoma las letras ante la calle Domingo J. Navarro, autor de Recuerdos de un noventón, memorias de lo que fue la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria a principios de siglo y de los usos y costumbres de sus habitantes, una serie de artículos que comenzó publicando en Diario de Las Palmas y que acabaron conformando el libro. Contrapone la ciudad del 1800 con la de finales de siglo y señala la construcción del Puerto de la Luz por Fernando León y Castillo como pieza clave del despegue de la ciudad. Sin salir aún de la calle llegamos a la trasera del Teatro Cuyás, en la que nos explica Yeray la influencia que tuvo el Puerto también en la afición a las artes escénicas en Canarias. “Muchas compañías teatrales, durante su viaje hacia América, hacían escala aquí y aprovechaban para hacer alguna representación en este teatro. La entrada principal está por la calle Viera y Clavijo, otro de los escritores conocidos, y una de las salas del teatro lleva el nombre de Josefina de la Torre, poeta y actriz.” Llegamos al Palacete Rodríguez Quegles que fue la primera sede de la Academia Canaria de La lengua, claramente modernista. De allí, al Círculo Mercantil en la calle San Bernardo que según explica Yeray, “fue uno de los espacios escénicos de la ciudad, aunque ahora su uso es diferente. Claudio de la Torre y su hermana Josefina vivieron en esta casa, aunque también tuvieron una casa en la playa de las Canteras donde se desarrolló el Teatro Mínimo, muchos de los textos dramáticos europeos cuyas primeras traducciones llegaban aquí se estrenaron en estos espacios”.

Llegamos a la transitada calle de Triana, allí una frase de Galdós en el suelo nos para el paso La imagen de la vida es la novela. Nos recuerda el profe que pertenece al discurso de ingreso en la Real Academia Española, pronunciado en 1897. Al ladito, en la pared un fragmento de Tomas Morales, de su poema a Triana. Los dos escritores más renombrados despiertan cuanto menos la curiosidad del paseante. Y de lo público vamos a lo privado, el museo Domingo Rivero, iniciativa de la familia donde se celebran numerosas presentaciones de libros y actividades literarias. Descubrimiento que sorprende a la mayoría de los alumnos, entre ellos, Carlos Vera: “No sabía que existía en la ciudad este museo, con lo que me gusta a mí su poesía y recita los primeros versos de Yo, a mi cuerpo”. Kimberli Rojas se muestra también sorprendida y habla de la conexión, la cotidianidad que tiene todo. “Pasamos por la ciudad y no nos enteramos del patrimonio cultural que tenemos. Hay cosas súper importantes que no han visto la luz porque no hemos valorado lo nuestro, y no hablo de lo privativo, de hacernos con lo nuestro en el sentido posesivo, sino de darle importancia y realizar estudios para que desde el instituto podamos empezar a valorar y a despertar nuestra curiosidad. De Tomás Morales por ejemplo, siempre escuchas la Calle, el Instituto, pero no caes en la importancia que tiene como autor, cómo juega con las palabras, en la belleza de sus versos como en el Himno al Teide, qué manera tan bonita de exaltar un elemento canario”. Estefanía Cazañas comenta que al leer Las Rosas de Hércules flipó. “La verdad, al empezar la carrera no me llamaba mucho la atención la asignatura de Literatura Canaria y no sé si es por la labor que hace Yeray, pero hemos descubierto con sorpresa y nos parecen muy grandes los autores que tenemos”.

En la calle Peregrina nos habla Yeray de uno de los grandes historiadores de Canarias, José Miguel Alzola que nació y vivió aquí y escribió un libro sobre las vicisitudes de esta calle que unía la orilla del barranco con Triana. De la calle Malteses, nos dice, “tiene que ver con la población maltesa que venía a Canarias, que aquí tenían su residencia y sus comercios”.

Nos encontramos de camino al Gabinete Literario el busto de Domingo J. Navarro, ya nos habló de él al pasar por la calle que lleva su nombre, y ahora añade que además de cronista fue médico, perteneciente a esa élite que tenía acceso a la formación letrada y podía escribir. Del Gabinete literario señala que es del siglo XIX y antes fue el Teatro Cairasco, de ahí que frente a él se encuentre el monumento de Bartolomé Cairasco de Figueroa, poeta, músico y dramaturgo a quien se le debe la introducción del verso esdrújulo en la poesía castellana. Yeray resaltó la importancia de los dos libros que sostienen la base del busto, Flos Sanctorum y Esdrujulea, el primero es el subtítulo de su poemario publicado en cuatro tomos y titulado Templo Militante. Y aunque seguimos avanzando hasta el Barranco Guiniguada, popularmente conocido como Puente de Piedra, no dejamos atrás a Cairasco de Figueroa. Nos topamos con un recuerdo a la Lucha Canaria que se celebró en este mismo cauce por el Club de Luchadores Adargoma. Nombre de uno de los aborígenes canarios que aparece también en La comedia del recibimiento, obra teatral de Bartolomé Cairasco de Figueroa, clave para entender la cultura canaria cuyo protagonista es Doramas, miembro elegido para dar la bienvenida al nuevo obispo de las islas.

Y llegamos al lugar donde se fundó la ciudad en 1478, El Real de Las Palmas, aquí los castellanos encontraron una colina junto al Guiniguada, cerca del mar, un campamento inicial que se va convirtiendo después en un asentamiento. El 24 de junio es la fecha de su fundación. “En la Plaza del Pilar Nuevo, germen de la ciudad, seguramente se expuso la cabeza de Doramas en una pica para quienes se atrevieran a la insurgencia”. Nos cuenta Yeray, “se cree que Doramas murió sobre 1480, la ciudad era aún muy reciente, y ya contaba con el aleccionador ejemplo, para que nadie hiciera lo que él hizo, rebelarse ante el poder conquistador”.

En esta misma Plaza del Pilar Nuevo, Yeray nos recitó unas décimas propias en las que jugó con los tiempos y despertó la ovación de todos nosotros. Con la emoción en la cara nos dirigimos hacia la Fuente del Espíritu Santo, “la única fuente techada que yo he visto en mi vida, será para que no se moje”, bromeó. En estas inmediaciones hizo referencia a Silvestre de Balboa, autor del Espejo de paciencia, poema escrito en 1608 y considerada la primera obra literaria cubana. Y el final del paseo coincide con el final de nuestra historia aborigen, canaria, en el callejón de Doramas, donde antes nos encontramos a Don Pedro Perdomo Acedo, autor de los versos, lo que su muerte dolió sólo el grumete de la voz lo sabe, que aunque dedicados a Tomás Morales, todos sabemos que en esta isla, quien mira al mar, ve juntarse mar y cielo. Y así cerramos nosotros este paseo que empezó con Tomás Morales y acabó en Doramas.

stats