Una urbanización de lujo
La joven grancanaria Mónica Molina tuvo oportunidad de conocer Agadir en su viaje de una semana a Marruecos. “En varias ocasiones fuimos a la playa de Agadir a surfear porque el viento allí era el más propicio, y reconozco que no me gustó”, explica. “No por la playa, que estaba genial”, añade, “sino por los hoteles de los alrededores; lo encontré todo muy frío y artificial”.
El modelo turístico que critica Mónica no es otro que el que impera en Canarias, el de grandes hoteles de lujo que roban protagonismo a los complejos de apartamentos y hoteles más modestos que les precedieron. Agadir centra su oferta en un turismo urbano con el atractivo del clima como principal reclamo. Vamos, que no se diferencia en nada a lo que se vende desde Canarias.
Con Taghazout, a tan solo 15 kilómetros de la capital, la cosa parece ir por otros derroteros. En manos de la SAPST está el futuro de un paraje natural. De su proyecto depende que la zona se convierta en otro Agadir o se plantee un nuevo modelo turístico más sostenible, tanto por la preservación de los atractivos naturales como por la riqueza consustancial a la cultura propia bereber.
La SAPST se constituyó en julio de 2011 como Sociedad Anónima con un capital de cien millones de dirhams (unos diez millones de euros) con la participación de cinco accionistas marroquíes de referencia: CGD Développement (35 por ciento), Fonds Marocain de Développement Touristique (25 por ciento), Alliances Développement Inmobilier (20 por ciento), un grupo de socios que lidera Akwa Group (15 por ciento) y la Société Marocaine d'Ingénierie Touristique (5 por ciento). Se trata de actores de renombre en el escenario donde se construye el nuevo Marruecos. Como ejemplo, cabe citar que la CDG Développement es una filial de la Caisse de Depot et de Gestion, una de las principales instituciones financieras del país.
Estos cinco grandes accionistas tienen entre sus manos un proyecto que han vertebrado en torno a cuatro ejes principales (Deporte, Cultura, Naturaleza y Futuro) en los que se sustenta la filosofía del modelo turístico por el que apuestan: “una estación balneario de nueva generación con múltiples actividades para realizar a lo largo de todo el año”.
La estación contará con 615 hectáreas en las que se edificarán siete hoteles, un campo de golf y una medina. También están previstas una zona de viviendas vacacionales e instalaciones para la práctica del surf. La capacidad hotelera será de 7.446 camas turísticas y más de 12.000 en total.
Los impulsores de Taghazout Bay parten del éxito actual de la zona como destino surfero para respetar la práctica de este deporte, pero se integran otras modalidades, como el fútbol y el tenis y, en una posición privilegiada, el golf. La estación contará con academias para la práctica de todos esos deportes, pero la gran joya de la corona será el campo de golf de 18 hoyos que ya se está acondicionando a 70 metros del nivel del mar. Su apertura se prevé antes de final de este año.
Ese campo de golf, y el hotel que le servirá de reclamo para situar a Taghazout como un destino golfístico de primer orden internacional, serán las primeras estructuras que se inaugurarán de una urbanización que no se espera estar finalizada hasta el año 2017. De hecho, el hotel de Golf no se abrirá antes de finales de 2014. Le seguirán progresivamente en 2015 y 2016 la medina y el club de playa y los hoteles de cuatro y cinco estrellas que conquistarán el borde del mar.
Para tranquilidad de Mónica Molina y de todos los turistas que como ella buscan un destino donde se respeten las peculiaridades del lugar por encima de las imposiciones de la globalización, la SAPST contempla, al menos por escrito que otra cosa es lo que se lleve a término, un ambicioso programa de fortalecimiento sostenible que se apoya en las cuatro variables que ya hemos referido: Deporte, Cultura, Naturaleza y Futuro.
Entre otras acciones destacan el acondicionamiento de una reserva de arganes de 80 hectáreas, la creación de una cooperativa de mujeres productoras de artículos realizados con el argán, la construcción de un mercado de pescado en el que puedan vender sus piezas los pescadores artesanales de la villa, y la implicación de todos sus habitantes en las actividades culturales, artísticas y profesionales que se pretenden llevar a cabo. Según la memoria de intenciones de Taghazout Bay, este proyecto permitirá la creación de 20.000 empleos directos e indirectos. Ahí es donde tiene puestos sus ojos Hmand Naciri, el joven monitor de surf que nació en el Taghazout humilde y ve con ilusión cómo le llega su gran oportunidad. Con la tabla está, esperando subirse a la cresta de la ola.