Abandonados entre ratas en La Luz
Cuando el Iballa G arribó en agosto de 2009 al Puerto de La Luz y de Las Palmas, su tripulación jamás pensó que esta parada les iba a dejar casi dos años en tierra, sin trabajar y sin cobrar un euro, además de que se les debería el salario correspondiente al periodo de trabajo comprendido entre enero y agosto de 2009. Por esto último presentaron el pasado martes 26 de julio una denuncia contra su armador, el tinerfeño José Antonio Gámez Sanfiel. Le acusan, entre otras cosas, de haber pedido un crédito para pagar el salario de los trabajadores, pero ellos no han visto nada de esta cantidad.
El buque se dedicaba a suministrar gasoil y fueloil a los barcos pesqueros que faenaban en los caladeros de Mauritania, Senegal y el Golfo de Guinea. El Iballa G trabajaba con otro petrolero de la empresa, el Virginia G, pero este fue retenido en Guinea Bissau acusado por parte de las autoridades del país de vender combustible sin licencia. Ante esta situación, José Antonio Gámez Sanfiel decidió que el Iballa G regresara al Puerto de La Luz y de Las Palmas para que no corriera la misma suerte. Incluso estuvo denunciando en los medios el abandono por parte de las autoridades españolas del Virginia G en Guinea Bissau, alegando que al pesquero Alakrana el Gobierno dio ayuda y al Virginia G no. Las autoridades alegaron que el Alakrana era de bandera española y con tripulación española, cosa que el petrolero no, ya que es de bandera panameña y sin tripulación española. José Antonio se indignó por el abandono de las autoridades españolas de su buque, mientras él hacía lo mismo con el Iballa G en Canarias.
La tripulación del barco petrolero ha convivido todos estos meses juntos en condiciones muy precarias. Algunos, los que han podido, han abandonado el buque y volvieron a sus casas (los tripulantes son africanos y cubanos) porque no soportaron la situación en la que estaban. Incluso el capitán Jorge se puso en huelga de hambre en diciembre de 2009 para protestar por su estado, pero este hecho no fue compartido por el resto de la tripulación. Hoy Jorge ya no está, consiguió regresar a Cuba, pero siete de sus compañeros continúan protestando por la injusticias que están soportando.
Y es que como dicen, si abandonaran el buque significaría que se dan por rendidos y el armador se saldría con la suya. Y eso no se les pasa por la cabeza, según comenta uno de sus tripulantes con los que ha hablado CANARIAS AHORA: “El armador se tendrá que comer la tostada con mantequilla”. Sospechan que el armador lo que desearía es vender el barco y así pagar las deudas que tiene contraídas. Como es lógico, si los tripulantes se fueran para José Antonio Gámez sería más fácil porque no tendría que hacer frente a los 189.000 euros que les debe. Muchas veces les ha prometido que en poco tiempo saldrían a la mar, o que ya tenía todo el dinero para pagarles, pero las palabras se las lleva el viento y de esto no se ha concretado nada. Es por ello que lo que la tripulación quiere son hechos, no palabras ni promesas sin valor.
Día a día
Como cuentan, el día a día es muy duro. Conviven con algunos insectos y ratas, pero esto es lo de menos. El hecho de no saber qué hacer las 24 horas, conlleva que lo único a lo que se puedan dedicar es a leer, hacer pasatiempos, algo de deporte y escuchar la radio. Poco más que hacer en los 117 metros de eslora que mide el buque.
Estos casi dos años han logrado sobrevivir gracias a la ayuda de la caridad de la gente, pero sobre todo de la ONG Stela Maris. Esta organización ya prestó ayuda a los barcos de la extinta Unión Soviética que llenaban el puerto grancanario en la década de los 90 en la misma situación que el Iballa G, con un armador que no podía hacer frente a las deudas contraídas y que decidió abandonar a su suerte tanto a los buques como a sus tripulantes. A pesar de que esta situación caótica de finales del siglo pasado parecía que no se volvería a repetir, hoy en día poco se ha avanzado.
Así, Stela Maris ha dado víveres a los marineros del Iballa G una vez por semana, todos los jueves. Pero no sólo alimentación, sino que también le han ayudado a sobrevivir estos 23 meses entregándoles gas para cocinar y agua destinada a ducharse y lavar la ropa.
La embarcación es de las primeras que se encuentran en el dique Reina Sofía, abarloada a otras dos que se encuentran en estado de abandono. Esto es un verdadero peligro porque los demás barcos están en malas condiciones de conservación, lo cual puede hacer que el Iballa G corra riesgo de hundirse. Así estuvo a punto de ocurrir cuando la otra embarcación situada a estribor se hundió una noche, lo que casi hace que el petrolero corriera la misma suerte. Sin embargo, la rápida actuación de los marineros a la hora de cortar los cabos que le unían al barco ahora hundido permitió que no ocurriera una tragedia en el puerto. Hoy queda como recuerdo de ese hecho una boya verde que indica que ahí hay un barco hundido.
Las últimas informaciones publicadas, además de la denuncia presentada a José Antonio Gámez, fue que la embarcación salió a subasta el pasado 18 de julio. Su precio inicial era de dos millones de euros, en opinión de los marineros “desorbitado”. El temor de la tripulación es que el armador decida esperar hasta la tercera subasta, lo que ocasionaría comprarla por poco dinero y no pagarles o darles una cantidad mínima.