La actividad económica se resiente en Artenara, el territorio más afectado por el devastador incendio de Gran Canaria
Artenara está triste. Su paisaje teñido de negro no luce igual este agosto. Los vecinos y vecinas del asentamiento humano más alto de Gran Canaria aún creen estar en un sueño. El pueblo sufrió en tan solo siete días dos devastadores incendios que han dejado consecuencias irreparables para quienes viven y trabajan allí. Aún así, se sienten afortunados, a pesar de haber estado muy cerca del casco del pueblo, el fuego no logró hacerse con él. El fuerte olor a humo aún se percibe y las cenizas dejan un paisaje más desolador si cabe.
La actividad económica de Artenara se resiente en estos días. El pueblo, que sale adelante por el empuje de pequeños y medianos empresarios, sufre las principales consecuencias del fuego, que “ha afectado al 66,7 % de su territorio y a más del 80 % de sus zonas verdes”, según indica la asociación de empresarios Edarte. El colectivo asegura que el municipio ha sufrido daños importantes como pérdidas de terrenos cultivados, enseres, incluso viviendas. Por ello, solicita que se les ayude para volver a la situación anterior al incendio.
La agricultura y la ganadería han sido tradicionalmente los motores económicos de estas localidades. Actualmente, esa realidad ha cambiado y es el sector turístico y el de servicios el que tira del carro de la economía de la cumbre de Gran Canaria. Especialmente, desde que se comenzó a postular para el reconocimiento de Patrimonio Mundial de la Unesco el yacimiento arqueológico Risco Caído, ubicado en Artenara, y las Montañas Sagradas de Gran Canaria, una máquina del tiempo utilizada por los antiguos aborígenes canarios.
Este reconocimiento, hace apenas un mes, cayó como agua de mayo en un pueblo que creyó que al fin recibía lo que merecía. Pero, tras los últimos dos incendios, esas buenas nuevas se fueron por la borda. Cuando el pasado mes de julio celebraban la nueva oportunidad que se les presentaba para “salir adelante” no se imaginaban la que se les venía encima. El fuego iba a devastar los alrededores del pueblo e iba impedirles hacerse su particular agosto. Se suspendieron las fiestas de verano del municipio, algo que, aunque entendible, dejó desolados a los artenarenses que cada año esperan con ansias los dos últimos fines de semana de agosto.
Ahora, las empresas de la zona temen sobre su futuro y sobre como se repondrán del duro golpe que supone estar bajo mínimos de actividad o incluso cerrados durante días por las recomendaciones para que la gente no suba a la cumbre o prohibiciones de ciertas actividades económicas, dictadas en las situaciones de emergencia o alerta nivel 2.
En el municipio se originó el primero de los incendios declarado el pasado sábado 10 de agosto y un hombre resultó detenido como sospechoso del mismo, al haber utilizado una máquina de soldadura muy cerca de la zona donde se inició el fuego: en una vivienda ubicada cerca del Cruce de las Peñas. Sin embargo, solo una semana después se declaraba otro en Valleseco y que calcinó 9.000 hectáreas y obligó a evacuar a unas 9.000 personas de hasta diez municipios diferentes.
El colectivo de empresarios recuerda que agosto es una época del año en la que las actividades económicas son significativamente mayores a las del resto de los meses porque es cuando tienen lugar las fiestas principales del municipio, La Cuevita. Este es un mes gracias al que se pueden mantener gran parte del año.
“Es momento de recuperar las propiedades arrasadas, sí, pero también de apostar indiscutiblemente por los productos y servicios que defendemos los vecinos de esta tierra, siendo diligentes y ayudándoles a recuperarse”, sentencian.