Arucas seguirá con la búsqueda de sus víctimas del franquismo en los ‘pozos del olvido’ y la Sima de Jinámar

Excavación en uno de los pozos de la represión en Canarias, el de Tenoya.

Jennifer Jiménez

Arucas —

El hallazgo de los restos mortales del padre de la fundadora de la Asociación para La Recuperación de la Memoria Histórica de Arucas, Pino Sosa, en el pozo de Tenoya 81 años después de que fuera asesinado, víctima de la represión franquista, ha dado aliento para que la lucha por la búsqueda de las personas desaparecidas en este municipio grancanario continúe. Entre el 18 y 19 de marzo de 1937, un total de 66 hombres (los que tiene registrados la asociación, aunque puede haber más desparecidos) fueron sacados de sus casas y de sus trabajos por la fuerza y sus familiares no volvieron a saber nada de ellos. Eran en su mayoría jornaleros, muchos de ellos de izquierdas y defensores de la democracia y la República.

Los testimonios orales fueron tejiendo años después en los descendientes de estas personas desaparecidas una serie de pistas para recomponer lo que ocurrió. Las mujeres de Arucas, entre ellas la madre de Pino Sosa, acudían a los pozos de la zona con flores y volvían llorando. Eran muchos los indicios que les llevaban a pensar que sus familiares habían sido arrojados a estos lugares, a pesar de que muchas de ellas habían recibido como respuesta oficial que estos hombres se habían ido en un barco francés, que realmente nunca zarpó. La apertura del pozo del Llano de Las Brujas, en Montaña Blanca, donde se hallaron los cadáveres de 24 personas con un tiro de bala en el cráneo confirmó en 2008 el horror de la represión franquista. Recientemente, la apertura del pozo de Tenoya, donde se han localizado los restos mortales de 14 personas, ha permitido confirmar la identidad de al menos dos hombres de la lista de desaparecidos. Las pruebas de ADN continúan realizándose en el Instituto de Medicina Forense.

Estos no son los únicos pozos del olvido en Arucas, el siguiente paso que se marca la asociación es hacer un estudio del pozo del Francés, un lugar que los testimonios orales de la época sitúan como otro de los puntos donde se arrojaron los cuerpos de algunas personas desaparecidas durante la Guerra Civil. Donde no se estima que fueran arrojados muchos hombres es en el pozo del Barranco, que se encuentra a la entrada del municipio y donde se suelen hacer homenajes a estas víctimas. El motivo es que se localiza muy próximo al núcleo urbano y hacía que se levantaran sospechas de lo que allí sucedía.

Gregorio Arencibia, comisario de la exposición que lleva el nombre de Los pozos del olvido (que se puede visitar en la Casa de la Cultura de esta localidad) y que además es uno de los portavoces de la asociación, subraya que precisamente muestras como esta han contribuido a que otras personas que sufrieron la represión se abran y cuenten sus testimonios. Señala que además de los cuatro pozos ya conocidos se están estudiando otros puntos de los que, de momento, no puede dar pistas para no entorpecer la investigación. Para seguir en la senda de la reparación de la memoria histórica de este municipio, la asociación sigue recogiendo documentación, escuchando testimonios e investigando ya que, como subrayó Pino Sosa en el último homenaje a las víctimas en Arucas: “El lugar de estos demócratas no son los fondos de los pozos” y, a pesar de que ya ha localizado a su padre seguirá cooperando en la búsqueda de todos los desparecidos. También es importante seguir ampliando el banco de ADN para poder avanzar en la identificación.

De la existencia de estos pozos se tuvo conocimiento a partir de testimonios no solo de las familias o de personas que lo habían visto sino de los mismos represores que se vanagloriaban de los crímenes que habían cometido.

Otro de los símbolos de la represión, donde los falangistas se llevaron no solo a los represaliados de Arucas y del norte sino de todas la Isla, es la Sima de Jinámar, un tubo volcánico de 80 metros al que fueron precipitadas decenas de personas (algunas después de haber sido torturadas y asesinadas, pero otras vivas) y que ha sido abordado en un reciente documental. El Cabildo de Gran Canaria se ha comprometido a estudiar su exhumación, así como la de otros puntos en los que se estima que se encuentran víctimas del franquismo, como la fosa común de Vegueta. Por parte del Gobierno Insular no habrá objeciones políticas ni económicas en la recuperación de la memoria histórica, al considerar que se trata de un tema de justicia.

En la misma línea se muestra el Ayuntamiento de Arucas, su alcalde Juan Jesús Facundo (PSOE) volvió a reiterar en el homenaje a los desparecidos del pasado 17 de marzo que el consistorio y en especial su formación política lleva años colaborando con la asociación por recuperar la memoria de las personas que fueron represaliadas, porque es “una cuestión de dignidad”.

El papel de Arucas en la Guerra Civil

Cada día Gregorio Arencibia recibe en la Casa de la Cultura de esta localidad numerosos visitantes que desean conocer más sobre esta historia silenciada durante años. Alumnos de colegios e institutos conocen así el sufrimiento que pasaron los vecinos de Arucas y cómo muchas familias tuvieron que vivir con miedo o con el dolor de que le desaparecieran a un ser querido. Celebra que la exposición de Los Pozos del Olvido esté sirviendo de referente y de guía para que esta historia se conozca. A las intervenciones se suma todos los días Pino Sosa, que narra a los muchachos su testimonio con el objetivo de que estos sucesos nunca vuelvan a repetirse.

Arencibia cuenta entusiasmado cómo los jóvenes quedan sorprendidos cuando les explica lo que ocurrió con los desaparecidos en 1937. Porque estas historias no se han contado en los libros de texto, “la historia al final la cuentan los vendedores”, lamenta.

Gracias a su amplia colección de libros y objetos de la época, además de su conocimiento sobre la historia de Arucas, sobre la que ha investigado toda su vida, narra numerosas anécdotas que permiten poner en contexto aquellos años. El 19 de marzo de 1936 se constituía en este municipio la que sería su última corporación municipal de la II República, con mayoría del Frente Popular de Izquierda (una coalición electoral que estaba compuesta por socialistas, comunistas y miembros de la Federación Obrera de Arucas). Este mandato solo duró 121 días y después del golpe de Estado más de la mitad de los concejales sufrieron la represión. De hecho, tres de ellos se encuentran en la lista de desaparecidos.

Gran Canaria fue el destino desde el que partió el general Francisco Franco en el avión Dragón Rapide para iniciar el golpe. Después de ello, los falangistas salieron a la calle a apoyar el alzamiento. En Arucas, en esos momentos se encontraba el diputado comunista Eduardo Suárez Morales. Trabajadores del municipio se armaron entonces con escopetas y lograron echar a los falangistas, pero al día siguiente los militares entran en la ciudad con un cañón de campaña, del que aún se nota su huella en el Ayuntamiento viejo. Por los documentos históricos con los que se cuenta, se sospecha que lo único que querían hacer era un poco de ruido para empezar a meter miedo, el suficiente para que muchos tuvieran que salir corriendo.

Gregorio Arencibia recuerda que el diputado Eduardo Suárez Morales, Fernando Egea, Herminia Dos Santos y Delgado Quesada fueron detenidos cuando avanzaban más hacia el norte en barco para preparar la resistencia. El barquero les dijo entonces que había un fallo en el motor y que en un rato volvería. Sin embargo, les denuncia y se hace un consejo militar por el que Suárez y Egea son condenados a muerte y fusilados en La Isleta, donde el pasado año se rotuló una plaza con el nombre del diputado.

La resistencia en Arucas entonces se desperdiga, se empieza a apresar a muchas personas, incluidos profesores de la República. No obstante, la represión en el municipio no es casual. En 1937 la ciudad era punto de conexión entre el norte de la Isla y Las Palmas de Gran Canaria. Además, era un lugar donde había bastante trabajo y los jornaleros se empezaban a agrupar en sindicatos o federaciones obreras. José Sosa, el padre de Pino, era precisamente secretario de una federación que había en Trasmontaña.

Además de las víctimas que fueron fusiladas, encarceladas o desaparecidas, las grandes olvidadas de la historia también han sido las mujeres, muchas de ellas sufrieron vejaciones y el estigma de haber estado casadas con un republicano, además de tener que sacar adelante a sus familias solas porque se habían llevado a los hombres.

Toda esta historia se trata de recomponer gracias a la labor de asociaciones como la de Arucas, que año tras año siguen trabajando por lograr sus objetivos: búsqueda de la verdad, justicia, reparación y garantía de no repetición.

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