Canarias, paraíso de extranjeros (con derecho a voto)
En la sala de espera de una consulta médica para extranjeros en Playa Arena, al oeste de Tenerife, los pacientes pueden escoger entre dos periódicos para seguir la actualidad de las Islas, el Kanaren Express y el Island Connections. El primero se dirige al público germano, y el segundo al británico, dos colectivos que cuentan cada uno con más de 40.000 personas en las Islas, con derecho a voto en las elecciones locales al ser miembros de la Unión Europea. El paisaje de este lugar enamora a los miles de turistas que cada año lo visitan por sus impresionantes vistas del acantilado de Los Gigantes y de la isla de La Gomera, que se alza ante los ojos del visitante. Pero desde hace pocos años, el ayuntamiento al que pertenece Playa Arena, Santiago del Teide, se ha convertido en uno de los dos municipios canarios -junto a Adeje, también en Tenerife- donde hay censados más extranjeros que españoles.
La historia reciente de los comunitarios en Canarias va muy ligada a la evolución de las propias fronteras de la UE. En el año 2000, con la Europa de los Quince, había 45.300. En 2004, con la Europa de los Veinticinco, la cifra subió a 78.600 personas. En 2007 se produjo un salto cuantitativo coincidiendo con la nueva Europa de los Veintisiete -aunque no por este motivo-, hasta las 129.000. Actualmente el número está en 172.000. Muy parecida es la evolución de la población extranjera en general, que actualmente es un 14% de los poco más de dos millones de canarios.
Adeje es uno de los dos municipios con más extranjeros que españoles. Para estar en Canarias tiene una gran superficie, y alberga 21.550 españoles por 22.251 extranjeros. Santiago del Teide es el otro, también amplio pero con escasa población, 5.805 nacionales frente a los 6.294 foráneos. Desde 2007 tiene además un concejal nacionalista de origen escocés.
En nuestro país no son muchos los lugares donde se produce este fenómeno. La mayoría se encuentran en la costa valenciana, como Torrevieja. Ni siquiera sucede en Baleares, otro destino turístico por excelencia. En Canarias hay además otros municipios que cuentan con casi tantos residentes foráneos como nacionales. Mogán en Gran Canaria y Tías en Lanzarote son algunos de ellos.
Peter es uno de los médicos del consultorio de Playa Arena. Es de Hungría, de una ciudad al noreste de Budapest, tiene 32 años y llegó hace tres a Tenerife junto a su mujer embarazada. Un mes de enero aterrizó para pasar unas vacaciones, y volvió encantado con la eterna primavera canaria. Al cabo de unos meses ya tenía todos los papeles en regla para quedarse a vivir, y así lo hizo. Su mujer dio a luz en la isla, y pronto empezó en su actual trabajo. El problema es que no sabía hablar español. “Me dijeron 'no te preocupes, ya aprenderás', porque los pacientes casi siempre eran extranjeros”. Pero el primer paciente fue canario. “Se puso a hablar muy rápido, ¡no entendía nada! Le preguntaba, ¿qué te duele, qué te duele? Al final, enfadado, señaló a su garganta. Dije, ¡ah, la garganta! Lo pasé muy mal. A partir de ahí, empecé en un curso muy duro de español, aprendía 40 palabras diarias”, señala. A Peter le fue bien porque desde el principio contó con la ayuda de una relaciones públicas de un hotel, con la que contactó a través de unos familiares de Hungría. “Nos ayudó mucho”, recuerda.
Esa chica es Natasha, y trabaja en el Gran Meliá Palacio de Isora, un hotel de lujo del sur de Tenerife. “De joven vine de vacaciones a ver a mi madre, me encantó”, comenta. De eso hace 14 años, y se quedó a vivir. Ahora ronda los 35. En este lugar conoció a su marido, un italiano con el que se casó y tuvo cinco hijos, todos canarios. “Aquí se vive bien, el clima es bueno y no hace falta mucho dinero”, explica. Pero eso mismo le genera dudas respecto a sus hijos. No sabe si quedarse para siempre en Canarias o volver a su país, donde comenta que sus chicos ampliarían su experiencia. Respecto a sus amistades, Natasha indica que los canarios con los que ha tenido buena experiencia son con los que han salido de las Islas, porque “son más abiertos”. No tiene tan buen recuerdo con algunos que no han salido nunca, porque no se lo han puesto fácil con el idioma.
También los hay que vienen a tiro hecho. Eso hizo Ronald, un alemán cuarentón que con 18 años vivía en un pueblo cerca de Berlín. Su novia había conseguido trabajo en un hotel de Tenerife, y decidió irse con ella. Al cabo de unos meses, la chica renunció a su trabajo y se volvió a Alemania. Él supo que Canarias le gustaba y se quedó a vivir en Santiago del Teide. Al principio organizaba excursiones de senderismo, luego trabajó como autónomo y finalmente montó la agencia Sun Holidays en Puerto Santiago, muy cerca de Los Gigantes, donde acabó casándose con una catalana. “Hay quienes se quedan aquí desde jóvenes como yo y luego conocen a su pareja, pero también están las parejas mayores, que solo vienen a pasar el invierno”, comenta.
Problemas de integración
Arona, en Tenerife, es el municipio canario con mayor número de extranjeros residentes, nada menos que 35.500. Antonio Sosa es su concejal de Presidencia, y apunta que su municipio acoge habitantes de más de cien nacionalidades distintas. “Eso a veces resulta complicado para llevar a cabo determinadas políticas. Se nos genera una complicación por los distintos idiomas y costumbres”, señala. Pone como ejemplo a los británicos, que “forman sus propias comunidades y les cuesta mucho integrarse”, como los que viven en urbanizaciones en torno a la playa de Los Cristianos. Lo mismo ocurre en Adeje, donde los extranjeros se agrupan en las urbanizaciones cercanas a Las Américas, según informan desde el Ayuntamiento de esta localidad.
Otros se vuelven nacionalistas hasta el punto de afirmar que deberían cerrarse las puertas a los foráneos. Es el caso de Helen, escocesa, que ronda los 50 años y llegó hace 19 buscando un clima más adecuado para sus problemas reumáticos. Tiene un hijo español y es enfermera, aunque ya no ejerce. Acaba de abrir el bar Jardín Canario en la localidad de Arona, junto a la carretera, gracias a una ayuda de la Cámara de Comercio de Tenerife. Vive en La Escalona, hacia el interior de la isla, porque “es más tranquilo”. Ella es uno de esos extraños casos de extranjeros que llegan a asegurar que en materia de población, “Canarias no puede más”.
Pero el caso paradigmático es Stephen Gerald, concejal en Santiago del Teide por Coalición Canaria (CC) desde 2007. Llegó hace 27 años desde Glasgow (Escocia) para trabajar como pinchadiscos, y se quedó. En una entrevista llegó a afirmar que en las Islas “ha entrado mucha gente extranjera” y por tanto “es necesario cerrar la puerta ya”. Sobre su ideología, aclara que “Escocia lleva miles de años de pelea con Inglaterra, nosotros somos nacionalistas. Mucha gente cree que Canarias no podría vivir si no estuviera en España, pero no es verdad. Podría independizarse fácilmente”.
El concejal de Arona, Antonio Sosa -también de CC-, apunta que los europeos con derecho a voto suelen tener una tendencia local, porque “se orientan por el candidato más que por el partido”, y nacionalista porque “identifican al partido nacionalista como el que mejor puede representarles en su municipio”. Reconoce no obstante que es un colectivo poco dado a la participación, y recuerda que en las últimas elecciones locales de mayo de este año, la abstención de los foráneos en Arona llegó al 52%.
Este discurso no es exclusivo de los extranjeros. También lo utiliza con cierta frecuencia Paulino Rivero, el presidente de la Comunidad Autónoma, quien ha expresado en varias ocasiones la necesidad de controlar la población de las Islas. Lo cierto es que en diez años, la población total en Canarias ha crecido un 18%, mientras que la extranjera lo ha hecho un 380%.
En Tenerife, los cuatro municipios más turísticos -Arona, Adeje, Guía de Isora y Santiago del Teide- han seguido incrementando su población foránea en los últimos años, mientras la nacional se mantiene o disminuye ligeramente. En Gran Canaria, Mogán y San Bartolomé de Tirajana mantienen estable el número de ciudadanos españoles, mientras que el de extranjeros se incrementa paulatinamente. Lo mismo ocurre en Lanzarote con los municipios de Tías y Yaiza. En Fuerteventura, el ayuntamiento de Pájara cada vez tiene menos españoles y más extranjeros.
Ajenos a discursos políticos, los foráneos -alemanes y británicos sobre todo- continúan llegando a las Islas para quedarse porque estas ofrecen uno de los mejores climas del mundo y la posibilidad de vivir una vida tranquila. Así lo piensa también Ronald, el alemán de Puerto Santiago. “Conozco Gran Canaria, pero aquí estoy mejor, es más tranquilo. Yo necesito mi tranquilidad, ver el mar...”, dice con una sonrisa en la cara frente a la brisa del Océano Atlántico.