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''La catástrofe de Los Rodeos nos ha unido para siempre''

El lazo común que comparten las víctimas del accidente aéreo de Los Rodeos “es muy profundo porque la catástrofe nos ha unido y nos mantendrá vinculados para siempre”, subrayó este martes la ciudadana estadounidense Karen Tafuri, que perdió a su madre y animó a continuar “el proceso de curación”. Karen Tafuri participó en representación de las víctimas de Estados Unidos en el acto celebrado en el Auditorio de Tenerife en conmemoración de la tragedia, de la que este martes se cumple el 30 aniversario y que es la mayor catástrofe aérea de la historia, con 583 fallecidos tras la colisión entre dos aviones de la KLM y de Pan American Airlines.

Tafuri recordó que el día del accidente estaba de viaje y cuando llegó a casa encendió la televisión para ver las noticias y lo único que trataban era “del caos total, la muerte y la destrucción” tras la colisión de dos jumbos 747 en una pista cubierta por la niebla en las islas Canarias. Sus emociones fueron “del shock total a la tristeza extrema, la confusión y la incertidumbre total por esa tragedia” y no conseguía asimilar que este accidente posiblemente habría afectado a un miembro de su familia.

“Ese terrible día mi hermano Danny y yo perdimos a nuestra maravillosa y querida madre, Jeanne Wilder Harlow, algo que cambió nuestras vidas para siempre”, rememoró Tafuri, quien detalló que también murió en el accidente una amiga de su madre, Lucille Gardner, ambas de 54 años y que planeaban dos semanas de vacaciones en un crucero. El efecto multiplicador de la tragedia “fue enorme” para las personas afectadas, dijo Tafuri, quien señaló que su madre había ganado un viaje a Hawai como reconocimiento por su labor profesional como agente inmobiliaria, que cambió por “un gran viaje a Europa”.

Agradeció además los esfuerzos de los trabajadores de la base aérea de Dover en Delaware, quienes semanas después del accidente le hicieron llegar un sobre por correo que para su “gran sorpresa” contenía el anillo que llevaba su madre en el momento del accidente, y que le había regalado años antes su hija en el Día de la Madre. “Contiene su piedra de nacimiento, la mía y la de mi hermano y lo guardaré con sumo cuidado toda mi vida”, afirmó Karen Tafuri, quien también tuvo palabras de agradecimiento para todos los que acudieron al rescate “de todos los necesitados tras la desgracia”, y recordó que tras la tragedia leyó que “el corazón de los tinerfeños se abrió a los supervivientes y las víctimas”.

La decisión la adoptó él mismo en el verano de 2001, tras pasar “una crisis personal”, y en noviembre se dio “cuenta de que mismo debía tomar la iniciativa”, por lo que en 2002 creó la fundación “para apoyar el proceso de asimilación de los familiares de las víctimas de ese trágico accidente”. Esa iniciativa desembocó en el primer homenaje que se rindió a las víctimas del accidente de Tenerife, celebrado en Amsterdam en 2002, subrayó Groenewoud, quien dijo que este martes se trata de un encuentro especial de familiares, amigos, supervivientes y personas que participaron en las tareas de rescate para inaugurar un monumento “que hace honor a las víctimas”.

“Nunca olvidaré la mirada de mi padre al despedirnos”

Por su parte, el holandés Jan Groenewoud, presidente de la Fundación de Parientes de las Víctimas del Accidente Aéreo de Los Rodeos, animó a los familiares a apoyarse mutuamente e “intentar dar otro paso hacia adelante en el proceso de asimilación de ese suceso tan horroroso”. Así lo manifestó Groenewoud, quien perdió a siete miembros de su familia en el accidente, durante el acto de conmemoración organizado por su Fundación en recuerdo de la catástrofe.

Jan Groenewoud rememoró en el Auditorio de Tenerife que el 27 de marzo de 1977, cuando contaba con 20 años, sus padres partieron hacia Gran Canaria “para disfrutar de unas vacaciones cortas al sol” acompañados de sus hermanas Tini y Marijke y la familia de esta última, mientras él planeaba quedarse solo en casa durante dos semanas “con la condición de que me portara bien. Al despedirnos mi padre se volvió de nuevo, con una mirada en los ojos que nunca olvidaré. Probablemente le hubiera encantado que les hubiese acompañado”, detalló.

Esa misma noche sonó el teléfono en su casa y un tío por parte de madre le llamó para avisarle de que encendiese la televisión, que emitía un informativo especial sobre una colisión de dos aviones en Tenerife. “De repente todo es oscuridad, parece como si nos encontráramos al borde de un abismo”, explica Groenewoud, quien dijo que “los que aún quedábamos de la familia” se reunieron “destrozados” en el cuarto de estar, “paralizados por la incredulidad, la tristeza y el abatimiento”.

“De golpe me hice adulto y tenía que arreglármelas por mi cuenta”, y su gran ejemplo en aquella época para encontrar su propio camino fue su abuela, entonces de 86 años, que le infundía confianza ante un futuro “muy incierto”. Al cabo de 30 años “esa pérdida sigue presente cada día en mi corazón y en mi pensamiento”, dijo Jan Groenewoud, quien con frecuencia se preguntaba “por qué tanto silencio tras la catástrofe y por qué no se celebraba una conmemoración” para reflexionar juntos sobre lo sucedido.

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