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El ecoturismo se implanta en La Aldea

Albergue La Hoyilla.

Iago Otero Paz

Las Palmas de Gran Canaria —

Desde el pasado mes de marzo, en el albergue de La Aldea de San Nicolás, está abierto La Hoyilla, un proyecto de aula de la naturaleza y hostel en la zona más salvaje de Gran Canaria que busca atraer hasta el oeste grancanario el turismo de viajeros, tanto grancanarios como foráneos.

A su frente están Mara, Daniel, Manolo y Shanti, cuatro compañeros con experiencia en diferentes campos pero que al unirse plantean a la localidad no solo un sitio donde quedarse a dormir, sino un punto donde poner en valor al pueblo de La Aldea, sus tradiciones y sus espacios naturales. Los dos primeros son técnicos medioambientales, mientras que los otros dos tienen experiencia en varios hostels en la isla, desde la capital hasta Artenara o Acusa Seca.

La reivindicación de La Aldea se constata por el intento de levantar el turismo ornitológico en Gran Canaria. Daniel es el que mejor maneja esto y realiza rutas con los huéspedes del albergue al humedal de Las Marciegas, cercano a la zona donde se celebra cada septiembre la fiesta de El Charco. Sin haber realizado un catálogo de especies, ya ha avistado hasta 30 tipos de aves en la desembocadura del Barranco Grande. Por ahora la zona está algo deteriorada, pero entre la voluntad de ellos y el respaldo de futuro grupo municipal podrían lograr hacer un punto destacado para el avistamiento de pájaros en este punto del Atlántico, zona también de migración para varias aves. Lo único que creen que hace falta es saber entender el valor de esta área, conocer su funcionamiento y ordenar su uso.

A ello le unen el respeto por las tradiciones de las Islas. Así, realizan exhibiciones de salto del pastor, aunque también visionados de películas y dan conferencias. Aparte, el punto de la isla en el que están situados les permite hacer rutas de senderismo hasta la Playa de Guguy, la de La Aldea o El Puerto, además de, como no, al risco de Andén Verde, donde las montañas se encuentran con el mar, o la montaña de Los Caserones, donde hay restos arqueológicos de casas de los primeros habitantes de Gran Canaria.

Junto al albergue tienen dos jardines, uno de los cuales lo utilizan a modo de botánico para mostrar la flora autóctona, mientras que el otro están plantando árboles y especias. A ello le unen su lucha, en la medida de la posible, contra el rabo de gato, esa especie invasora muy presente en varios de los barrancos de la isla y que ellos han ido limpiando de los alrededores de La Hoyilla.

Se trata, en definitiva, de una buena opción para reencontrarse con la tranquilidad de la parte más aislada de la isla a la vez que uno aprende de los valores culturales y medioambientales del oeste grancanario.

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