La Fiscalía pide 140 años de cárcel a una red de tráfico de cocaína
Libaneses con nacionalidad venezolana, colombianos, y Senegal y Gambia como telón de fondo. Esa es la estructura, según la Fiscalía de Santa Cruz de Tenerife, de dos organizaciones dedicadas al tráfico de cocaína que han operado desde Canarias durante años y a los que se puso cerco entre 2007 y 2008. Los cabecillas lograron huir a Gambia, Senegal y Venezuela, pese a estar ya condenados a prisión por el mismo delito.
Uno de ellos era Mahmoud Abdul Raouf Mohsen, más conocido como Guifara, libanés con nacionalidad venezolana, que fue condenado en 2005 y 2007 a sendas condenas de 12 años de prisión. Tras la segunda sentencia, y dado que la primera no había sido ejecutada, Guijara logró escapar a Venezuela, donde murió envenenado.
Son algunos de los detalles que han transcendido en el macrojuicio que arrancó este lunes en la Audiencia Provincial y que se ha divido en cuatro piezas, ya que los acusados son 17 personas para quienes se pide en total 139 años con 9 meses de cárcel y multas que superan los 3.200.000 millones de euros.
La investigación, que llevó a cabo el Grupo Especial de Respuesta contra el Crimen Organizado (G.R.E.C.O), partió en 2007 de la Audiencia Nacional, que por otro procedimiento judicial alertó de que se preparaba el desembarco “inminente” de 200 kilos de cocaína de alta pureza en Canarias para su posterior distribución. Se supone que la droga estaba almacenada en Gambia o Senegal, pero lo cierto es que el barco nunca llegó.
Una empresa de importaciones en Tenerife
En esta causa hay un acusado que también fue condenado en 1996 a 8 años de prisión por tráfico de drogas. Se trata de Don Gago, en realidad, Gabriel Antonio Millán Amaya, un hombre de 74 años, nacido en Colombia pero afincado en Tenerife, que este lunes no estaba en el banquillo de los acusados, ya que será juzgado en una pieza aparte. El fiscal Miguel Serrano pide para él 12 años de prisión.
Quienes sí estaban presentes eran nueve de los acusados, entre ellos, Mahmoud Mohamad Hjeij; Alí Yleij Moceen, residente en Puerto, y Kamal Abdoul Raoud, cuñado, sobrino y hermano, respectivamente de Guijara. El clan lo completaban Sacha del Olmo Le Leuxher y su hermano Alexander, que tras ser condenados en Tenerife lograron escapar a Gambia y Senegal, y siguen huidos de la Justicia.
Según el fiscal Serrano, para poder transportar la droga en barco intervenía un tercer elemento clave en la organización, Benedicto Torres, residente en Gambia que montó en Tenerife una empresa de importaciones. Dadas las conexiones del clan libanés con Venezuela, otra organización de “correos” (falsos turistas que transportan droga en su equipaje) entró en escena en 2007, Omar Vargas Chirino, además de intermediarios que preparan las operaciones a pequeña escala, algunos con base en Madrid, otros en La Rioja.
Fisuras judiciales
El juicio, que es resultado de nueve meses de investigación a cargo de 28 policías nacionales, y cuya instrucción estaba a cargo del juez de Instrucción 1 de Arona, podría quedar en nada si el tribunal de la Audiencia admite la nulidad de las conclusiones que plantearon los abogados de los nueve acusados de esta primera parte.
Argumentaron que tanto las escuchas telefónicas de la Policía como los registros domiciliarios, en los que fueron cayendo poco a poco los integrantes de la escala base de la organización, deberían ser nulas, ya que las primeras no cuentan con motivación ni por parte de la Policía al solicitarlas, ni por parte del instructor al concederlas (que en algunos casos hasta se olvidó de especificar el tiempo de las escuchas), mientras que los registros, aparte de que habrían partido de escuchas nulas, no contaron con la firma del juez.
Incluso hay escuchas a teléfonos que no se especifica a quiénes pertenecen.
El fiscal alegó “urgencia de las actuaciones”, y que la Policía “ya partía de una investigación previa”, amén de los antecedentes penales de los dos fugados que quedan con vida. “Se sabía que algo estaban tramando, no es ninguna conjetura. Es lógico que en una investigación así sea proporcional pinchar los teléfonos”.