Grande-Marlaska: ''Siempre he intentado vivir sin miedo''

Apareció como uno más del séquito que esa tarde participaba en la jornada del TSJ de Canarias sobre Prensa y Justicia en la Universidad de La Laguna, en Tenerife. Consciente de que en estos foros se construye ciudadanía, el juez Fernando Grande-Marlaska (Bilbao, 1963) no reniega de encuentros y conferencias cuando lo considera útil. “Si no, prefiero pecar de discreción”, señala. Como miembro de la Audiencia Nacional no ha ido de juez estrella, en efecto, a pesar de haber trabajado en temas como el chivatazo del caso Faisán, el accidente del Yak-42 y varias acciones judiciales contra ETA y su entorno.

Un hombre que le acompaña no le pierde de vista en ningún momento. Aunque se intuye que es el escolta, sus gestos relajados no coinciden con la imagen que esperaríamos. Aguarda con los brazos cruzados en el exterior de una sala de juntas de la Facultad de Periodismo, donde se celebra la entrevista. El tono de la conversación es cercano pero serio por los temas abordados. Grande-Marlaska desvía la mirada cuando piensa lo que va a decir, y habla a los ojos cuando desarrolla la respuesta. En ellas se descubre un hombre sobrio, con las ideas claras y con la tranquilidad que da haberse labrado una historia vital propia no exenta de dificultades.

Usted ejerció en sus comienzos en una pequeña localidad vasca, pasando por unos juzgados de primera instancia en Madrid. Pero desde que entró en la Audiencia Nacional su nombre no deja de aparecer en los medios de comunicación. ¿Cómo lo lleva?

La Audiencia Nacional puede ser más mediática pero no por ella misma, sino en relación a sus competencias. Son conductas graves en el ámbito penal, que generan mayor desasosiego porque puede perturbar el funcionamiento de un Estado de Derecho. Desde ese punto de vista, es un tribunal que está bajo el ojo de la prensa y la sociedad.

¿Se llega a acostumbrar?

Nuestro trabajo debe ser objeto de control y análisis, y la prensa en cierto sentido es una de las instituciones que tiene esa función. No hay ningún temor. Forma parte del trabajo.

Uno de los temas a su cargo ha sido del caso Faisán, concretamente el del chivatazo de una operación contra la red de extorsión de ETA. ¿Qué le parece la politización que se ha hecho de este asunto?

Como tuve una responsabilidad concreta en la investigación, desde un punto de vista de mi ética profesional, deja que no me pronuncie sobre el tema en concreto.

A un nivel más general, entonces

Es preocupante en todos los términos. Pero creo que el Poder Judicial está demostrando unos resortes y unos cimientos firmes para evitar esa instrumentalización. Una cosa son las pretensiones y las aparencias y otra el resultado final. La inmensa mayoría de los que formamos el Poder Judicial ofrece posturas donde podemos concluir una firmeza en los valores democráticos, y en ese sentido soslayar pretensiones de instrumentalización.

¿Los jueces ya han perdido el miedo a hablar en público?

No es que tuviéramos más o menos miedo a hablar. Lo importante es hablar cuando se debe y ser coherente en lo que uno dice, con la garantía de que es por necesidad y no afectando a la función jurisdiccional.

Hace nueve años, Grande-Marlaska decidió irse del su tierra natal, el País Vasco. En una entrevista de 2006 con Rosa Montero, asegura que fue debido al ambiente político y social del momento. “Las relaciones profesionales, las personales, el aire que respirábamos en la calle, todo estaba atrapado dentro del binomio nacionalismo sí, nacionalismo no, ETA sí, ETA no”, comentaba. Ahora, curiosamente, no admite ese argumento, lo que indica que o bien el paso del tiempo influye en la percepción de los hechos, o realmente hubo otros motivos. Casi una década después, la izquierda abertzale aparece en las Cortes con un partido político, Amaiur.

¿Cómo vive esta situación?

Como cualquier otro ciudadano. Asumiendo la resolución del Tribunal Constitucional donde establece el derecho de Bildu, aunque ahora es Amaiur, a participar en unas elecciones. El respeto a la resolución del Constitucional es la base del Estado de Derecho.

No cabe duda. Por eso voy al lado personal, porque es paradójico en su biografía: se va a Madrid huyendo del ambiente político y los abertzales se plantan en la capital.

No, pero eso son temas personales. Decidí dar un cambio en mi vida, no más. Solo faltaría que se hubiera alterado por ese tipo de cuestiones.

En 2008 se supo que ETA planeó atentar contra usted. Tres años después, en octubre pasado, se produce el anuncio del cese definitivo del terrorismo por parte de la banda. ¿Se siente más libre ahora?

Es una pregunta difícil. No, no me siento ni más libre ni menos libre. Yo siempre he intentado vivir la vida sin ningún tipo de miedo, desde una frase que una vez me metieron en la cabeza y que me pareció importante: “Yo solo tengo miedo de tu miedo”. No voy a tener ahora ni más ni menos.

¿Sigue teniendo escolta?

Sí. Son cuestiones que van inherentes a la función que desarrollo, y que medios de seguridad competentes entienden oportuno a día de hoy que mantenga la escolta. El día que no lo entiendan oportuno, no la mantendré.

Durante un tiempo usted sustituyó al juez Garzón, de año sabático, al frente de su juzgado de instrucción. ¿Cómo se explica a la ciudadanía lo que está pasando con él? Cinco de los seis magistrados que lo enjuician por las escuchas que ordenó en la trama Gürtel han sido apartados a petición del propio magistrado, y es la segunda vez que ocurre. ¿Cómo se entiende todo esto?

Como es un compañero, no voy a hablar del tema concreto. Pero siempre que se me plantean preguntas parecidas, respondo que esto ayuda a que la sociedad tenga absoluta conciencia de las garantías de todo Estado de Derecho para todos los ciudadanos.

Sea quien sea

Sea quien sea. Y el Tribunal Supremo es la manifestación más firme de respeto a los derechos y libertades de todo ciudadano.

Grande-Marlaska lleva anillo de casado en el anular de su mano izquierda. Hace años que decidió dar el paso y reconocer públicamente su homosexualidad. No solo eso: contrajo matrimonio con su pareja, Gorka. Hoy es uno de los referentes del colectivo gay en España, pero tampoco pretende dar ejemplo. Lo lleva con aparente normalidad, aunque preguntado por la ley de matrimonio homosexual -contra la que el PP presentó un recurso de inconstitucionalidad que está pendiente de respuesta- asegura que no es suficiente. “Falta que la sociedad se lo crea”, opina.

Tras el cambio de Gobierno no está claro qué va a pasar con la ley que permite el matrimonio homosexual. ¿Está preocupado?

No, no estoy preocupado.

¿Ni por amigos o conocidos? ¿Por cómo puede afectar a la percepción de la homosexualidad?

Todavía no sabemos nada. No voy a estar preocupado ante suposiciones de lo que pueda pasar. Está pendiente que el Tribunal Constitucional declare o no si es conforme a la Carta Magna. Esperemos a lo que diga.

¿No cree que esa ley supuso un gran avance en la percepción social de este asunto?

Eso es distinto, ahí hay que luchar mucho más. Las leyes son importantes, siempre lo he dicho, sobre todo leyes como las del matrimonio, la ampliación a personas del mismo sexo. Pero hay que hacer labores pedagógicas al conjunto de la sociedad desde los niños en adelante. Ahí sí que tenemos que andar.

Por lo que usted ha dicho, por esos chicos de los pueblos que lo tienen más difícil...

Por eso, todavía hay que andar. No vale con tener la ley, es necesario que la sociedad se la crea, y que se crea la igualdad de todos.

Hace años que se marchó de Euskadi por determinadas cuestiones. ¿Piensa volver algún día?

Yo vuelvo de continuo, tengo ahí mi familia. A vivir, depende de las circunstancias personales. Cuando uno lleva nueve años viviendo fuera, depende de por dónde vayan los derroteros de la vida de uno. Eso queda un poco, no voy a decir al azar, porque en la vida siempre intentamos controlar parte de la misma, pero depende. Ni la puerta está cerrada ni está abierta de pleno.

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