Los hechos probados y el relato de la víctima de ‘El Yoyas’, condenado por violencia machista y prófugo de la justicia
Casi seis años de prisión, orden de alejamiento hacia su expareja e hijos, así como la pérdida de la patria potestad de los dos menores y una indemnización. Es la condena firme a Carlos Navarro, exconcursante de la segunda edición del programa de televisión Gran Hermano y popularmente conocido como El Yoyas, por varios delitos: malos tratos habituales, cuatro de lesiones, un delito leve de amenazas y otro de vejaciones. Pese a que la Audiencia Provincial de Las Palmas ratificó en abril de 2021 el fallo del Juzgado de lo Penal número 5 y de que en noviembre de este año se cumplía el plazo para su ingreso en la cárcel, sigue sin cumplir condena y se encuentra en paradero desconocido. “Lo único que espero es que me llamen las autoridades y me digan que ya lo han encontrado y está donde tiene que estar. Para mí, sería una gran tranquilidad”, explica a esta redacción Fayna Bethencourt, la víctima, que esta semana de Navidad sigue a la espera de novedades.
Su historia ha recorrido estos días los medios de comunicación y las redes sociales, en especial después de que Bethencourt haya narrado su experiencia en su canal de YouTube. Asegura que lo hace con el objetivo de que se divulgue con fines informativos y educativos. También para ayudar a aquellas mujeres que puedan encontrarse en una situación similar. En este espacio narra con pedagogía cómo comienzan las relaciones de violencia de género, cuáles son esas primeras señas y cómo el agresor cambió su vida durante 16 años, minándola psicológicamente. “En la calle ahora mismo se encuentra mi torturador, un prófugo condenado. ¿Qué mensaje estamos dando a las mujeres que están viviendo lo que yo viví?”, se cuestiona.
Bethencourt conoció a Carlos Navarro en 2001 en la casa de Gran Hermano. Allí, él hizo muestras ya de su carácter y comportamientos violentos, por los que fue expulsado del concurso. Posteriormente, continuaron la relación. Ella misma explica que, “pese a ese carácter explosivo delante de las cámaras, en la intimidad era encantador”. Una historia que comparte el mismo patrón que las de otras mujeres en situaciones de violencia de género en las que los agresores no se muestran como tal de primeras y en las que la violencia va subiendo de intensidad. “Supongo que es difícil ser un monstruo las 24 horas del día”, añade. Bethencourt y Navarro se casaron años después del concurso y tuvieron dos hijos. Fue en 2017 cuando se rompió la relación y se trasladó a vivir desde Barcelona a Gran Canaria. Según la Audiencia Provincial de Las Palmas, queda acreditado que Navarro sometió a la denunciante “durante toda su relación a un maltrato habitual, en presencia de su hija y de su hijo menor de edad. Desde 2013 hasta enero de 2018, el maltrato ha sido constante”. Por ello, desestimó el recurso que él había impuesto ante el fallo del Juzgado de lo Penal número 5 de Las Palmas de Gran Canaria.
En esa primera sentencia se concluía que la víctima “ha mantenido en todo momento la misma versión de los hechos, tanto en sede policial como judicial y posteriormente en el acto del juicio oral, siendo además corroborada por las testificales, y los informes psicológicos forenses”. Entre las pruebas que se resaltan para concluir esta condena se citan los testimonios de los menores, que presenciaron escenas de violencia contra la madre y que relataron, de una prima de la víctima que corroboró que Bethencourt se escondía en el baño para hablar con ella por teléfono, además de unas fotografías en las que se aprecia la rojez de su cuello tras una agresión o los informes psicológico forenses practicados a la denunciante y a los menores.
“Los informes forense-psicológicos ayudan a corroborar la situación sufrida por la denunciante así como por los propios menores, corroborando esa situacion de violencia familiar, descartando la invención o simulación en el relato, siendo un testimonio con estructura lógica en tiempo y espacio, ofreciendo detalles, de lo que debe extraerse su credibilidad; así como la falta de manipulación en los menores ni de exageración o de victimización. Asimismo, junto con dichos testimonios y los informes forenses se constata la situación de depresión de Fayna producida por esa situación de violencia y maltrato”, recoge la sentencia del Juzgado de lo Penal número 5 de Las Palmas de Gran Canaria. Y recalca que “resulta evidente que los menores sufrieron esa vivencia del maltrato físico y psicológico al que ha sido sometido la madre, reaccionando emocionalmente a ello, e incluso normalizando dichas vivencias de violencia”.
Audios que muestran la agresividad
Durante la instrucción de la causa también se recogieron numerosos audios, que fueron reproducidos durante el juicio. Se trata de grabaciones en las que insulta a Fayna Bethencourt, además de a su pareja, a la que amenaza. También realiza comentarios vejatorios y admite que conoce que está siendo grabado. “Ya sé que me estás grabando, yo todo esto lo digo porque sé que me está oyendo vuestra madre y abuelos. Si sé que me estás grabando, estoy disfrutando”. “...Y si yo cogí a tu hija por el cuello un par de veces, es porque se lo ha merecido la asquerosa, y poco la he cogido”, reconoce Navarro en otro de ellos.
En otros audios aportados y con fecha entre julio y septiembre de 2017, utiliza “expresiones vejatorias, humillantes y ofensivas respecto de su expareja consistentes en: golfa, ridícula, vas a acabar en un psiquiátrico, desquiciada, estás loca, chalada, me das pena, eres un bicho, asquerosa, que solo te van a querer para darte por culo y escupirte en la cara”, detalla la sentencia. En otras de las grabaciones, la jueza concluye que “no hay duda de las expresiones intimidatorias hacia la pareja actual” de Fayna y que las “expresiones son claras y reiteradas, además de utilizar expresiones ofensivas, reitera en innumerables ocasiones su intención de hacerle un mal, de atentar contra su integridad física”.
“Éramos cinco en aquella casa, contando el miedo”
Bethencourt relata en la causa judicial que Navarro mantuvo una actitud de control, de desprecio y de humillación hacia ella, limitando sus comunicaciones con sus amigos, familiares y terceros, así como controlando sus salidas fuera del domicilio familiar y la economía doméstica. También le llamaba la atención para que se callara, “bien retorciéndole la mano o bien mediante pisotones, y la agredía cogiéndola del cuello, hasta elevarla del suelo, propinándole patadas y puñetazos”, además de insultarla. Es un relato que recompone en su publicación reciente, donde añade que esa violencia se agravó tras el nacimiento de los pequeños, que también presenciaron los hechos.
“En aquella casa, vivíamos cinco contando con el miedo”, destaca. “El miedo es una constante en una relación así, miedo a pensar, a decir o a hacer…”. Subraya que intentaba dejar de hacer ciertas cosas que pudieran molestar al agresor, pero siempre se acababa enfadando, y que en su caso no había perdón después por su parte, y si lo había, “iba acompañado de la coletilla: tú tienes la culpa”. “Me repitió varias veces después de agredirme tanto verbal como físicamente que dentro de él había un monstruo” y le decía que lo único que podía hacerlo parar era ella. Por ese miedo que se apoderó de ella y de los menores es por lo que un día decidió marcharse lejos de su agresor.
“El comportamiento del encausado generó en la familia un clima de terror, y en ocasiones, madre e hijos huían de la vivienda durante horas”, recoge la sentencia del Juzgado de lo Penal. Además, la Audiencia Provincial de Las Palmas es contundente al entender que “los hechos han quedado plenamente acreditados” y que queda demostrada la agresividad de Navarro incluso en las llamadas de teléfono y cómo habla a una menor, “una demostración de la forma de reaccionar del acusado que tal y como declaró la denunciante cada vez que le contradecía y se enfrentaba a él actuaba de forma violenta”, añade.
“Sigo caminando”
“Se puede volver a ser feliz de nuevo. Por desgracia muchas no lo han conseguido”, apunta Bethencourt, que narra que no ha ganado dinero contando este relato. “Pido que no se frivolice con ello”, “para muchos soy Fayna de Gran Hermano, pero estoy aquí como Fayna Bethencourt, una mujer que pide justicia y que mi testimonio, mi historia, sirva para todas aquellas que puedan verle la patita al lobo y puedan salir corriendo antes de pasar por todo lo que pasé yo. Gracias por escucharme y darme voz, sigo caminando”, refleja como mensaje final.
Según los últimos datos publicados por el Consejo General del Poder Judicial, el número de denuncias por violencia de género aumentaron en Canarias en un 5%. Esta comunidad registró durante el tercer trimestre de 2022 una tasa de 23,1 mujeres víctimas de violencia de género por cada 10.000, la quinta tasa más alta del país. Según el Instituto Canario de Igualdad, en los primeros diez meses de este año, los Dispositivos de Emergencia de los Cabildos (DEMA) se activaron en 1.583 ocasiones desde el 112 y tuvieron que dar acogida a 263 mujeres y 136 niñas y niños que no podían regresar a su hogar con el maltratador.
*Si estás en una situación de violencia de género, puedes llamar al 016 y en Canarias al 112, una llamada de teléfono donde puedes ser asesorada psicológica y jurídicamente y que no implica denuncia. También puedes llamar para alertar de un caso similar que conozcas.
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