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Muere Pedro Miguel Rodríguez Cruz, palmero, abogado, amigo, comprometido

La pasión que siempre le puso a todo no le sirvió a Pedro Miguel Rodríguez Cruz para vencer a la muerte, que se valió de un implacable cáncer para llevárselo a mediodía de este sábado de marzo rodeado de sus seres más queridos, su compañera de siempre, Mayte Larrea, sus hijos David e Iban, y amigos inseparables como Jorge Hernández, el cura.

A Pedro se lo acaban de llevar, sí, pero sin rendirse ni un solo momento. Porque Pedro nunca se rendía, y en su empeño por defender lo que consideraba justo se llevaba por delante incluso algunos modales, eso sí, con el adorno de su carcajada atronadora e inolvidable.

El paso de los años -solo tenía 64 cuando ha dicho adiós- dulcificó de manera espectacular esa capacidad levantisca que tenía para poner de los nervios a sus contrincantes, generalmente abogados de empresas, a los que se enfrentaba cada día en los juzgados de lo Social defendiendo causas difíciles, muchas imposibles, pero ninguna merecedora de su desdén. Lo van a echar de menos desde el lunes.

Comprometido con sus principios asamblearios, de izquierda, de profunda raíz cristiana sector crítico, Pedro Miguel Rodríguez Cruz hizo alguna tímida incursión en la política local, de la que huyó espantado al descubrir que él no estaba hecho de la pasta necesaria para tragar lo que a él nunca le dio la gana de tragar. Se dedicó en cuerpo y alma a su despacho profesional, solo o en compañía de otros, siempre echando una mano a quien no tenía con qué pagarle sus servicios.

Fue miembro fundador del colectivo de juristas Justicia y Sociedad y participó activamente, del lado de los trabajadores de Utinsa, en la fusión de esa empresa en lo que hoy es Global Salcai-Utinsa. Su enfermedad no le impidió ser uno de los abogados laboralistas de Canarias firmantes de un manifiesto contra la reforma laboral.

Sus escasas incursiones en otro terreno que no fuera el laboral le llevaron, a finales de los ochenta, a atender la petición de unos amigos para que se hiciera cargo de la defensa del asesino del secretario de Lorenzo Olarte, a la sazón presidente del Gobierno de Canarias. Aquel encargo le marcó para siempre, porque tampoco Pedro estaba hecho para profundizar tanto en las pasiones (las bajas y las otras) del ser humano. Su esfuerzo penal, desplegado especialmente ante otro palmero ilustre del foro canario, Antonio Castro Feliciano, le sirvió para conseguir para aquel ex legionario de nombre José María Muñoz una pena relativamente suave, diecisiete años. No los llegó a cumplir vivo. Pocos años después de aquellos sucesos que conmocionaron a Canarias y marcaron a Pedro y a su entorno, moría en Carabanchel víctima del Sida.

Se ha ido Pedro Rodríguez Cruz, palmero, manojo de pasión irreductible, comprometido, inteligente, bueno.

Amigo.

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Los restos mortales de Pedro Miguel Rodríguez Cruz están siendo velados en el tanatorio de San Miguel, de Las Palmas de Gran Canaria. Serán incinerados este domingo a las 13.30.

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