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Padre Báez, el histriónico cura que excusa el crimen de las niñas de Tenerife y al que la Iglesia no termina de sancionar

El padre Báez, en una de sus apariciones en vídeo

Camino Pérez

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Quien no conozca en Gran Canaria al padre Báez, el cura de boina y polo amarillos y un garrote de pastor en mano, es que no sabe de la misa la mitad. Personaje histriónico donde los haya, hiperbólico, en exceso exagerado y, siempre que quiere, desagradable e hiriente en el trato. Así se presenta en las redes sociales Fernando Báez Santana, quien ahora se enfrenta a la indignación de una sociedad que no ha soportado sus diatribas contra Beatriz Zimmermann, la madre de Anna y Olivia, las niñas de Tenerife asesinadas a sangre fría en un plan predeterminado y tiradas al mar presuntamente por su padre, Tomás Gimeno.

El padre Báez ha cruzado una línea roja de la que todavía no se arrepiente: culpar a “la infidelidad de la madre” (sic) del trágico suceso que todavía conmociona a Tenerife y a toda España. Lo ha hecho en otro de sus polémicos vídeos, pero en esta ocasión con tan mal gusto y tanta falta de humanidad que la Fiscalía Provincial de Las Palmas ha abierto diligencias de oficio por si merece ser investigado debido a algún tipo de infracción penal. Sin ruborizarse, y en varias ocasiones -ya sea en una conexión en directo o en un vídeo grabado- Báez cita al profeta Jeremías como quien va a comprar el pan de cada día, y ante seguidores (y seguidoras) absortos, habla de la infidelidad como causa del desvío del camino recto. Lo malo es que es su eterna normalidad.

El escándalo en la isla es de tal magnitud que la Fiscalía de Las Palmas hacía público este lunes el inicio de sus actuaciones en un comunicado inusual, tras una denuncia presentada por el Cabildo de Gran Canaria. También el Gobierno de Canarias ha puesto a sus servicios jurídicos a trabajar en un caso que no deja de avergonzar a una gran mayoría de canarios. El Ministerio Público incluso justifica la apertura de sus pesquisas de oficio debido a “la indignación social y el común rechazo”. Aún así, no valorará en público más el caso “por el respeto que exige el inmenso dolor causado y el sentimiento de pudor ante el proceso de duelo que vive” la madre de Anna y Olivia.

Quien no se ha manifestado más allá de desmarcarse de las palabras de su párroco descarriado es el Obispado de la Diócesis Canariense. Este lunes nadie descolgaba el teléfono en la sede episcopal de la plaza de Santa Ana, junto a las Casas Consistoriales de Las Palmas de Gran Canaria, para saber cómo es posible que Fernando Báez siga dando misa en Lomo Magullo, un barrio de la ciudad de Telde. O si sigue impartiendo a los niños de ese barrio y otros de los alrededores de los que también es párroco, su particular catequesis machista. O cuántos expedientes se le han abierto ya a este pastor de fieles católicos, sin que se sepa su conclusión ante la eternización de los procesos sancionadores internos en el seno de la iglesia católica. Demasiadas veces que la curia no le mete mano a uno de los suyos tan incómodo como popular.

Porque el padre Báez también tiene su parroquia de seguidores, aunque para una gran mayoría sea un personaje de diván, o de antología del disparate, si se analizan sus intervenciones audiovisuales en redes sociales. Fernando Báez se ha hecho famoso en la isla por sus peroratas en mitad del campo, garrote en ristre, ya sea comiéndose un bocadillo de la pinocha caída de los pinos o disertando sobre los tabaibales. Hay veces en las que divaga sobre la flora canaria y sería merecedor de un minuto de gloria en la tele, o se acerca a la misticidad del mundo aborigen, ahora reconocido por la Unesco con la declaración de Patrimonio de la Humanidad para las Montañas Sagradas de Gran Canaria. Y demasiadas veces la gente se entretiene y se ríe con sus ocurrencias.

Ese es el lado gracioso de una figura mediática y populista con muchos dobleces. Tantos, como para provocar en su día hasta crisis políticas en grupos municipales de la isla, como sucedió en la villa marinera de Agaete con Nueva Canarias, por las constantes intervenciones y grabaciones de sus telehomilías en la finca de un joven concejal del partido. También por aquello estuvieron a punto de meterle mano. Anécdotas para describir al padre Báez, hasta este fin de semana que se le ha caído la careta de su esencia machista y a Gran Canaria se le ha llenado la cachimba (como dicen en el campo canario como expresión de hartazgo), hay para llenar más horas de YouTube.

Sin embargo, lo penúltimo es su cruzada política contra la central hidroeléctrica de Chira-Soria que permitirá a Gran Canaria, mediante saltos de agua, almacenar energía e iniciar su proceso de descarbonización con vistas a 2030 y 2050. En la isla hay un movimiento minoritario contra ese proyecto, respaldado por todos los representantes políticos en las instituciones públicas, que ha convocado manifestaciones y combate al grupo de gobierno presidido por Antonio Morales (Nueva Canarias). A esa corriente se ha sumado también el padre Báez con un grupo de fieles que, camiseta amarilla en ristre, se asemejan ya más a una secta (se denominan A.M.A.-Padre Báez, plataforma en defensa del medio ambiente) que a feligreses de la iglesia católica.

Pero como todo lo que sube baja, hace ya semanas que los promotores contra el proyecto del Salto de Chira no esconden su incomodidad con que un personaje del calibre disperso del padre Báez acapare protagonismo y reste credibilidad a su protesta. Y eso que todavía no se había pronunciado, urbi et orbi, sobre los asesinatos de las niñas de Tenerife y su execrable visión de las relaciones de pareja y de la familia.

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