La siesta de Poseidón
Cuenta la leyenda que el Dios de los mares buscaba descanso en las orillas.
Las aguas en calma no eran tan mullidas como las arenas y dunas de la costa y el trabajo de atormentar siempre fue duro.
Resistir el oleaje, sortear los espigones, provocar rayos y truenos cinceló durante siglos el cuerpo del mito y el imaginario colectivo asume que, como el resto de dioses del Olimpo, el hermano de Zeus también podría ser hoy portada de revista .
Pocas veces se le puede ver de incógnito en tierra firme pero ahí estaba ayer. Agazapado a la sombra de su leyenda, descansando sobre la fina arena de Las Canteras, escondiendo su rostro tras la cola de una sirena, sus fieles aliadas, guardianas del mito y ahora de su sueño.
En la profundidad de esa siesta fantasea Poseidón con apagar el volcán de Cumbre Vieja -como ya hizo con el de Tagoro- y despertará en unas horas, ojalá, con ese sueño cumplido.
Aunque si dura más la calma del volcán, Poseidón pisará el gimnasio antes que el agua, cuando advierta que le creció más la barriga que la barba.
Clavará rabioso su tridente sobre la tierra, pisará de nuevo el cielo, moverá las nubes y sacudirá las aguas y proyectará la sombra de su panza sobre estas asirocadas playas, hasta bien entrada la primavera… como un paraguas del Atlántico…
Y una vez más sobreviviremos al enésimo naufragio, como quién despierta de un mal sueño.
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