La portada de mañana
Acceder
Feijóo se alinea con la ultra Meloni y su discurso de la inmigración como problema
Israel anuncia una “nueva fase” de la guerra en Líbano y crece el temor a una escalada
Opinión - Junts, el bolsillo y la patria. Por Neus Tomàs

Cuando el trabajo no es un lugar seguro después de sufrir violencia de género

La manifestación contra la violencia de género en Gran Canaria recuerda la lucha de Las Kellys.

Jennifer Jiménez

Las Palmas de Gran Canaria —

0

Sufrir violencia de género, denunciar al agresor e intentar seguir con tu vida es un camino duro en muchos sectores. El colectivo Las Kellys reclama de cara a este 25 de Noviembre que exista vigilancia de las condiciones laborales de las mujeres que trabajan en programas de inserción para víctimas de la violencia machista. “Existen programas de inserción para estas mujeres pero nadie vigila sus condiciones”, recuerda Myriam Barros, una de las portavoces del colectivo, que considera que lo mínimo es que velen porque esa mujer después de haber sufrido estos episodios no sufra ahora violencia laboral.

Las Kellys representan un colectivo feminizado en el que además se enfrentan al hecho de que encadenan contratos temporales. Con esta situación es muy difícil solicitar días de asuntos propios ya que estas mujeres no saben hasta cuando van a tener trabajo. Farah, miembro de este colectivo, cuenta que algunas de sus compañeras han tenido problemas a la hora de pedir un día para ir a un juicio o por el hecho de que hayan sufrido un episodio de ansiedad y necesiten irse a casa.

La camarera de pisos subraya la necesidad de que exista más asesoramiento legal para las mujeres que han sido víctimas y protocolos de actuación para que se cumplan sus derechos. Considera que los casos de violencia machista deberían conocerlos una única persona de la empresa para salvaguardar su intimidad. Una persona que entendiera su situación y que velase porque esta persona se siente segura en su espacio de trabajo.

Además de ello, el colectivo recuerda la violencia laboral a la que se encuentran expuestas estas mujeres, lo que supone una doble violencia si además estás saliendo de una vida marcada por los malos tratos en el ámbito de la pareja o exparejas. Los estudios apuntan a que la mayoría de las mujeres que trabajan como camarera de pisos se medican debido a los dolores que padecen por la cantidad de habitaciones que tienen que limpiar en un día, los esfuerzos y las cargas que realizan.

Condiciones laborales precarias

La calidad de los contratos, muchas de ellas de encadenándolos a través de empresas de trabajo temporal, hace que sus derechos mermen, tanto en cuanto a masa salarial, como en la base de cotización para un futuro o en régimen de días de descanso, entre otros. La Justicia se ha pronunciado numerosas veces también en contra de la brecha salarial que sufren estas mujeres. Los hoteles pagan pluses mayores a los hombres que trabajan en estos complejos que a ellas.

En los pluses de productividad se puede apreciar en gran medida esta desigualdad de género. En una de las sentencias del Tribunal Superior de Justicia de Canarias, por ejemplo, se concluía que un hotel de Tenerife pagaba un plus de productividad diferente a las camareras de piso (mujeres) y a los camareros de sala (mayoritariamente hombres). Por este concepto, ellas cobraban 139 euros, mientras que ellos 640 euros, a pesar de que las dos ocupaciones pertenecen a la misma categoría de su convenio. Es solo un ejemplo, ya que ha habido otros autos del Supremo indicando esta desigualdad.

La externalización del servicio se traduce en que la mayoría de personas que se encuentran en peores condiciones laborales sean precisamente mujeres. Las kellys subrayan que tienen que rellenar cada día una ficha con lo trabajado ese día y que si no cumplen pueden ser despedidas. “Yo para poder coger vacaciones tuve que descansar menos días por semana para que se me sumaran unos días y poder ir a una boda que tenía programada”, apunta Ana, miembro del colectivo y que se encuentra en un proceso judicial precisamente porque considera que su puesto en un centro turístico de Lanzarote no debe ser cubierto por una empresa de trabajo temporal. Asegura, no obstante, que seguirá peleando por sus derechos. “El miedo más grande que tengo es aceptar este sistema y que dentro de diez años me hayan explotado tanto que mi cuerpo no responda y no tenga capacidad de llevar dinero a mi casa por permitir que me exploten tanto”.

Etiquetas
stats