“Mi mayor miedo es que dentro de diez años me hayan explotado tanto que mi cuerpo no responda”

Ana (c), junto a otras compañeras de lucha del colectivo Las Kellys.

Jennifer Jiménez

Las Palmas de Gran Canaria —

Ana (44 años) ha trabajado como camarera de pisos en Lanzarote. Ahora se encuentra en un proceso judicial contra su empresa de trabajo temporal y el Cabildo porque siente que se vulneran sus derechos al no disponer de un contrato indefinido en una plaza que siempre necesita estar cubierta, en los centros turísticos de la isla. “He llegado a estar 52 semanas sin descansar, sin derecho a vacaciones”, afirma esta miembro del colectivo Las Kellys, una profesión feminizada en la que existen aún muchas diferencias con otros puestos de trabajo desempeñados por hombres en los hoteles.

“La mayoría de contratos a tiempo parcial los tenemos las mujeres, ¿esto no es violencia?”, cuestiona Ana con motivo del Día Internacional contra la Violencia de Género. Al igual que otras compañeras, lucha además por que existan protocolos para las mujeres que han sido víctimas de violencia de género y que trabajan como camareras de piso. Consideran que existe poca sensibilidad por parte de las empresas y se encuentran con dificultades a la hora de pedir un día libre para ir a un juicio o porque se sienten mal anímicamente por la situación que están viviendo. “Si nos hacen un contrato con empresas temporales, estás sometida a la producción”, por ello, explica que si quieres pedir un día para conciliar o por asuntos propios es un día menos trabajado y que no cobras.

“Al tener un contrato temporal a través de una ETT no tienes derecho a nada. No sé lo que es un trienio ni una subida salarial”. Afirma que sí tiene miedo de luchar, pero “el miedo más grande que tengo es aceptar este sistema y que dentro de diez años me hayan explotado tanto que mi cuerpo no responda y no tenga capacidad de llevar dinero a mi casa por permitir que me exploten tanto”.

Hace unos años, a la pregunta de si había sufrido violencia en el trabajo asegura que habría respondido haber vivido violencia verbal por parte de mozos de habitaciones, superiores que suelen ser hombres y que asegura que a veces han tenido malas contestas, debido a que también viven situaciones de precariedad. Sin embargo, con el tiempo se ha dado cuenta de que la violencia laboral es estructural y afecta desde las diferencias de contratos a los salarios. “Mi base de cotización nunca va a ser la misma que si tuviera un contrato indefinido”, afirma y añade que ello se traduce en menos masa salarial.

De cara a un futuro asegura que no le gustaría verse en la situación por la que están pasando otras compañeras que sufren de hernia discal, tunel carpiano, rinitis, mal estado anímico… “porque el estrés nos destroza”. De hecho, comenta que en muchas de las ofertas de trabajo de camareras de pisos se especifica que uno de los requisitos es que debes saber “trabajar bajo presión”.

Hay estudios que hablan de que las Kellys realizan de media 20 habitaciones por día y que para poder soportar la carga de trabajo se medican. El colectivo se ha ido organizando y es cada vez más visible. Miembros de las camareras de pisos en Canarias han llegado a ser recibidas incluso por el expresidente del Gobierno, Mariano Rajoy, entre ellas Ana, aunque aseguran que después de los buenos propósitos nada ha cambiado.

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