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Lo que hay

Fer D. Padilla

'Mientras tanto, la vida sigue...', sí.

O al menos le ponemos ese nombre al conjunto de días que van pasando, como batallas que, ciertas veces, ni nos importa ganar o perder. Simplemente llegamos a casa rezando para que el nuevo día traiga el fin de una guerra que ni recordamos haber iniciado. Una pelea contra el mundo por resistir, por permanecer intactos a las consecuencias de las historias que vamos recopilando y que, lejos de curarlos, van añadiendo nuevas muescas a nuestros ya desgastados espíritus de supervivientes emocionales.

Es entonces cuando aparecen las anomalías. Pequeños elementos que surgen de la nada, sin ser buscados ni esperados, errores del sistema que en ocasiones hacen el día a día mucho más pasable, llevadero, soportable. Detalles, personas, excusas, circunstancias, momentos, acontecimientos… que con una pequeña chispa de momentánea paz pretenden secar el paso de las descomunales inundaciones pasadas.

Tan necesarias como infructíferas son estas flores de loto crecidas en el campo del absurdo que significa esta realidad. Tan urgentes como insatisfactorias. Tan estimables como pasajeras. Tan agradecidas como lo lejanas que realmente se encuentran.

No es su culpa. No es de nadie. Porque nada de esto realmente existe. La realidad no entiende de cielos ni destinos. No vela por sueños ni soñadores. No es creadora de sentidos, conexiones o significados. No tiene cerebro para pensar ni mucho menos energía con la que sentir. Los soñadores son los únicos con la capacidad de crear, de dar vida y forma, de engañar al mundo… de hacerlo mejor. Pero esto ya te lo había contado.

Y las pequeñas ironías… resultan ser salvavidas que intentamos alcanzar mientras nos precipitamos por la vida. Puede que algún día logremos alcanzar alguno de ellos y quizá seamos llevados a una orilla que no nos satisface tanto como el propio descenso llevado hasta entonces, o sí. A lo mejor, simplemente, no nos importa lo duro que sea el camino o cómo finalicemos siempre y cuando no sea solos… o igual simplemente sigamos dejándonos llevar por la corriente, cayendo sin final, retorciéndonos en la memoria de un remordimiento…

Porque no hay nada peor que preguntarse qué habría pasado. Ese fantasma que primero te congela el alma para luego rellenarla de culpa y arrepentimiento. A veces da miedo no saber si el camino puede terminarse en días, que se disfrute y se haga corto, o que se haga interminable y que aquello que vamos buscando, o aquello por lo que esperamos, no consiga llegar a tiempo.

Es entonces cuando recuerdo que aún quedan anomalías por descubrir. O a las que recurrir.

Ese hogar al que volver.

El centro de esa ciudad en la que perderse y que, por seguro, te llevarías contigo en lo más hondo de la memoria...

Esa ya larguísima historia…

… ESA ironía de la vida.

Yo creo en esas cosas.

Y si me equivoco, si pierdo el tiempo, si todo es un maldito error, al menos no será mediocre, olvidable y del montón, no. Habrá sido el mejor y más grande de mi vida.

El error hecho acierto.

El desastre perfecto.

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