Cañete sabe dónde tiene la batalla

Creer por un momento que el ministro/candidato Arias Cañete cometió un error tras el debate de la semana pasada con la número uno del PSOE al Parlamento Europeo, Elena Valenciano, es un ejercicio de ingenuidad digno de otra causa. Que el veterano político hiciera alusión a su superioridad intelectual sobre Valenciano y que se metiera en el charco de poner en cuestión la igualdad entre hombres y mujeres no puede ser un simple exabrupto.

¿Es posible que el ministro estuviese crispado, o quizá eufórico, tras mantener un debate de guante blanco y polémicas a la carta con la candidata socialista? ¿Puede ser que no se hubiera preparado la entrevista con sus asesores de campaña? Aunque todo es posible, personalmente me parece poco probable. Más bien creo que Arias Cañete quiso hacerse con el debate del debate. Y lo consiguió. Y que tiene el encargo de no dejar que otra derecha se cuele en el jardín de su derecha. Y también ahí fue efectivo.

Cuestión aparte es lo que yo piense sobre esta cuestión, y que lógicamente es el rechazo absoluto a la idea de que la superioridad intelectual de alguien dependa de su género.

Desde que Fraga lograra hacerse con el monopolio de todas las ideologías que van desde el centro liberal hasta el conservadurismo de mano dura, el PP siempre ha temido que alguien le pisara el césped. Y desde entonces pone una vela a Dios y otra al diablo, según el momento y las circunstancias.

Las crisis sociales y económicas son períodos difíciles en los que todo se pone en cuestión. Y el ser humano, repleto de miedos, se repliega sobre sí mismo. Sobre sus ideas más primitivas y tribales. Sobre movimientos que den al traste con todo aquello que parecía inamovible. Las preferencias se radicalizan.

El objetivo del PP en esta ocasión, por tanto, no es hacerse con las preferencias del votante socialista moderado. A los populares ya no parece preocuparles el PSOE. Su objetivo está en UPyD, está en Ciudadanos y está en Vox. En aquellos que pueden capitalizar el descontento del tradicional elector conservador en sus diferentes estratos ideológicos. Es ahí donde tienen centrada la batalla y donde piensan darla.