Historias que otros no quieren

Alguien dijo una vez que un periódico en el quiosco es un periódico ya muerto. Que agoniza desde que entra en la rotativa y que a las doce de la mañana solo sirve para envolver pescado. Pero los de nuestra generación creíamos en lo que hacíamos porque entre aquellas toneladas de papel se escondían decenas de historias, las nuestras y las ajenas. Las llamadas, las fuentes, el contraste de la noticia, la adrenalina, la hora del cierre, la batalla, el ruido, la competencia, las presiones... ¿Qué otra cosa sería el periodismo sino contar historias? ¿Qué cosa sino contar las historias que otros no querrían que se contaran?

En nuestro país el periodismo vivió tiempos de gloria. Cuando estaba lleno de caras, de vida y de emociones. Durante la Transición lo era casi todo. Porque corría por sus venas la emoción de la noticia, el vértigo de lo original, la adicción a lo propio y a lo exclusivo. Era prestigioso y creíble. Salir era importante y lo que dijeran de ti acababa siendo lo que tú eras, que no es poco. Era la realidad.

Al periodismo no le hicieron daño las nuevas formas de comunicar. No fueron las redes sociales. Ni los contenidos en la web. No fue el salto del papel al teléfono móvil. Porque, al fin y al cabo, esa es la forma de llegar a más, de escuchar, de tener influencia. La gran oportunidad de seguir siendo.

Lo hirieron los contenidos planos, las ideas huecas, el exceso de notas y ruedas de prensa. Las redacciones vacías, la adulación constante y la falta de exclusivas. De noticias. Al periodismo le hizo daño la falta de periodismo. En una sociedad, además, cada vez más incrédula, más crítica, más impaciente. Donde la realidad ya no es lo que sale publicado.

Por eso a veces no comprendo la satisfacción de quienes siempre consiguen salir bien parados, de quienes se empeñan en ello, sin caer en la cuenta de que lo importante no es que hablen bien de ti, sino la credibilidad de quien lo hace. Y que nada da mayor credibilidad que contar historias. Historias que otros no querrían que contases.