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Del rostro del suicidio y el anonimato de sus víctimas

Carmen Izquierdo

Te vas Alfonsina con tu soledad, qué poemas nuevos fuiste a buscar…

Si revisamos biografías de famosos recordaremos ocasos oscuros para muchos de ellos. Un tiro en la bañera, barbitúricos, otro tiro en la sien, una soga, una sábana a modo de boa infinita para lanzarse al vacío, drogas… Actrices, periodistas, youtubers… Mantener una despedida oculta por la puerta trasera es complicado cuando tu vida ha estado rodeada de curiosos. Y los íntimos e incluso rápidos instantes que te llevaron a lesionarte, o al coqueteo de la cuchilla con tus venas… Son secretos que el personaje se lleva consigo pero que la libre expresión narra con más fantasía que verdad.

Por amor (desamor), por dinero (pobreza), por el sentido de la vida (su pérdida)… Por lo que fuera.

Cuando se trata de personas anónimas, conocemos más del lugar que de la persona. Ese barranco cuyo cercado crece con la esperanza de no ser un vertedero de tragedias, el puente donde solo asomarse implica un imán a la vorágine y el mal presagio, aquella ventana de ese colegio donde se esconden varios casos…

Qué decir de las familias. Cómo encajar esa historia por la que todo el mundo te pone la letra escarlata y cuyo dolor propio no serás capaz de expresar porque temes que tu versión sea diseccionada ante la ávida necesidad de dar la primicia vecinal antes que recibir comprensión. El dolor moral es complicado de curar. Nadie quiere verse en esa oscuridad.

Pero, cuando todo ha pasado, ahí sí queremos saber. Los patrones mediáticos (y aquí sería preciso un estudio más profundo para valorar) hablan del desahucio, depresiones en cuerpos de seguridad donde el acceso a armas resulta sencillo, la reacción de un delincuente tras un crimen… El estudio más amplio a nivel nacional parte de la Fundación Salud Mental España para la prevención del suicidio (entidad privada sin ánimo de lucro que elabora su estadística en base a datos del INE de 2015 en su último documento publicado en 2016).

Empezando por ahí, salud mental. Y es que para llegar a esta acción de poner un punto y final en nuestra biografía algo debe suceder en la vida. Si bien, podemos revertir la premisa y responder que determinadas historias personales no se pueden superar desde la cordura.

No me extenderé porque para los interesados dejaré el link al final del artículo. Si bien, no deja de sorprender que sea la principal causa de muerte no natural. La principal. Hablamos de más de 3.500 personas. El doble que la de accidentes de tráfico. ¿Cuántas campañas para evitar el suicido hemos visto apoyadas desde la Administración?... Me diría un compañero de profesión que por qué siempre preguntamos qué hacen las entidades públicas. Si se trata de una de las mayores causas de mortalidad no natural se responde solo. Aún así, no estaría de más preguntarse de qué forma encaramos la necesidad ajena. Qué resistencias nos llevan a aliviar otro dolor en la medida de nuestras posibilidades.

¿Se contagia la enfermedad mental?, ¿difundir los intentos de quitarse la vida generan un efecto en cadena?... Depende. Como ejemplo de lacra para la sociedad más asumida, hablada y tratada podemos analizar el caso de la anorexia. Una enfermedad de corte mental que tuvo años atrás un verdadero auge.

Se coló como un fantasma en los cuartos de miles de chicos y chicas para hacerles sentir mal con sus vidas; creció con blogs donde otras personas en plena eclosión de su pesadilla compartían con otras su ansiedad por seguir perdiendo peso y su lucha contra la ingesta. Y aquellas Deep web desde luego estaban repletas de datos pero no ayudaban. Y el salvaje culto al cuerpo y la delgadez extrema, con cánones despiadados y fijados en la forma de cada parte del cuerpo no favorecían la autoestima. El cambio de los patrones sociales, modelos de todas las tallas, edades, tipos de pigmentación… Han suavizado la rigidez de una sociedad que enfermaba hasta la psicopatía y dejaba en sus víctimas la anorexia de regalo (en Canarias, la asociación Alabente combate a diario las situaciones de riesgo en hombres y mujeres).

Analizando esta verdadera enfermedad social que se lleva consigo miles de personas sensibles que, aseguran desde esta asociación sin ánimo de lucro, no quieren morir sino dejar de sufrir, podríamos valorar qué corrientes actuales merman el derecho a la vida. Somos la sociedad repleta de conectividad con gente que cada vez está más sola; la de las frases positivas mañaneras que no espera una respuesta cuando dice cómo estás; la que propaga vivir el momento y las sensaciones olvidando la persona que está al lado y sus temores. Quizá, una parte de esta masa feliz que no se detiene por nadie en su afán de engullir alegría pueda tomar descanso y paliar alguna tristeza sin ser contagiada.

Volviendo a Canarias, y a esta triste estadística con 178 suicidios en el año 2015; cada dos días, alguien decidió quitarse la vida en las islas. Se trata de las pocas comunidades donde estos casos además aumentaron. Cito sobre todo esta entidad porque en el archipiélago no hay otra que valore la situación, aunque sí profesionales que la investigan y combaten. En el plano político, Antonio Alarcó (PP) llevó al Senado esta causa obteniendo el respaldo de un sí que llevó la propuesta hasta el cajón de asuntos pendientes.

Mientras tanto, se encargan de la labor de prevención el teléfono de la esperanza y otras asociaciones como labarandilla.org. En Canarias, asociaciones como AFES Salud Mental normalizan y dan visibilidad a las personas que tendrán que vivir sus días junto a una enfermedad mental, o que pasan temporalmente por ellas. El estigma social no hace sino agravar su calvario, que con una red de apoyo y tratamiento adecuado se puede convertir en una dificultad como cualquier individuo puede encontrarse en la vida.

Los especialistas coinciden en que no se puede callar ya más este asunto. Hay que hablarlo. Desde su raíz. Hablar de la depresión, de la desesperanza y la ansiedad. Del entorno, el acoso social y las pequeñas fechorías morales cuyo placer se disfruta brevemente y se extiende como un veneno en las víctimas hasta poner en su mano la capacidad de lesionarse sin que muchos tengan que mancharse las manos.

Para ampliar información:

https://www.fsme.es/observatorio-del-suicidio/

Teléfono de la Esperanza: 928 334 050 – 922 334 050

Música ;-) : https://www.youtube.com/watch?v=CQSNc3Auf98

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