Una experta española en climatología dibuja un futuro cercano con más aridez y sequía en latitudes subtropicales como la canaria
La presidenta de la Comisión de Climatología de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), Manola Brunet, ha alertado de que la desertización que sufre España afecta a la biodiversidad y eleva el riesgo de incendios forestales hasta convertirlos también en un problema en invierno.
Esta profesora de la Universidad Rovira i Virgili participa este martes en el curso Ante el Antropoceno. Cuando la humanidad desborda los límites biofísicos del planeta, organizado por la Fundación César Manrique en Lanzarote, con motivo del centenario de nacimiento del artista, reconocido activista medioambiental. La contribución de Brunet a ese foro girará sobre el desafío que representa la transición climática y sus riesgos asociados.
En una entrevista con Efe, señala cómo el aumento de temperaturas está produciendo “una serie de efectos en otros subsistemas”. De esta manera, se está perdiendo la cubierta de nieves estacionales en el hemisferio norte, que “se reduce año a año; los hielos marinos del Ártico, sobre todo, pero también del Antártico, ocupan cada vez una menor extensión, o se está perdiendo a marchas aceleradas la masa glaciar” en lugares como Groenlandia.
La amenaza de esta transición climática que el hombre ha provocado con la emisión de gases de efecto invernadero determina que “el planeta esté abocado a unas condiciones más cálidas con impactos en cascada en los sistemas naturales, sociales y económicos”, aclara.
La presidenta de la Comisión de Climatología de la OMM dibuja un mapa con un mundo donde las precipitaciones se están intensificando y otro seco donde se “intensifican la aridez y la sequía en las latitudes subtropicales, como en Canarias o la región mediterránea”.
Y todo ello en un contexto en el que las olas de calor aumentan, tanto en número, como en duración e intensidad, se reducen las noches y días fríos, y se incrementan las jornadas cálidas.
En cuanto a las precipitaciones, explica, la crisis climática provoca en algunos lugares del planeta lluvias más intensas, pero en otros convierte las sequías en más extremas, “de tal manera que todos estos extremos climáticos producen impactos tanto en los sistemas naturales como en los sistemas humanos”.
Presencia de especies exóticas
Manola Brunet explica que en los ecosistemas terrestres se está viendo cómo algunas especies, al tener que enfrentarse a nuevas condiciones, se están desplazando a lugares de mayor altitud o latitud, haciendo competencia a otras, “lo que genera un claro riesgo de extinción y, con ello, una pérdida de biodiversidad”.
También plantea un efecto “importante” en las economías o sistemas humanos, especialmente en la producción agraria, principalmente en regiones de África, Suramérica y el sur del Asia, donde el impacto que genera la subida de la temperatura en la productividad y producción alimentaria “es notable”.
Brunet lamenta que estos efectos negativos estén afectando a los países con economías precarias que, sin haber sido causantes del cambio de clima, son “los más expuestos y vulnerables a sus distintos impactos”.
Esta especialista en transición climática subraya que los problemas que afectan a la producción agraria intensifican los flujos migratorios en varios lugares del mundo y eso genera, a su vez, “una inseguridad política, social y económica no solo en los países emisores sino también en los receptores”.
El calentamiento global es uno de los grandes quebraderos de cabeza del siglo XXI, y más cuando los estudios y cálculos apuntan que el planeta está en torno a un grado por encima de lo que era la media durante el periodo preindustrial, entre 1850 y 1900.
Brunet insiste en que, “si no se empieza ya a actuar de una manera clara, hay previsiones de que se lleguen a superar los cuatro grados de aquí a final de siglo”. Y, cuanto más aumente la temperatura, advierte, “mayor será la cascada de efectos e impactos sobre los sistemas naturales y económicos”.
En el caso de la Península ibérica, señala cómo desde los años setenta la temperatura aumenta a un ritmo aproximado de medio grado por década, “de tal manera que en 40 años se ha incrementado la temperatura media en torno a dos grados acumulados”.
También pone el foco de atención en el proceso de desertización que sacude la zona peninsular con territorios donde este fenómeno se está intensificando y produciendo una pérdida de biodiversidad biológica importante a nivel terrestre.
Tampoco se libran los sistemas marinos con una merma de la productividad o la llegada de especies invasoras de aguas cálidas tropicales a zonas como el Mediterráneo e, incluso, hay lugares donde el calor está haciendo cambiar el sexo a los peces.
Brunet alerta además de que en España la desertización “nos está llevando a empobrecimiento de la cubierta vegetal”, lo que ayuda a incrementar el riesgo de incendios y que su presencia no se limite al periodo estival, sino también a ser un problema invernal, “consecuencia del fuerte incremento de temperaturas en la Península y de una pluviometría errática y muy variable”.
Esta experta lamenta que España haya sido pionera en energías renovables, especialmente la eólica, pero en la actualidad países como Alemania o Reino Unido estén más avanzados, y muestra su sorpresa con que “haya más granjas solares en Gran Bretaña que en España a pesar de tener menores índices de insolación”.
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