El caso de estas licencias by the face es solo un botón de muestra de lo que se cuece cada día en un municipio como Mogán, ahora que los teléfonos móviles ya no están intervenidos por Los Buenos. Porque cosas peores, y en dialecto indescifrable italiano, se han visto en ese territorio casi sin ley donde Arguineguín ejerce de último pueblo de la frontera, antes de adentrarse en la selva más salvaje en lo urbano y lo turístico. Prueba de ello puede ser y será un interesante contencioso abierto entre un hotel de alta calidad instalado en el municipio y el ayuntamiento que rige a su bola Paquirrín González, a cuenta de si es obligatorio tener licencia de apertura municipal a la hora de ejercer la actividad turística o si vale simplemente la autorización superior de Turismo para estar con todas las de la ley. La diatriba parece surrealista, pero en eso andan, de manera cordial, el hotel y el ayuntamiento, forzados por la presión constante de la oposición política a Paquirrín de que lo van a calzar en otros renuncios. Y así está de trincado el alcalde con los que siempre han sido sus mejores amigos. Es este solo un ejemplo, porque si nos vamos a lo que un célebre gondolero aprieta tosnillos se dedica a ofrecer para ampliar la oferta marítima de su condominio pendiente de pago, y sin tener amarrada la concesión de lo que pone en venta, es para pedir, directamente, la intervención de una sección especial de la vieja NKVD. Sin compasión, amables lectores.