Tres pueblos cerca de Madrid realmente bonitos en otoño y perfectos para una escapada de fin de semana

Los colores intensos del otoño en el Castañar de El Tiemblo, Ávila. Castañar del Tiemblo es uno de los castañares más famosos de España y es uno de los bosques mejor preservados.

Elena Segura

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Llega el otoño y con él la gama de tonalidades rojizas, naranjas, cobres, ocres, amarillas y burdeos que tiñe las hojas de los árboles. Las temperaturas se vuelven más frescas e invitan a internarse en el bosque y, así, contemplar este maravilloso espectáculo de la naturaleza que supone el cambio de estaciones.

Os recomendamos viajar a estas tres localidades que se encuentran cerca de Madrid para admirar esta transformación de colores de la naturaleza en todo su esplendor, al tiempo que se puede disfrutar de la vida más apaciguada del pueblo durante un fin de semana y, de esta forma, recuperar la energía para encarar la siguiente con más calma.

Monasterio de Piedra en Nuévalos (Zaragoza)

A dos horas y media de Madrid, y al pasar por la localidad de Nuévalos -a escasos kilómetros de Calatayud, en la provincia de Zaragoza-, el río Piedra crea un espectacular paraje natural en torno al Monasterio de Piedra, fundado por monjes cistercienses en el siglo XII. En este parque natural homónimo encontramos increíbles grutas, saltos de agua y cascadas que sorprenden en mitad de un paisaje árido.

Los monjes darían con este paisaje, que se torna más espectacular en los meses de otoño, y les tuvo que parecer el lugar perfecto para fundar su monasterio, del que se pueden visitar algunas estancias, como el claustro, la sala capitular, la iglesia y su cripta, la cocina donde se preparó el primer chocolate de Europa, el refectorio o el lavatorio.

En la antigua bodega del monasterio también se puede disfrutar el Museo del Vino de la Denominación de Origen Calatayud que alberga tres salas: 'El vino como ciencia', 'El vino y la cultura' y 'El vino y la calidad', además de la zona de agricultura y sala de prensado de la uva.

Los monjes del Monasterio de Piedra, como prácticamente todos los de la Edad Media, promocionaron el cultivo de la vid y la elaboración del vino, que consumían con asiduidad, no solo por necesidades litúrgicas, sino también porque creían que era bueno para la salud. Su entrada va incluida en la visita al monumento.

La cascada más famosa de este remanso de paz es conocida como Cola de Caballo, en cuyo interior se esconde una gran cueva con formaciones de estalactitas. El contraste con estas aguas en movimiento lo encontramos en las aguas tranquilas que reposan en el lago del Espejo. La entrada de este parque natural, que está abierto todos los días, cuesta 18 euros, mientras que el aparcamiento es gratuito.

El castañar de El Tiemblo (Ávila)

Las temperaturas aún no son muy bajas y los caminos se encuentran bien señalizados –sobre todo, la ruta corta de cuatro kilómetros de longitud que es la más frecuentada–, así que en los meses del otoño se torna imprescindible una visita al castañar del pueblo abulense de El Tiemblo.

A una hora y media en coche desde Madrid, esta localidad castellanoleonesa cuenta con un singular monumento a los pies del cerro de Guisando: cuatro figuras de toros o verracos de piedra berroqueña en perfecta línea recta de entre los siglos III y II a.C. Fue en este mismo lugar en el que Isabel de Castilla firmó en septiembre de 1468 el llamado 'Tratado de los Toros de Guisando', por el que fue proclamada heredera al trono y se convertiría en reina de Castilla.

Además de este conjunto escultórico que es uno de los mejores ejemplos de manifestaciones artísticas de la España prerromana, El Tiemblo es famoso por el Bosque del Castañar. Se encuentra en una Reserva Natural, llamada Valle de Iruelas, y se trata de un bosque milenario de castaños silvestres.

El bosque del Castañar es uno de los más antiguos de la península y está situado en la sierra de Gredos. Cuenta con algunos ejemplares excepcionales que superan los ocho metros de diámetro y tienen hasta nombre propio. Otro ejemplar conocido es El Abuelo, que tiene entre 500 y 800 años, y sirvió de refugio a pastores y carboneros. Ahora es solo un tronco carcomido por el paso de los siglos, con muy pocas ramas activas.

Este tramo de la sierra de Gredos posee, además, una fauna impresionante, como la mayor colonia de buitres negros de Castilla y León, con más de 120 parejas censadas. Entre la flora, encontramos majuelos, avellanos, olmos de montaña y cerezos silvestres se entrelazan con sauces, acebos y brezos.

Para conservar el entorno natural, el acceso se regula en otoño y hay que pagar seis euros por coche, más dos euros por persona. Hay limitación de aforo de 400 personas máximo.

Valdecabras, al lado de La Ciudad Encantada de Cuenca

El río Júcar, a su paso entre Uña y Villalba de la Sierra, forma un gigantesco e impresionante cañón donde se encuentra La Ciudad Encantada de Cuenca, declarada Sitio Natural de Interés Nacional en 1929. En este entorno natural comprobamos cómo, en muchas ocasiones, no hay mejor artista que la naturaleza con estas curiosas formaciones rocosas, formadas por la erosión kárstica sobre la piedra caliza. El sendero que las recorre es circular y de tres kilómetros.

La Ciudad Encantada está situada próxima a la localidad pedánea de Valdecabras, en pleno Parque Natural del Alto Tajo y que cuenta con 85 habitantes, la mayor parte de ellos dedicados al cuidado del ganado, sobre todo, ovejas.

El origen de estas formaciones rocosas se remonta a hace 90 millones de años, cuando la Ciudad Encantada formaba parte del fondo del mar de Thetis. Se trataba de aguas tranquilas, lo que propició la deposición de sales. Al final del Cretácico el mar se retiró y el lecho marino, compuesto de piedra caliza, emergió a la superficie. La vegetación es espectacular y está formada por quejigos, sabinas, enebros, boj y zarzamoras.

La entrada al parque natural cuesta seis euros para los adultos y cinco para los más pequeños. Asciende hasta diez euros en el caso de elegir una visita guiada.

A 57 kilómetros de allí se encuentra la cascada más espectacular de la provincia de Cuenca. El río Cuervo, a apenas unos metros de su nacimiento, forma una maravillosa barrera tobácea llena de musgos y una vegetación exuberante. Es un lugar perfecto para calzarte las botas de trekking y recorrer los senderos que parten de este punto.

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