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GUÍA DE LA ISLA DE PASCUA III: La costa norte, la Playa de Anakena y el ombligo del mundo

Playa de Anakena, la imagen más polinésica de la Isla de Pascua.

Viajar Ahora

Hanga Roa —

Anakena es el icono polinesio más reconocible de la Isla de Pascua. Esta pequeña playa de arenas blancas y palmeras es uno de los atractivos más demandados por los viajeros. Punto ideal para pasar un día de descanso rodeado de todos los elementos que el viajero reconoce como propios y típicos de los exóticos mares del sur. Pero la Costa de Anakena, en el extremo norte de la isla, es mucho más que playas. Como sucede en el resto de la geografía insular, los restos de la antigua civilización rapa nui están presentes en todos lados; incluida la propia Anakena, en la que hay un ahu con sus correspondientes moais (VOLVER AL ÍNDICE DE LA GUÍA).

Pero más allá de los complejos rituales y restos de poblados, este lugar tiene un significado especial para la cultura ancestral ya que, según la tradición, este fue el lugar en el que desembarcaron los primeros hombres y mujeres que poblaron el lugar. Según cuenta la tradición oral, fue Anakena el lugar donde llegó la primera expedición colonizadora de la isla y donde el rey Hotu Matua’a estableció su residencia. En torno a esta playa floreció un importante enclave poblacional que se convirtió en uno de los centros políticos y culturales de la antigua sociedad isleña. La playa, en realidad, recibió el nombre de Hanga Moire Roa, pero se le conoce por el nombre de Anakena por un conjunto de cuevas cercanas donde, según cuentan, el mítico rey fundador estableció su residencia. Cerca de la bahía se han encontrado restos de muros de piedra y casas canoa. También se cuenta que este lugar fue el centro donde se enseñaba la escritura Rongo-Rongo, el único sistema de escritura estructurado que se desarrolló en el área polinésica.

La importancia de este lugar desde el punto de vista social y político de este lugar justifica la existencia de los omnipresentes ahus con sus correspondientes moais que, en este lugar, se erigen entre los cocoteros, ofreciendo una de las estampas más bellas de la isla. Este centro ceremonial cuenta con tres ahus, de los que destacan los de Nau Nau y Anakena. El Ahu de Nau Nau es uno de los mejor conservados del lugar. Cuenta con siete moais cuatro de los cuales, aún conservan sus pukaos originales. Los Ahus de esta zona presentan multitud de grabados en sus muros verticales. El tercer ahu de la zona es el de Ature Huki, que sólo cuenta con una estatua. Este conjunto de plataformas ceremoniales fue restaurado a principios de la década de los ochenta del pasado siglo. Desde Anakena, y bordeando la costa hacia el cabo norte, parte un sendero que comunica esta parte de la isla con la aldea de Ahu Tepeu (cerca de la capital Hanga Roa), otro de los centros políticos más importantes del territorio insular. A lo largo de esta ruta (de algo más de 15 kilómetros de recorrido) hay varios conjuntos arqueológicos de interés.

El ombligo del mundo

El pequeño centro ceremonial de Te Pito Kura, situado a pocos kilómetros de la Península de Poike, es interesante por dos cuestiones. La primera es que alberga el moai de Paro, que con sus 90 toneladas de peso y más de 15 metros de altura es el más grande de los que se encuentran erguidos en el territorio pascuence. El segundo hito de esta zona es el conocido como ombligo del mundo, una piedra esférica que, según la tradición, fue transportada por el rey Hotu Matua’a desde la isla de Hiva. Esta piedra sería, pues, el único vínculo material de los antiguos pobladores con su tierra de origen, un lugar de suma importancia para la mitología local e hito que dio nombre a la propia isla (Rapa Nui). Esta piedra está flanqueada por cuatro esferoides de menor tamaño que representan las cuatro direcciones y todo el conjunto está rodeado por un muro de piedra seca de poco más de un metro de altura.

Este lugar fue centro de gran número de ceremonias y su importancia para la cohesión de toda la población prehistórica de la isla como grupo fue vital. Aún hoy, en una prueba más de la pervivencia de los viejos mitos y costumbres, los isleños sienten una devoción especial por este lugar. Este lugar se relaciona con el culto al Dios make make, como creador del mundo a partir de un centro original que se situaría en la propia piedra.

La Playa de Ohave es, para muchos, la playa más hermosa de Pascua. Se encuentra en el extremo oeste de la Bahía de La Perousse, resguardada por una pequeña pared vertical de piedras volcánicas rojizas que se han mezclado con las arenas blancas de origen coralino formando una agradable playa de tono rosáceo. El único problema es que este muro vertical cierra la playa en su banda de poniente, lo que limita las horas de sol por las tardes. Pero también tiene múltiples ventajas. La principal es que cuenta con una pequeña comunidad coralina lo que convierte a este enclave costero en un verdadero punto caliente de la biodiversidad marina de la isla. Por eso, son muchos los que se acercan a Ohave para practicar el submarinismo a pulmón. También cuenta con magníficas vistas sobre la totalidad de la Bahía de La Perousse y la Península de Poike. Al igual que otras zonas costeras de la Isla, Ohave cuenta con su ahu y sus correspondientes moais, aunque estos son modestos.

Por último, Anakena es la playa de la Isla de Pascua por antonomasia y una de sus escasas estampas tropicales y es el único lugar donde uno tiene la sensación plena de encontrarse en la Polinesia. Anakena es la playa más grande y, además, cuenta con un incipiente bosquecillo de cocoteros reintroducidos que acentúa esa sensación polinésica de la que antes hablábamos. Por ello es uno de los lugares preferidos por los viajeros, por lo que conviene, si uno tiene la suerte de ser de los pocos visitantes que van por su cuenta, dejarse caer a última hora de la tarde o primera de la mañana. El Ahu de Anakena es de los más espectaculares de la isla.

Al norte de Hanga Roa

El sendero que parte desde las inmediaciones de una pequeña casa rodeada de cocoteros se pega a la costa pasando por varios ahus muy poco visitados y un puñado de antiguas aldeas en las que pueden verse los cimientos de esas casas canoa tan frecuentes en las costas de la isla. El sendero parte del extremo noreste y se interna en los enormes campos de lava del Rano Terevaka, el tercero de los grandes volcanes que dieron a Rapa Nui esa forma triangular. Una de las características de este volcán son sus tubos volcánicos, que, en algunos tramos, sufrieron el colapso de sus techos dejando al aire las entrañas de la isla. Uno de estos accesos hacia las profundidades es Ana Te Pau, la cueva del Tambor, que no sólo es la cueva más grande de la isla, sino también otro ejemplo de la capacidad de los isleños para adaptarse al medio. Ahí abajo, protegidos del viento, los rapa nui supieron hacer un huerto, un estanque y un refugio. Este tubo volcánico se encuentra con el mar a través de dos cuevas: en Ana Tepora (cueva de la Canoa) hay un pequeño altar ceremonial vinculado a las prácticas funerarias de los rapa nui y la Ana Kanenga (Cueva de las dos ventanas) que sirvió de refugio en tiempos difíciles (la entrada fue estrechada de manera artificial para facilitar la defensa) y es el escenario de las desventuras del Romeo y Julieta de la cultura local (que en todas las hay).

El otro gran hito de esta parte de la isla, ya cercana a Hanga Roa, es Ahu Akivi, dónde se encuentran los únicos moai que miran directamente hacia el mar y de los pocos que fueron erigidos tierra adentro. Tradicionalmente se ha vinculado este ahu a las primeras fases de colonización de la isla y sus siete moai han sido identificados como los siete exploradores que descubrieron la isla por órdenes del rey Ariki Hotu Matua’a ante la inminente inundación de Hiva, tierra de origen mítica del pueblo rapanui. Pero la arqueología ha puesto de manifiesto que este ahu es de los más modernos (siglo XVII quizás) y que sería de los últimos que se levantaron antes de que todo colapsara.

Foto Cueva del Tambor: Erik Charlton (licencia CC).

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