Tamadaba de arriba abajo: guía del parque natural más salvaje de Gran Canaria
Decir Tamadaba es hablar de uno de los espacios naturales más completos e increíbles de Gran Canaria. Este parque natural ocupa algo más de 7.500 hectáreas en un lugar muy especial y único entre los grandes escenarios ecológicos y paisajísticos de la isla por la combinación de varios factores: su orografía, su ubicación, la cantidad de ecosistemas que están representados en su superficie y el grado de conservación de algunos de sus parajes. Un parque que abarca zonas de cantiles costeros, grandes charcos de marea y playas; valles dónde empieza a extenderse el bosque termófilo que se perdió durante siglos de sobre explotación y un pinar húmedo bien conservado (pese a la acción de los incendios forestales) en el que podemos ver algunas manchas de Monteverde gracias a los grandes aportes de agua que traen las frecuentes nieblas. Tamadaba es un lugar único también en lo humano. En sus inmediaciones podemos ver algunos de los enclaves etnográficos y arqueológicos más auténticos del inmenso catálogo de bienes culturales grancanarios. Desde antiguas cuevas de canarios a molinos de agua pasando por viejos caminos o verdaderos pueblos de cuevas excavados en las montañas.
Así que cualquier excursión o visita a este lugar debe abordarse desde diferentes perspectivas teniendo en cuenta una realidad incontestable: es imposible conocerlo en un solo día. Así que la estrategia antes de planificar la visita debe tener en cuenta esta realidad geográfica. Hay dos Tamadabas; la de las cumbres y la que queda más cerca de la costa y que cuenta con verdaderas joyas como el barranco y la playa de Guayedra y el entorno de El Risco (con el mítico Charco Azul como reclamo más notable). Esta Proción de alturas y abismos está formada por dos grandes macizos volcánicos que forman parte de la llamada paleo isla, esto es, la comarca dónde se encuentran los materiales más antiguos de todo el edificio insular. Enormes formaciones de basalto durísimo que aguantó la erosión y los derrumbes para formar una especie de isla de roca dentro de la propia isla. Sólo hay que plantarse en el Puerto de Las Nieves, en Agaete, y mirar hacia las alturas para ver como Tamadaba aparece como si fuera un ‘mundo perdido’ inaccesible y lejano. Un lugar de gran riqueza en flora y fauna y con paisajes de infarto.
Una visita al pinar.- Salvo que uno se atreva a subir desde La Aldea (una de las carreteras más espectaculares de toda Canarias) hay que pasar por el pueblo de Artenara un destino en sí mismo que merece una visita. Si nos centramos en Tamadaba, las primeras paradas hay que hacerlas un par de kilómetros antes de llegar al pueblo. Empezamos en el Mirador de Los Pinos de Gáldar (GC-21). Aquí puedes ver uno de los pocos cráteres de vulcanismo reciente de la isla y, también, una panorámica general del macizo que alberga el Parque Natural. Una vista desde lejos que te va a ayudar a comprender el sitio que vas a visitar. Desde el Mirador de La Atalaya vas a tener una vista más cercana poco antes de llegar a Artenara, donde tienes que visitar algunos lugares de interés. El primero, y más nuevo, es el Centro de Interpretación del Paisaje Cultural de Risco Caído y Montañas Sagradas (Camino de La Cilla, 17), un moderno museo multimedia en el que vas a poder ver como los antiguos canarios y canarias fueron capaces de controlar el paso de las estaciones a través de complejos observatorios astronómicos. El más notable es el de Risco Caído, una cueva artificial en la que la luz del sol actúa de auténtico calendario entre los equinoccios de primavera y otoño. La cueva original no se puede visitar, pero aquí vas a encontrar una cuidada reproducción hecha al milímetro. Tampoco dejes de ver el barrio troglodita, un conjunto de casas cueva aún habitadas donde puedes ver una iglesia excavada en la piedra (la Ermita de La Cuevita) y un museo antropológico que merece la pena ir a ver (Museo Etnográfico Casas Cuevas de Artenara -Párroco Domingo Báez, 13-).
El acceso al Parque Natural se hace a través de la carretera GC-216. Algunos kilómetros antes del cruce con la carretera de Acusa y La Coruña, el pinar se adueña del paisaje ofreciendo un contraste boscoso con las laderas de la zona de Las Cuevas y La Coruña, dónde la intensa actividad agrícola supuso la desaparición del bosque. Poco después del cruce el camino empieza a ascender y nos metemos de lleno en los macizos de Tirma-Tamadaba. Parada obligatoria en el Mirador del Sargento; aquí puedes ver toda la Caldera de Tejeda desde una perspectiva diferente. A partir de aquí la llegada a Tamadaba es un espectáculo. Hay que dejar el coche junto al inicio del Camino de Los Romeros y darle a la patilla. Imprescindibles la Fuente de El Reventón, llegarse hasta el Mirador de los Llanos de la Mimbre y, si tienes un ratito, hacer algún kilómetro del camino que desciende hacia la zona de las Presas siguiendo el antiguo Camino de Los Romeros que llega hasta el Valle de Agaete (uno de los senderos más espectaculares de la isla). Si es bonito llegar, lo es aún más salir. En el tramo de carretera que vuelve hacia Artenara vas a poder disfrutar de vistas increíbles sobre el Monte de Tirma, el Roque Faneque y la costa noroeste de la isla.
Bajar hasta Faneque.- Ahí dónde lo ves, ese morro de piedra es el séptimo cantil costero más grande del mundo (1.027 metros sobre el nivel del mar). Llegar hasta aquí es una de las grandes experiencias que ofrece el Parque Natural. El sendero parte desde la Casa Forestal de Tamadaba aunque también puedes acceder desde la llamada Cueva del Zapatero que conecta directamente con el Lomo de Faneque. El sendero tiene una longitud de 6,7 kilómetros (ida y vuelta) y nos deja justo frente al roque. Hay una vía ferrata que da la vuelta al Faneque (Paso de la Piedra) y permite estar, literalmente, colgado a 1.000 metros de altitud sobre el mar. Es un lugar espectacular, pero sólo accesible para gente que sepa hacer este tipo de tramos peligrosos o grupos con guías especializados. Llegar hasta los pies de Faneque ya merece la pena y es toda una experiencia.
Trogloditas del siglo XXI.- Como te decíamos con anterioridad, la comarca que incluye a Tamadaba también es un espacio antropizado desde antes de la conquista castellana. Una de las huellas más curiosas de esta presencia humana en la comarca es la de los poblados de cuevas artificiales, un modelo de poblamiento que se remonta a la época prehispánica y que ha pervivido hasta hoy incorporando nuevas tecnologías y comodidades. En Artenara tienes buenos ejemplos de este tipo de hábitat, pero más cerca del pinar tienes otro dos ejemplos. El mejor de todos es el Poblado de Acusa Seca (Acceso por GC- 210 dirección La Aldea), un conjunto de casas cueva bajo un espectacular cornisa de piedra que comparte espacio con un completo yacimiento arqueológico que incluye pinturas rupestres, casas de habitación, antiguas tumbas y hasta un enorme granero colectivo excavado en una pared vertical. Y las vistas sobre la Caldera de Tejeda son increíbles. El otro lugar que se puede ir a ver aprovechando que estamos en la zona es el barrio de El Hornillo. No es tan espectacular como Acusa, pero también puedes ver casas cueva, paisajes más que interesantes y pasar por el Centro Locero de Lugarejos (GC-217 –Lugarejos-) donde se custodia la rica tradición alfarera local.
Tamadaba costero.- EL acceso a la costa de Tamadaba se realiza a través de la carretera GC-200. Si partimos desde Agaete no es mala idea iniciar la excursión subiendo un par de kilómetros valle arriba para ver el macizo desde todas las perspectivas posibles y, de paso, hacer alguna parada en Agaete. Pero lo que nos concierne está más allá del cruce que conduce hasta La Aldea. Este punto provoca en los isleños una extraña sensación de frontera. Más allá empieza lo que está lejos, pese a estar a menos de 35 kilómetros de las calles de Las Palmas de Gran Canaria. La GC-200 transcurre por la parte más escarpada del Parque Natural: la mayor parte del tiempo a media altura dejando espacio para el vértigo y alternando los cantiles con caídas verticales al mar con pequeños y grandes valles.
Y el primero es el de Guayedra: un verdadero paraíso enclaustrado entre paredes verticales. Este valle es especial por varias razones. La primera es su importancia ecológica, con uno de los puntos de recuperación del bosque termófilo más importantes de Gran Canaria (gracias a una ambiciosa política de reforestación). La segunda es la importancia de los restos arqueológicos que pueden verse en el lugar: algunos al pie de la misma carretera como las llamadas Casas de Guayedra, que se encuentran junto a una curva de la GC-200 y otros más escondidos como el poblado de la Majada de Altabaca, dónde se han localizado una veintena de casas y otras estructuras como muros de separación y corrales. Y la tercera de las razones a las que aludíamos antes es que el valle culmina en una playa espectacular que es muy apreciada por la población local de la isla.
Mucho más grande es el Valle de El Risco, una inmensa cuenca de barrancos que divide los macizos de Tamadaba y Tirma. Aquí tienes la única población de entidad que se encuentra en el entorno del parque: el barrio agaetense de El Risco. Este pueblecito pequeño tiene algunas casas tradicionales de interés y un paisaje agrícola dominado por las terrazas de cultivo y los palmerales. Desde aquí parte otro de los senderos míticos de la isla: el que sube hasta el Charco Azul. El paseo es corto y sencillo (apenas 3,6 kilómetros ida y vuelta) y te da la oportunidad de adentrarte en el valle y poder ver los riscos de Tamadaba desde otra perspectiva; con la mole de Faneque de estrella sobresaliente. Desde aquí se hace una de las mejores fotos de toda la isla.
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