Guía de Daroca y la Comarca del Jiloca: Calamocha, las Fuentes de Cella y el Castillo de Peracense
Antes de entrar en Calamocha nos dejamos caer por el Museo del Jamón (Avda Bigas Luna, 2). Rara cosa empezar las recomendaciones para visitar una comarca histórica como ésta del Jiloca por un insulso polígono industrial. Pues sí. Ahí, de cabeza al Museo del Jamón: antes de los castillos, de las iglesias románicas, de los espectaculares manantiales kársticos o los bosques de cuento. Al Museo del Jamón. Empezamos la segunda de las jornadas de ruta por esta dupla que forman las comarcas de Daroca y Jiloca (ver iconos de color violeta en el mapa) explorando uno de sus iconos gastronómicos y populares: el marrano.
Situado en un pequeño polígono de industrias agroalimentarias han montado una réplica de casa tradicional donde se hace un repaso a los modos de vida tradicional y, por supuesto, al jamón. El frío seco de estas tierras, la buena materia prima y cientos de años de tradición han aupado al jamón turolense al podio de los grandes embutidos españoles. Lo que no es poco. Y Calamocha es uno de los grandes centros de producción de esta delicia. Marranos e historia. Calamocha ejerce de capital de la Comarca del Jiloca y contrapartida de su vecina del norte (la preciosa Daroca). Como otros lugares de esta tierra de frontera, el pueblo presume de gestas, batallas, conquistas y resistencias. A dos pasos de aquí se encuentra la pequeña localidad de El Poyo del Cid, un lugar que a parte de un importante oppidum prerromano celtíbero presume de haber servido de base de operaciones al célebre Rodrigo Díaz de Vivar durante sus operaciones de avance hacia el Levante peninsular. Y de ahí las torres, los castillos, las atalayas…
Calamocha no tiene el porte señorial y palaciego de Daroca: pero también tiene su aquel… Y jamón. Hay un bonito puente medieval, al que llaman Puente Romano; varias casonas nobiliarias de interés como la Casa de los Rivera (Plaza de España, 4) o el Palacio de los Valero Bernabé (Justino Bernad, 15); un gran monumento religioso como Santa María La Mayor (Plaza de España), un enorme edificio a caballo entre el Renacimiento y el Barroco que preside el pueblo con la autoridad que dan los muchos metros de su fábrica (incluido un bonito campanario de estilo mudéjar que sobrevivió a la reforma renacentista de la antigua iglesia).
Todo ello en un pequeño pero muy bien conservado casco histórico de callejuelas estrechas y retorcidas con nombres tan evocadores de su pasado medieval como ‘Morería’, ‘Coso’ o ‘Castellana’ que es el nombre que va hacia el Río para abandonar la villa hacia poniente… Ahí, buscando al vecino castellano. Subiendo hasta el Sabinar de Olalla (Acceso por A-2530).- Este bosque singular es uno de los sabinares más grandes de Aragón (casi 65 hectáreas). Una de las particularidades de este espacio es su carácter abierto: aquí las sabinas forman una especie de dehesa que alternan pequeños grupos de árboles o ejemplares aislados en medio de grandes zonas de prado. Antes de llegar hasta aquí haz una parada en Cutlanda (para visitar su castillo y ver dos de esos curiosos peirones que se encuentran en los pueblos y campos de la comarca -uno de ellos erigido en el siglo XIII para dar gracias por la victoria en la batalla de las Navas de Tolosa-) y otra en el pueblo de Olalla, donde hay una bonita torre de estilo mudéjar.
Los Ojos de Monreal (N-234).- Estamos ante uno de los más grandes manantiales de aguas subterráneas de España y el más importante de los que drenan desde el Sistema Ibérico hacia la cuenca del Ebro. El afloramiento de agua en pozas en ‘forma de rosario’ crea aquí un extenso humedal de gran importancia ecológica que aporta al Jiloca unos 500 litros de agua por segundo. Es un lugar muy bonito de ver.
El Castillo de Peracense.- En una comarca que suma más de un centenar de castillos, torres y atalayas éste es El Castillo. Así con Mayúsculas. Situado en las alturas de la Sierra que mira ya cara a cara a las primeras planicies castellanas, este castillo de piedra rojiza es uno de los más singulares y mejor conservados de todo Aragón. Se han encontrados restos anteriores a Roma, pero los muros más viejos de esta fortaleza de areniscas casi bermejas data de los tiempos de la Taifa de Albarracín (siglo XII) y la expansión por estos lares de los tres reinos cristanos: Castilla; Navarra -fue plaza navarra durante un tiempo- y Aragón. Lo que puedes ver hoy es el resultado de ampliaciones y mejoras de los siglos XIV y XV, cuando se convirtió en uno de los ejes principales de las defensas de Aragón frente a Castilla. A pocos kilómetros del castillo nos encontramos con el pueblo de Ródenas, un pequeño enclave minero construido en la característica arenisca roja del lugar.
La Fuente de Cella y la entrada a la Sierra de Albarracín.- Terminamos el paseo en Cella, punto exacto en el que el Jiloca emerge de la tierra a los pies de la mítica Sierra de Albarracín (asiento de uno de los conjuntos histórico artísticos más importantes de toda España). Las aguas surgen de una gran ‘pozo artesiano’, esto es una fuente situada por debajo del nivel freático de las aguas subterráneas. El lugar ya se conocía desde tiempos muy antiguos, pero la gran poza elíptica que se puede ver hoy data del XVIII. A muy pocos kilómetros de aquí se pueden ver algunos tramos del Acueducto romano Albarracín-Gea-Cella, lo que pone de manifiesto la importancia de esta fuente de agua a lo largo de los siglos.
Fotos bajo Licencia CC: german; Luca Argalia; giborn_134; Abariltur; ANSELM PALLÀS; Rafael Rodríguez
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