Notas para un viaje por El Rosellón: La costa de los pueblos maravillosos
Pasar la frontera por el Col de Belitres es como atravesar el espejo. Pero a diferencia de lo que sucedió a Alicia, aquí no vamos a encontrar un mundo fantástico, extraño o extravagante de pócimas de encogimiento o gatos que hablan. No. En esta parte de la raya entre España y Francia se pone de manifiesto la continuidad cultural y paisajística de dos realidades que, en verdad, es una sola. Porque es lógico que los paisajes no cambien de un metro a otro (con una línea de costa preciosa que nos recuerda a Cap de Creus que está ahí mismo a dos pasos). Pero en los primeros pueblos se puede ver una continuidad con la Cataluña que hemos dejado atrás. Y es una sensación que te acompaña durante todo el viaje por el antiguo Rosellón; una región francesa de pasado español y una viva cultura catalana que forma parte de la identidad local. Una región histórica que incluye un tramo de costa preciosa; alturas considerables en la comarca pirenaica y ciudades históricas con monumentos impresionantes.
La Costa Bermeja.- Desde Belitres la carretera se desploma hasta el mar en Cerbere, un pequeño pueblo literalmente tomado por las vías del tren que conectan Francia con España. Pero pese a la exageración de vías y playones ferroviarios ya podemos ver lo que caracteriza a esta parte de la costa del Rosellón: un pueblo bonito (con una impresionante iglesia gótica -Sant Salvador de Cervera-), playas y calas de ensueño y un ‘camino de ronda’ (esos senderos que conectan los pueblos a través del litoral) que nos descubre las bellezas del Cabo Cerbère (con vistas lindas desde el faro). No es más que un anticipo de lo que nos viene carretera adelante. Banyuls sur Mer y Port Vendres ya son pueblos de cierta entidad que repiten el mismo esquema que Cerbere: un casco histórico interesante con algunos edificios de importancia (la Iglesia de Santa María en Port Vendres es muy bonita de ver) y un rosario de playas que invitan a quedarse. Pero hay que seguir: el primero de los grandes objetivos de la ruta está a apenas tres o cuatro calas de distancia: Colliure.
Uno de los pueblos de costa más bonitos del sur de Francia. Sin duda alguna. El Castillo Real de Colliure (Quai de l'Amirauté) pone de manifiesto la importancia del lugar que fue residencia de reyes en los tiempos de la Corona de Aragón. El pueblo es precioso: una colección de casitas con mucho encanto que tiene como marco un playazo que culmina en un castillo medieval y en una iglesia gótica cuyo campanario emerge directamente del agua y sirve también de faro. ¡Supera eso! Colliure es un lugar ideal para pasar unas vacaciones de verano o una semana santa: y coger el coche para ir i venir por el Rosellón descubriendo sus playas, sus ciudades, sus montañas, sus castillos y sus abadías románicas. La ciudad tiene bastante que ver pese a ser pequeño: el Fort Miradou (Rue du Mirador); el viejo barrio medieval junto a la iglesia; la Chapelle Saint-Vincent (Rue de l'Église, 2); el Viejo Molino de Viento (Camí del Port de Sant Telm) desde donde tienes una de las mejores panorámicas del pueblo, tres playazos… Y para los mitómanos de la mejor poesía la tumba sencilla de Antonio Machado (Imp. du Jardin Baretge), que es un lugar de peregrinación para los republicanos españoles.
Camino de Perpiñán.- Al dejar atrás Colliure la costa se convierte en un arenal kilométrico que sólo se interrumpe por la desembocadura de los ríos y que sirve de dique de contención a los primeros de los numerosos Etangs que cubren esta parte de la costa francesa (ideales para ver aves acuáticas). Así que el interés, más allá de la playa, es ir visitando las antiguas ciudades que servían de escala en el camino a Perpiñán: Argelès-sur-Mer y Elna. En la primera detente para visitar el Mémorial du Camp d'Argelès-sur-Mer (Av. de la Libération, 26) un centro en el que puedes rastrear otro episodio de la diáspora republicana tras la derrota de la Guerra Civil. Aquí vas a conocer lo que pasó en la costa de este municipio francés con miles de refugiados que fueron internados en campos de concentración en condiciones infrahumanas. También mola mucho la Iglesia de Notre Dame del Prat (Rue de la Solidarité, 28), un edificio mitad templo, mitad fortaleza que data de principios del siglo XII. Ya Elna es otra cosa. Estamos hablando de un burgo medieval de importancia con muchísimas cosas que ver. Lo primero es flipar con las murallas que están como si las hubieran terminado antes de ayer. La Catedral de Santa Eulalia y Santa Julia de Elna (Plaza de l'Église) es una pasada. Una maravilla románica que impresiona por fuera y por dentro. Su claustro es de los más bonitos de la región.
Un paseo por la costa.- Playas kilométricas. Playas de arena que se interrumpen a los varios kilómetros por los pequeños estuarios de los breves ríos pirenaicos (que suelen crear pequeños oasis de vida muy bonitos de ver y los puertos deportivos. Las desembocaduras más interesantes son las de Bocal du Tech (Réserve naturelle du Mas Larrieu) o el Etang de Canet ou de Saint-Nazaire, una de las lagunas de mar que son tan características de este primer tramo del mediterráneo francés. Aquí se combinan una buena playa (El Lido) con la riqueza natural de estas marismas enormes.
Fotos bajo Licencia CC: Eneko Bidegain; Núria; Jorge Franganillo; Manolo Gómez; Freebird
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