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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

(des) unión y derrota

Paco Gómez Nadal

Vale, es cierto. La primera sensación tras decidir dejar lo que apenas estaba naciendo es de frustración, rabia y vergüenza. Frustración porque parece que las coaliciones serias y horizontales en este país son una quimera; rabia al constatar que las viejas mochilas de la política pesan más que las ganas de cambiar este sistema tramposo e injusto; vergüenza por no haber tenido las capacidades o la energía necesarias para ayudar a que una opción política seria, de izquierdas y ecologista pudiera jugar un papel decisivo en Cantabria.

Vale, es así, pero ya se me ha gastado el cilicio heredado de esta pinche (in) cultura católica y paso de entrar a una guerra de razones o un intercambio de frases ingeniosas para tapar el sol que apenas quiere empezar a salir.

Tengo la mala costumbre de pensar y repensar. Son muchos años insertado en diversos procesos sociales y políticos en los que parece que siempre perdemos ante un enemigo demasiado poderoso, incapaces de generar un monstruo político de tamaño semejante que le pueda disputar el espacio al sistema en el patio del colegio, durante el recreo electoral. Por eso trato de sacar algunas conclusiones de lo aprendido en el intento de montar Ganemos Juntxs Cantabria, eso que durante unas semanas fue el nombre de una coalición y ahora es sólo el pseudónimo de un partido tradicional.

La primera es que no me creo el discurso instalado por Podemos de que es “ahora o nunca”. No me lo creo porque trabajo en el tiempo largo y cualquiera que tenga dimensión histórica sabe que las resistencias y la construcción de alternativas es fruto de la acumulación, de los errores, de las pequeñas batallas ganadas, de la ampliación paciente de la minoría social que participa de forma activa. Plantear que no lograr la unidad ahora es perder una oportunidad histórica es como meter en una coctelera el adanismo y el milenarismo para sacar un líquido viscoso en el que podemos ahogarnos de frustración. Si es ahora o nunca el fracaso supondría la antesala del suicidio colectivo ante el abismo del “nunca” y, perdónenme que le quite drama, eso no va a pasar. Ni la derecha de final de los 90 consiguió que se acabara la historia, ni hay Rajoy ni Diego que duren toda una vida.

La segunda es que en la izquierda repetimos algunos mantras que nos hacen mucho daño. Uno de ellos es el mito de la unidad: “el pueblo unido jamás será vencido”. Una justificación para nuestras derrotas que, apoyadas en la división, tranquilizan a los propios mientras animan a los extraños. Pues siento decir que es un mito urbano. La unidad sería estupenda, pero no hay por qué convertirla en la única razón de derrotas o fracasos. La unidad sólo es posible en un clima de respeto militante por la diversidad, pero lo que nos enseñaron algunos de nuestros antepasados y lo que se repite hoy en día es que la 'unidad' debe ser un eufemismo para la absorción de la diversidad por una hegemonía. Eso es lo que ha hecho el PCE desde hace décadas y eso es lo que propone Podemos ahora.

La tercera es que la desunión no es un patrimonio exclusivo de la izquierda, pero, por suerte, la izquierda es más honesta que la derecha. Miren si no la lucha cainita en el PP cántabro, esa que ahora parece una broma al lado de la guerra a muerte en su sede nacional de Génova. Pero para la derecha (o para el PSOE, que se mueve por el mismo impulso) lo importante es el poder y en su nombre son capaces de aguantar callados, de sacrificar su dignidad o de sacrificar chivos de diversa ralea con tal de no perder su cuota. Lo que para algunos es un defecto de la izquierda podría ser visto como una virtud: la honestidad de no aliarse ni táctica ni estratégicamente sólo por conseguir el poder.

Y la cuarta es que si viviéramos en una democracia esto no sería un asunto de discusión. Es decir, si la ley electoral no hubiera sido redactadas por las élites, si el sistema permitiera la diversidad política y un voto valiera un voto en cualquier parte del territorio entonces no haría falta una unidad prelectoral. El resultado de unas elecciones en Cantabria sería un parlamento realmente representativo en el que habría cuatro, cinco o seis partidos y varias agrupaciones de electores y sería en el ejercicio cotidiano de la política donde se llegaría a acuerdos políticos puntuales. Eso que acabo de describir se llama democracia y evita las apisonadoras, pero eso, en España, está prohibido.

Ganemos Juntxs Cantabria ha muerto antes de existir y considero, sinceramente, que es lo mejor que le podía pasar ante la falta de acuerdo en asuntos medulares. Es probable que con más tiempo hubiéramos llegado a formular un proyecto político tan innovador como necesario, pero empezamos tarde y no llegamos a tiempo. Eso ya da igual. Creo que lo que toca es seguir trabajando a mediano plazo para construir alternativas ciudadanas que huyan del posibilismo y de la 'podemitis' que nos ha trastocado la cabeza. Sin una sociedad más politizada y más activa no hay participación real y el escenario electoral es sólo uno de los espacios de trabajo para mejorar ese estado de cosas. La (des) unión puede que suponga perder posibilidades electorales, pero no es una derrota. La derrota es dejar de trabajar, bajar los brazos y practicar eso que nos gusta tanto en esta nación: quejarse sin intentar hacer algo.

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