Elsa Punset: “Tenemos que darnos permiso para ser humanos en toda nuestra complejidad”

Emociones, prejuicios, miedos, optimismo. Términos positivos y negativos se entremezclan en las reflexiones de Elsa Punset para orientar a las personas hacia el pensamiento positivo. Constituyen su filosofía de inteligencia emocional, la especialidad a la que ha dedicado parte de su vida y que hoy ha compartido ante un auditorio de casi un millar de personas en el marco del XIV Congreso Estatal de Trabajo Social que acoge el Pabellón Ferial de Ciudad Real.

Ha basado su charla en tres pilares fundamentales: la mirada hacia el mundo en el que vivimos, las claves del cerebro emocional y tres propuestas finales. Con todo ello, ha invitado a un “viaje al interior de nosotros mismos” en un momento en el que existe gran sufrimiento en todo el mundo. “Los humanos somos complicados, estamos llenos de luces y sombras, pero gana el interior que queramos alimentar”, ha dicho ante el público, con el que ha interactuado de manera constante mediante ejemplos, ejercicios y pruebas.  

En el primer bloque, y mediante la exposición de una serie de cifras, Punset ha querido hacer hincapié en que el mundo mejora, hay más democracia, más alfabetización, más expectativa de vida, menos violencia, más justicia social y más tecnología. Pese al pesimismo que impera en la sociedad, ha subrayado que sabemos “intuitivamente” que el mundo mejora. “Son tiempos extraordinarios y podemos poner en marcha cambios más rápidamente que nunca”, ha recalcado, aunque añadiendo que para ello “necesitamos nuevos hábitos de vida y consumo”.

Dicho esto, al referirse al segundo eje de su intervención, ha precisado que tenemos un cerebro “programado para sobrevivir” y que por ello impera la tendencia de las persona al sesgo negativo, a los pensamientos pesimistas. “Exageramos todo porque nuestro cerebro así lo manda para que lleguemos vivos a la noche. A la alegría le cuesta más sacar la cabeza. Vivimos con una sobrecarga de tristeza y preocupación porque biológicamente el cerebro tiende a ello”.

Pero ha advertido de que con ello “perdemos una enorme capacidad para la creatividad”, aquella de la que disfrutamos cuando somos niños, antes de que el cerebro se desarrolle hacia ese “bagaje de miedo” hasta el punto de desconocer “cómo es nuestra inteligencia”. Y al mismo tiempo, también ha dejado claro que el cerebro tiende a interpretar la vida “según sus expectativas” por lo que “siempre nos cuesta mucho el cambio, ir mucho más allá”.

La media de 5 o 6 personas

Según Elsa Punset, en todo ello juegan un papel fundamental las relaciones interpersonales. Ha esgrimido así las teorías psicosociales que apuntan que “somos la media de las 5 o 6 personas que nos rodean” y que “las emociones se contagian como un virus”.

A este respecto, la escritora y divulgadora ha querido hacer referencia expresa a cuestiones como el “edadismo”, es decir, la discriminación y prejuicios contra personas con motivo de su edad. Según ha dicho, la percepción pública es que el envejecimiento no es bueno, cuando lo cierto es que al ser más mayores, también somos “más pacientes, más compasivos y más humanos”. Y lo que nos ayuda a envejecer bien, ha resaltado, es tener una edad subjetiva más joven que la biológica: “Lo mejor es que os sintáis todo lo más jóvenes que os apetezca”, ha dicho al público, esgrimiendo que la ciencia dice incluso que la edad subjetiva ideal es entre 8 y 14 años menos que la biológica. “No hay una edad en la que eres genial en todo. Eso no existe”, ha destacado.

Otro de los sesgos a los que se ha referido Punset es la tendencia a evitar los cambios, porque “estamos hechos de hábitos” y “biológicamente no estamos programados para cambiar”, de forma que cuanto menos arriesgamos, más seguro se siente el cerebro. Frente a ello, ha abogado por ir realizando “pequeños cambios”, de manera progresiva.

Finalmente, la divulgadora ha precisado sus propuestas para combatir esta carga cognitiva de emociones negativas. “Tenemos que darnos permiso para ser humanos en toda nuestra complejidad y aprender algo de cada emoción”, ha planteado en primer lugar. A ello ha unido la necesidad de equilibrar el estrés con la recuperación sobre todo en los momentos de gran “fatiga cognitiva”. Y en conclusión, ha defendido “entrenar el optimismo” que es una actitud útil en una sociedad que necesita que “miremos al futuro con esperanza”.