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Gozosas lecturas de Francisco Umbral

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Es un acto de arrojo prologar el ‘Quijote’. Yo pensé subir un peldaño más haciendo una reseña de la muy célebre novela como si se acabara de editar. Naturalmente, desistí de ese arriesgado e imposible empeño. En su prólogo a la gran obra cervantina, Francisco Umbral vislumbra muy lúcidamente el alcance de la profusa narración, escribiendo, con mucha hondura sociológica, que “el propio ‘Quijote’ es una pasión tardía de Cervantes, un soldado pobre, fracasado literariamente, que decide jugárselo todo a un gran libro, a una gran ambición frente a la burla de su generación, Lope, Góngora, Calderón, Quevedo: nada, nadie. Toda nuestra Historia está hecha de sueños tardíos y gloriosos. De ahí ese relente de cosa pasada que a veces tiene España.” El ‘Quijote’, escribe en otras páginas, “viene de la novela gótica y la novela de caballerías, es decir, de la imaginación y la gracia, no del pesado discurso neoclásico”.

La escritura de Francisco Umbral es todo lo sabia y perspicaz que queramos, pero también muy humorística, como el ‘Quijote’. Y no se olvide que la primera consideración que se tuvo de la gran novela fue, principalmente, la de un libro de rebosante humor. He aquí un buen ejemplo de humor umbraliano: “En [el diario] ‘Arriba’ había poco trabajo, de modo que cerraban pronto. Cuando sonaba el teléfono más tarde de las ocho y algún joven redactor iba a cogerlo, toda la redacción le gritaba al novato: ‘No lo cojas, que es una noticia.’ La frase era tan frecuente que un loro que había en la redacción, en cuanto sonaba un timbre decía no lo cojas que es una noticia”.

Aunque su fama le es dada sobre todo por sus trabajos en prensa, él declaró que Homero se le presentaba como algo fresco cada mañana, pues Umbral sentía una gran pasión por la poesía. La escribió pero no abordó publicarla sistemáticamente. El único libro de poemas que apareció durante su vida fue ‘Crímenes y baladas’, que vio la luz en 1981 en la editorial conquense Olcades y en su colección César (César González Ruano, el gran periodista madrileño vinculado afectivamente a Cuenca). Es un poemario de contenido disperso, donde bastantes trechos proceden de ‘Mortal y rosa’, mezcla de narración, diario y poesía, inspirado en la muerte de su hijo de cinco años (“Sólo he vivido cinco años de mi vida. Los cinco años que vivió mi hijo. Antes y después, todo ha sido caos y crueldad”, escribe). Umbral podía haber acudido a las grandes editoras del momento, pero prefirió hacerlo en una editorial provinciana, seguramente por la cercanía que estableció con su director, el conquense Florencio Martínez Ruiz, a través de los contactos generados en el mundillo de los periódicos. Años atrás, en 1969, uno de sus primeros libros, ‘Las vírgenes’, de relatos, salió de la mano de otro conquense, cronista de Cuenca, Raúl Torres, en la madrileña editorial Azur.

En ‘Crímenes y baladas’ conviven los poemas en prosa y unos poemas en verso dominados por una magnífica hechura del heptasílabo y el tono alejandrino, fruto de su absoluta admiración por Darío, Juan Ramón, Baudelaire. La poesía de Umbral no es producto circunstancial de un periodista o narrador famoso, sino creación honda y auténtica. Una sabrosa y depurada poesía-racconto: “Yo no olvidaba que el dinero estaba en los periódicos, pero la poesía era el lujo de mi vida.” Como él mismo confiesa, lo que buscaba insistentemente, por encima de su vivísima prosa, era la poesía. En cierta ocasión le espetó José Hierro: “Por qué no escribes versos, cabrón. Eres un poeta exquisito pero te gusta ir de hombre terrible”.

Umbral fue siempre un escritor muy libre. Nunca se adhirió a escuelas, a tendencias

Umbral fue siempre un escritor muy libre. Nunca se adhirió a escuelas, a tendencias. Ante los reproches que le hacía su gran amigo Miguel Delibes (como leemos en ‘La amistad de dos gigantes’, epistolario que no hace mucho editó Destino) de que tal de sus libros no era una novela, como editorialmente se anunciaba, Umbral replicaba que sus escritos difícilmente podían amoldarse a los géneros. Una sana desfachatez le sirvió como marca indeleble, como estilo frente al dinámico desarrollo de su personalísima escritura. Pese a su competente usanza de vistosos significantes, Umbral se empeñó sobremanera en el fondo contextual de sus textos, asociados a esta sentencia de Carlos Edmundo de Ory: “No mojes la pluma para escribir. Escribe, cuando hayas mojado el pensamiento”.

Toda la obra de Francisco Umbral es un ‘continuum’, salvo algunas excepciones, como ‘Mortal y rosa’ y sus poemas, conformado en una crónica meditativa, prescindiendo, en realidad, de los géneros, incluyendo sus novelas, sus ensayos y sus artículos, que globalmente podríamos definir como la más apasionada escritura reflexivo-memorialista. Cronista de su siglo, de su patria, de Madrid y de sí. Él reflexiona muy lúcidamente sobre el libro fundamental de un escritor: “Quevedo es más prosista que Cervantes, aunque no tenga el libro fundamental que tanto echaba de menos en él Jorge Luis Borges. Esto del libro fundamental no deja de ser un academicismo. El libro fundamental de Quevedo es la suma de todos sus libros.” Caso de Umbral. Él a veces llegó a sugerir que ese su libro fundamental era ‘Mortal y rosa’.

Lo cierto es que la fluencia de la escritura de Francisco Umbral es magnífica. Imponía Juan de Valdés el consejo de que hay que escribir como se habla. Y Umbral sigue este consejo con una brillantez inigualable. Su precioso discurso es absolutamente coloquial, rico, muy ingenioso, como esa vez en que los diputados del Congreso hacían trampas votando con la otra mano o con los pies en el botón de escaños vacíos y él advertía como frase final de uno de sus artículos: Ojo, porque la próxima vez votarán con el capullo. Estaba por completo de acuerdo con el magistral dictamen de Azorín: “La literatura está en el adjetivo”, declarando por su parte que “el oficio se justifica por la magia del adjetivo”. Su elección léxica era inagotable. Nombraba, por supuesto, todos los objetos cotidianos que nos rodean. Me llamó la atención que en una de sus columnas, refiriéndose a lo que nosotros llamamos bicicleta estática, elige el insuperable sintagma, escogiendo el primoroso adjetivo: bicicleta varada.

Su obra, contenida en 110 libros (aparte de los 135.000 artículos que escribió), está muy útilmente explicada en ‘Francisco Umbral. Todas sus obras ordenadas’, un encomiable trabajo de Antonio Tauset (http://seronoser.free.fr/umbral/), quien opina del escritor: “La desbordante calidad como escritor de Francisco Umbral, Premio Cervantes 2000, no es reconocida unánimemente. Se interponen fenómenos ajenos a la literatura: el afán provocativo del autor, la antipatía personal que generaba, sus posiciones políticas heterodoxas, la compañía de personas de dudosa calaña, la publicación de libros menores recopilando fruslerías y repitiendo lo mismo una y otra vez... Pero su corpus literario y periodístico permanecerá como una cumbre de la creación del siglo XX”.

Es innecesario decir que seguir leyendo a Francisco Umbral es aliviarle de eso que sufren los escritores cuando mueren: cierto purgatorio de olvido. Umbral hoy sigue siendo recordado y editado. Hemos mencionado el amplio epistolario entre Delibes y Umbral, reciente lanzamiento de Destino. Sobre su vida versa el espléndido documental ‘Anatomía de un dandy’, dirigido por Charlie Arnaiz y Alberto Ortega, y que cuenta con la destacada colaboración de Aitana Sánchez-Gijón, quien pone la voz a sus textos, y las notorias intervenciones de Pedro J. Ramírez, Victoria Vera o Ramoncín, entre otros. Documental que fue nominado en los últimos Premios Goya, y que hace poco se pasó por La 2.

 

Es un acto de arrojo prologar el ‘Quijote’. Yo pensé subir un peldaño más haciendo una reseña de la muy célebre novela como si se acabara de editar. Naturalmente, desistí de ese arriesgado e imposible empeño. En su prólogo a la gran obra cervantina, Francisco Umbral vislumbra muy lúcidamente el alcance de la profusa narración, escribiendo, con mucha hondura sociológica, que “el propio ‘Quijote’ es una pasión tardía de Cervantes, un soldado pobre, fracasado literariamente, que decide jugárselo todo a un gran libro, a una gran ambición frente a la burla de su generación, Lope, Góngora, Calderón, Quevedo: nada, nadie. Toda nuestra Historia está hecha de sueños tardíos y gloriosos. De ahí ese relente de cosa pasada que a veces tiene España.” El ‘Quijote’, escribe en otras páginas, “viene de la novela gótica y la novela de caballerías, es decir, de la imaginación y la gracia, no del pesado discurso neoclásico”.

La escritura de Francisco Umbral es todo lo sabia y perspicaz que queramos, pero también muy humorística, como el ‘Quijote’. Y no se olvide que la primera consideración que se tuvo de la gran novela fue, principalmente, la de un libro de rebosante humor. He aquí un buen ejemplo de humor umbraliano: “En [el diario] ‘Arriba’ había poco trabajo, de modo que cerraban pronto. Cuando sonaba el teléfono más tarde de las ocho y algún joven redactor iba a cogerlo, toda la redacción le gritaba al novato: ‘No lo cojas, que es una noticia.’ La frase era tan frecuente que un loro que había en la redacción, en cuanto sonaba un timbre decía no lo cojas que es una noticia”.