El trabajo digno es un derecho humano innegociable

El 1 de mayo, Día Internacional de los Trabajadores, es una fecha que exige reflexión sobre las luchas históricas de la clase trabajadora y ofrece una oportunidad para enfrentar con firmeza los desafíos del presente.

Como defensora de los derechos humanos y de los trabajadores, con una trayectoria de más de 13 años como delegada sindical en la primera Junta de Personal del PDI de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) y habiendo desempeñado diversos cargos de representación sindical, he vivido de cerca los avances y retrocesos en la defensa de los derechos laborales.

En este momento, mi desencanto con los liderazgos sindicales actuales me lleva a reflexionar sobre la situación de los trabajadores y a proponer un camino para recuperar la esencia del sindicalismo: la autonomía, la solidaridad y la lucha por la justicia social.

El panorama laboral en 2025 está lleno de contradicciones. Las conquistas no ocultan una realidad preocupante: la precariedad persiste, especialmente entre los jóvenes y las mujeres, y los accidentes laborales siguen siendo una lacra. A pesar de algunos logros, como la reducción de la temporalidad gracias a la reforma laboral de 2021 (del 25,4% en 2020 al 17,9% en 2023), la precariedad sigue golpeando con fuerza. 

Además, los accidentes laborales siguen siendo una lacra: en 2023, España registró 623.000 accidentes laborales, de los cuales 605 fueron mortales. Muchos están ligados a riesgos psicosociales no abordados. 

A nivel global, las políticas arancelarias, como las impulsadas por figuras como Donald Trump, amenazan con erosionar los derechos laborales al priorizar intereses comerciales sobre las condiciones de los trabajadores. 

En la UCLM, donde he representado a mis compañeros y compañeras, he visto cómo la precarización del personal docente y administrativo, unida a la escasez de recursos, compromete la calidad educativa. La universidad, que debería ser un faro de progreso, no está exenta de las lógicas de mercado que han contaminado a otros sectores. Los sindicatos, que deberían ser un contrapeso a los abusos del sistema, han perdido autonomía en muchos casos, convirtiéndose en gestores de acuerdos que no siempre benefician a las bases. 

En la UCLM, donde he representado a mis compañeros y compañeras, he visto cómo la precarización del personal docente y administrativo, unida a la escasez de recursos, compromete la calidad educativa. La universidad, que debería ser un faro de progreso, no está exenta de las lógicas de mercado que han contaminado a otros sectores

Para revertir esta situación, propongo reducir la jornada laboral sin pérdida salarial, especialmente en sectores como la educación, donde la burocracia consume tiempo no reconocido. Además, es necesario reformar la Ley de Prevención de Riesgos Laborales para abordar de manera más efectiva los accidentes laborales, con especial atención a los riesgos psicosociales. También es imprescindible garantizar el acceso a la vivienda, con regulación de alquileres y medidas específicas para el personal precario. La negociación colectiva debe fortalecerse, exigiendo indemnizaciones justas por despido y convenios que prioricen los derechos de los trabajadores. Además, como he indicado, resulta fundamental recuperar la autonomía sindical, democratizando estructuras y movilizando a las bases. 

En el campo de la educación, es preciso educar en derechos humanos y laborales, incorporando estas materias en la Universidad, fomentando una cultura de igualdad y justicia social. Asimismo, no debemos olvidar la solidaridad internacional, apoyando a trabajadores afectados por guerras y políticas desiguales.

Resulta fundamental fortalecer la negociación colectiva. Para ello, los sindicatos deben recuperar su rol como defensores de los intereses de los trabajadores, y no actuar como mediadores complacientes. En consecuencia, deben ser independientes de partidos políticos y patronales. Esto requiere democratizar las estructuras internas, fomentar la participación de las bases y rendir cuentas de manera transparente. Como delegada sindical, siempre he defendido que la fuerza de un sindicato reside en su capacidad de movilizar a los trabajadores, no en su proximidad al poder.

La educación es clave para formar ciudadanos conscientes de sus derechos y capaces de exigirlos. Además, los sindicatos deberían promover campañas de formación para sus afiliados, enfocadas en la defensa de la igualdad de género, la atención a los migrantes y la lucha contra la violencia machista.

Los sindicatos deben recuperar su rol como defensores de los intereses de los trabajadores, y no actuar como mediadores complacientes. En consecuencia, deben ser independientes de partidos políticos y patronales. Esto requiere democratizar las estructuras internas, fomentar la participación de las bases y rendir cuentas de manera transparente

Este 1 de mayo, invito a los trabajadores y a las trabajadoras de Castilla-La Mancha, a salir a las calles con un mensaje claro: el trabajo digno es un derecho humano innegociable. Como defensora de los derechos humanos y exdelegada sindical, reafirmo mi compromiso con un sindicalismo autónomo, combativo y solidario.

No podemos permitir que los avances logrados se diluyan por la complacencia o la falta de compromiso. Ha llegado la hora de recuperar la esencia del 1 de mayo: la lucha por la dignidad, la justicia y un futuro mejor para todos los trabajadores.