Elena Moya es periodista financiera. Lleva 15 años en Londres, donde ha trabajado para Bloomberg, Reuters, The Guardian... “He conseguido un estatus que en mi país no tengo claro que podría haber alcanzado”, dice. ¿Por qué? Porque aquí hay un problema muy grave de educación: “No nos enseñan a pensar, ni a debatir, ni a criticar”, dice. “Aquí sólo nos enseñan a memorizar”. En parte para hacer memoria de una época que (¡ay...! ) no entraba en los planes de estudio de memorización de las escuelas, ha escrito La maestra republicana (Suma de letras), una novela ambientada mucho más en la actualidad de lo que podría parecer por el título, que pone el acento en la corrupción de los últimos años en España y, como contraste, en el que, según la autora, es su origen: la educación.
Una entrañable señora de 89 años, rabiosamente independiente y coherente con sus ideas, maestra, guerrillera durante la posguerra y, por fin, exiliada, lucha para evitar que el alcalde de su pueblo, Morella en la comarca de Els Ports, en Castellón), convierta la antigua escuela donde ella enseñó durante la Repúlica en una escuela elitista para niños ricos británicos o, aún peor, en un casino al más puro estilo EuroVegas. La situación da pie a hacer un retrato de la corrupción más chabacana, ignorante y real en España actual y, a través de flashes al pasado, de los tiempos de la Segunda República, en el Madrid de la Residencia de Señoritas, con referencias a Dalí, Picasso, Lorca... y de los episodios protagoniozados por los maquis en el Maestrazgo .
“Desgraciadamente, la generación de Valli sufrió mucho”, dice Moya. “Ella fue una maestra republicana hasta el final de sus días y con todas las consecuencias. No sé yo si hoy encontraríamos a una mujer como ella, que haya soportado todo lo que soportó ella”. El contraste entre la época franquista y la de antes de la guerra es muy fuerte: es una novela de contrastes. “Esta dicotomía siempre funciona en la literatura, en el teatro... El motor de la naturaleza humana es antagónico, como decía Hegel, necesitamos una tesis y una antítesis para tener una síntesis. El motor del progreso es la noche y el día, la cordura y la locura. Esta novela refleja bien las dos bandas, creo”.
Contrastes literarios, sociales y políticos
Cuando vamos más allá de la dicotomía escuela republicana - escuela franquista y comparamos la escuela republicana con la actual, ¿qué nos encontramos? “En Catalunya creo que la escuela está un poco más evolucionada que en el resto de España. Quizás por la cuerda de Rosa Sensat y otros... Pero la educación española y catalana no deja de estar basada en la memorización. Y hasta que no tengamos una educación que enseñe a pensar, a criticar (criticar bien, constructivamente), a hablar, a debatir..., no iremos a ninguna parte”. La autora ve plasmada esta deuda educativa en un tema importante y actualísimo:“ El debate de la independencia de Catalunya es de un nivel muy, muy bajo. Y eso quiere decir que la sociedad aún no pide más nivel”. Esta enseñanza metódica, casi dogmática, nos lleva a pensar en la laicidad o la religiosidad de la escuela. Otra dicotomía... “Sí, porque resulta que un 50% debe tener una educación católica. ¡Ya me dirás...! Esto es un problema muy grave. Quiere decir que te enseñan... ¿a qué? ¿A criticar? Nada. ¿A tomar responsabilidades personales? Nada...”
Es imposible no sacar un nombre en la conversación con la escritora: Ignacio Wert. Un contraste digno de la novela sería enfrentar Valli con el señor ministro de educación. “'Tú no sabes nada', le diría la maestra. ”Lo que planteas es sólo para perpetuar el sistema de mantener la sociedad borreguil que a ti te interesa para preservar tus privilegios'. Y llevamos cuatro siglos igual“.
Moya vuelve a reclamar un debate inteligente, educado (es decir : fruto de una buena educación): “Aquí encontramos otro debate de ping-pong, de ir a un lado y al otro sin aportar nada. Y así sólo perdemos tiempo y energías mientras otra generación se la pega. Van a Alemania o Inglaterra a buscar trabajo y no encuentran buenos empleos. Claro, no sabemos idiomas. ¿Cómo es posible que una chica de 21 años, habiendo pasado por el bachillerato o la ESO, no hable una palabra de inglés? ¡He conocido casos en Londres!”
Uno de los protagonistas de la novela es el director del prestigioso y elitista Eton College británico. Los alumnos de estos centros exclusivo acaban copando el 50% de las plazas de las Universidades de Oxford y Cambridge y son los que, afirma Elena, después controlan el país. Esto, como mínimo, aquí no pasa... o no pasa tanto: “ El caso de Felipe González, que venía de clases humildes, es casi una excepción”, apunta Elena Moya. “Pero yo, por ejemplo, creo que en Inglaterra he alcanzado un estatus que aquí no sé si hubiera podido tener porque aquí todavía te preguntan aquello de '¿ tú de quién eres?’”
La guerra de las mujeres
Quienes sufren más este agravio son las mujeres. La protagonista de la novela es un ejemplo de mujer luchadora. “En ciertos aspectos, la condición de la mujer en la sociedad está mejorando mucho”, reconoce Elena Moya. “Pero la mujer ha llegado a la igualdad en cotas bajas, hasta los 20 años. A partir de los 30 ya no. Y es cuando cuenta. De mujeres en el poder, nada, porque el poder económico, que es lo que cuenta, está en manos de los hombres. Sí hay consejeras, y políticas, pero son cargos que duran cuatro años, de los demás, aquí no hay ni una que no sea 'hija de'. Y la cosa está así desde hace demasiado tiempo.
El otro gran tema de La maestra republicana es la corrupción . La ubicación en Morella no responde a que sea un pueblo de la Comunidad Valenciana sino a que la autora lo conoce bien porque es el de su madre. Tuvo que decirle al alcalde de verdad (amigo suyo) que él no tenía nada que ver con Vicente, el corrupto e inculto alcalde de la ficción. “Me interesa situar la novela en lugares reales que conozco bien”, dice. El historial de acciones corruptas en esta comunidad autónoma no tiene nada que ver , pues, en la elección: “No olvidemos que el caso de corrupción más cuantioso lo tenemos aquí, es el del Palau de la Música. Quiero decir, no es todo en Valencia...”.
La figura de los políticos queda muy dañada en esta ficción. “Sí, me he quedado a gusto”, proclama. “ Como periodista he entrevistado políticos con un perfil intelectual francamente bajo. Aún peores que los de la novela”. Da realmente la impresión de que se crean sus propias mentiras para justificar lo que les conviene, son personajes que han aprendido que en política hay que decir que todo va bien siempre... “No me había planteado si se lo creen...”, reflexiona la autora, “pero creo que no tienen las herramientas para saber...” De hecho, pensar en poner un casino en la escuela, viene a decir que todo es justificable, ¿no? “¡La idea fue anterior a Eurovegas! Ahora un Casino, ahora unas Olipmiadas... A ver , la riqueza no se crea ni con casinos ni con Juegos Olímpicos. Esto puede ser una guinda fantàstica, pero la riqueza se genera con educación, educación y educación. Inversión productiva. Ahora abren el Hermitage en el Port. Muy bien, pero el tema de los rusos es petróleo y gas, pues que hagan un convenio para la Repsol de Tarragona, o con ingenieros... El Hermitage está muy bien, pero es de cara a la galería. ¡Llevemos a ingenieros industriales allí! Repito: inversión productiva. Los turistas que vengan, sí. Pero invirtamos”.
Nos queda otra duda:¿los personajes que pululan por la novela surgen por la crisis o han existido siempre? “Han existido siempre, aunque que ahora se ven más. La crisis, por mucho que aquí nadie quisiera darse cuenta, se veía de lejos. Quizás no cómo terminó siendo, pero en 2010 a Inglaterra venían desde aquí diciéndonos que en España no había crisis. Y no se lo creía nadie. ¡Llevaban un antifaz en los ojos! En Londres Bankia no vendió ni una sola acción. Todas se las endilgaron a pobre gente. El perfil del inversor en Inglaterra es muy importante y no puedes colocar acciones a quien sea. ¡Manda huevos!” Pero... ¿tenemos crisis para rato? “Acabará, porque todo es cíclico, pero mucho más tarde de lo que pensamos. Lo pagaremos años y años. Y los que dentro de 20 años necesitaremos una pensión lo tendremos muy jodido”.